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Postal 29. La Güera en Budapest

- Por: helagone

Por Erika Arroyo
@WooWooRancher
“Yolis: Esta te lleva un abrazo muy apretado para tu cumpleaños y desde aquí soplo para ayudarte a apagar las velas. Aquí somos tres a festejarnos hoy, ya te contaré.
Esta está como todo lo visto, muy lindo, subimos esta mañana hasta esa montaña que parece un parque visto desde arriba.
Muchos recuerdos a todos y besos a compartir con tu mamá.
Felicidades, Yoli, te desea La güera.”
Y tomados del brazo de La güera damos un paseo esta noche por Budapest.


Con un maquillaje mal esparcido que la hace lucir más bien como fantasma, La güera intenta encender un cigarrillo. Su rostro agachado muestra unos párpados enormes oscurecidos intencionalmente, el fuego va iluminando pómulos y ojeras, como si guiara a quien observa por una caverna.


Como una hipnótica espiral, el aroma a gulash despedido por el negocio de la esquina conquista narices. Hondas respiraciones intentan atrapar un poco del olor acompañadas de sonrisas placenteras.


Las puntas de unos zapatos negros de piso apenas rozan el andén, conforme avanzan muestran unas pantorrillas de suave contorno, se asoman debajo de una falda a cuadros marrón con gris. La velocidad de La güera no da para subirse al vagón del metro, lo observa avanzar intentando recuperar el aliento.


Entretenida buscando en su bolso un pequeño pedazo de un folleto sobre la playa Palatinus, La güera se pasa de estación. Apenas se cierran las puertas del metro, maldice mentalmente su incapacidad para dar con lo que busca.


Las nubes que hacía un par de estaciones aún eran rosadas por el atardecer, ahora son grises. Llueve. La güera, nuestra güera, tiene que esperar en la salida de la estación. Un taxi pasa muy cerca de la acera salpicando a ancianos que discuten sobre la revolución húngara, oficinistas, amas de casa, chicas que van tarde, rebeldes sin causa. Oficinistas que al intentar secar sus trajes observan las piernas de las amas de casa, chicas que van tarde y que se encuentran con rebeldes sin causa, rebeldes sin causa que se ríen de los ancianos que discuten sobre la revolución húngara. Los humanos son siempre más interesantes cuando les escurre agua por las orejas.


-Bésame
-No quiero
En la pantalla, una mujer con una pañoleta en la cabeza y una canasta con comida observa con desdén a un hombre muy bien parecido. Una carreta se aproxima deteniéndose delante de ambos personajes, una mujer les observa fijamente, la película comienza a quemarse ofreciendo un bello espectáculo en la proyección. La gente, jóvenes en su mayoría, ríe y chifla.


Las luces de la ciudad se reflejan en el Danubio. Una embarcación para turistas apunta con una lámpara a los transeúntes deslumbrando a su paso. El guía de turistas pide a los extranjeros que observen a los enamorados que se besan en la oscuridad. El ligero sonido del agua avanzando se mezcla con expresiones de asombro y risas. La güera observa desde lo alto del puente de las cadenas como quien contempla una maqueta en movimiento. Los turistas aplauden alrededor de unos bailarines de verbunkos.


-Esa montaña a la que fui esta mañana es como un parque visto desde arriba
-Tu boca es como un abismo visto desde adentro
-Deme dos pálinkas
-¿Me dejarás acompañarte esta noche?
-Sólo si prometes quitarte los calcetines mojados
Extendemos nuestros brazos a La güera por haber sido nuestra guía en el recorrido musical de esta noche. De su amiga Yoli no sabemos mucho, pero deseamos que ese cumpleaños no se le haya fracturado algún diente en alguna mordida obligada al merengue del pastel.

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