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Recopilación de una noche incómoda: la 88va. Entrega de los premios Oscar

- Por: helagone

Por Israel Pompa-Alcalá
@thesmallestboy
Como cada año, Hollywood celebró anoche su magna fiesta: la entrega del Oscar. Aunque el asunto siempre goza de la expectación mundial, este año el morbo estaba a tope: seríamos testigos de si existirían voces protestantes por la nula nominación de actores de raza negra, si DiCaprio por fin sería recompensado por su chamba o qué tan cabrón se pondría nuestro patrioterismo con Iñárritu y Lubezki.
Muchas cosas pasaron, así que aquí una breve recuento de los daños.
1. Chris Rock o de cómo cagar todo por ser un tío
Este año, el muy cagado comediante afroamericano Chris Rock fue el elegido para conducir los premios. Desde que salió, todos lo supimos: su monólogo inicial tocaría el conflicto racial y el intento de boicot de la comunidad negra. Y Rock empezó filoso, rudo, provocador: dijo que estaba muy mal que no nominaran a nadie de su raza, pero que también aquellos que llamaron al sabotaje deberían replantear sus prioridades. “En 1962”, dijo, “estábamos más preocupados por no ser linchados o violados que por quién ganaba mejor fotografía”. Risas incómodas, nadie aplaudía: le dio la vuelta a la corrección política e hizo válido su punto al pegarle a las dos facciones encontradas. Sin embargo, se empeñó en contar 76 chistes al respecto, con lo cual empezó no sólo a ser aburrido, sino que además mató toda la seriedad al tema. Se portó como ese tío que en Navidad, ya muy pedo, te agarra para decirte el mismo consejo 17 veces. Ahí estábamos todos con cara de “ya entendimos que la Academia no es racista”. Cuando uno pensaba que ya iba a parar, de pronto hizo aparecer a la actriz Stacey Dash para nombrarla la próxima directora de medios de la comunidad negra. Nadie entendió eso. A pesar de ser un tío, al menos hizo claro un punto: no se trata de luchitas de poder, sino de que todos y todas tengan las mismas oportunidades de trabajo. Bien ahí.
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2. Mad Max o de cómo la industria es muy cuadrada
Después de la incomodidad gratuita, empezaron los premios. Después de entregar los de guiones y a Mejor Actriz de Reparto, Mad Max acumuló todos los premios técnicos habidos y por haber. Sólo oímos, durante la primera media hora del show, “And the Oscar goes to… Mad Max”, y la neta se los merecía. La película de George Miller le hizo frente con valor a todas las películas comodonas de Hollywood: aquí nada de chillar o de denuncia social: pura madriza salvaje en un desierto post apocalíptico… y todo sin utilizar efectos digitales, a mano limpia, a la old school, a como nos enseñaron en el barrio. Lamentablemente, estos premios son un negocio, y ese no puede ser descuidado, por tanto el consuelo fue quedarse con los premios “chicos”. Mención aparte merecen todas quienes ganaron por esta cinta, pues iban de lo más casual, rompiendo con la monotonía y mamonería propias de Hollywood. Pero esto lo retomaremos más adelante. La cosa es que Mad Max fue lo más punk en un evento donde todos querían quedar bien con todos.

3. El Chivo Lubezki o del arte de ser tu única competencia
Emmanuel Lubezki pasó a la historia como el único mortal que ha ganado tres premios consecutivos a mejor fotografía. Aficiones o rencores aparte, se lo merece: desde hace una década Lubezki sólo compite con Lubezki.
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4. Sylvester Stallone o de cómo ser tu personaje hasta en la vida real
Cuando empezaron las quinielas para el Oscar, dos cosas eran seguras para todos: que DiCaprio y Stallone se llevarían un premio. Pero la vida es cruel y Sylvester se quedó como Rocky: madreado y sin victoria, pues la estatuilla fue para Mark Rylance por su papel en Puente de Espías. Uno esperaba que sonará la musiquita del boxeador, pero nomás hicieron que ganara uno de los amigos de Spielberg. De hueva.

5. Lady Gaga o de cómo a veces debes tomarte tu Tafil
Como siempre ocurre, la ceremonia tuvo números músicales. Por ahí estuvo el cagapalos de Dave Grohl (aunque haciéndolo muy bien, la verdad) o el ex-gordito de Sam Smith, pero quién se robó todo fue Lady Gaga. Su interpretación, exagerada y falsa, provocó más incomodidad. Pensé, mientras la veía fingir la voz y querer llorar a huevo, que Lady Gaga es como esa morra que en una fiesta alguien le dice “eres bien chida”… y entonces se empeña en ser chida a huevo y lo único que provoca es que te cague. Pásenle unas gotitas de valeriana a mi Gaga.

6. Iñárritu o de cómo triunfa la mente progre
El hoy ganador histórico de dos premios Oscar consecutivos, Alejandro González Iñarritu, se ha asumido desde siempre como alguien contestatario y progresista. El año pasado declaró que existía un “genocidio cultural” en la misma meca del cine… a la cual le recibe todos los premios del mundo. Más allá de esta contradicción (ok, todos somos humanos y tenemos esos universos chocando en en el interior), anoche se tardó media hora en su discurso de aceptación para hacer notar su voz que (supongo) cree es la misma de los oprimidos. Entonces dijo, en referencia a la polémica racial desatada, que “no debe medirse a nadie por el color de su piel ni por el largo de su cabello”. Aplausos. La izquierdita cursi institucional le da palmaditas en la espalda. “¡Qué grande eres, ‘Negro’!”, etcétera, etcétera.
Sequemos nuestras lágrimas y vayamos casi una hora y media atrás de tan bello momento, cuando Jenny Beavan ganó una estatuilla a Mejor Vestuario por Mad Max. Ella camina tranquila y casual por el gran pasillo rumbo a la escalinata. En su andar, se encuentra con un puñado de hombres que no sólo no le aplauden (aunque sea por pura cortesía, mis machines), sino que la ven con asco, con desaprobación, con desdén. ¿Por qué? Porque se atrevió a ser ella y no emperifollarse (nótese el amplio rango de palabras que aquí se escriben) para aparentar algo que no es. Entre las miradas estaba la de nuestro nuevo lábaro patrio, nuestro mexicano ejemplar, aquel que no discrimina por el color o por lo largo del pelo: Alejandro González Iñarritu.

Y así es como funciona el pensamiento progre: invisibiliza y desdeña a los que no están a su altura (moral, económica, racional, etcétera) al tiempo que se da golpes de pecho con causas que a TODO mundo le van a caer bien. Es por eso que por ahí existen tantos hombres cercanos a las causas humanistas y a las primeras de cambio sacan el cobre: piden sexo a cambio de favores, quieren tirarse a todo mundo, acosan, hostigan, violentan, reprimen a sus parejas, las opiniones ajenas y son agresivos con aquello que no les deja dividendos para su causa, eso que no les da rating entre los suyos.
Ayer, ese que se erigió como un rebelde ante el sistema, aquel que pidió inclusión para la gente de raza negra, aquel que se las da de “cool” y consciente socialmente, sintió asco de una mujer porque esta no se ciñó a sus parámetros estético/sociales. El aplauso a rabiar fue para la obra del genio. La crítica y las opiniones fueron para la genio por su aspecto, no por su trabajo.
El aplauso se lo lleva la mente progre, aquella que sólo lucha por causas cómodas, por situaciones que generan un beneficio, por aquello que los pondrá en la vitrina de lo que dicen odiar. Felicidades.
7. Leonardo DiCaprio o de cómo la esperanza muere al último o de cómo México es un desmadre
iCaprio ayer lo logró: se llevó su premio a casa. Todo el mundo estaba pendiente de ese momento cumbre, tanto que no importó que Spotlight se llevara el premio a Mejor Película contra todo pronóstico. Y es que DiCaprio merecía tener, por lo menos, otros tres Oscares por trabajos previos, sin embargo se lo llevó por la película menos interesante en la que ha participado. Total que la justicia prevaleció, el buen Leo subió, tiró un speech muy bonito (y congruente), sonrió, Kate Winslet lloró y se acabó. A partir de ese momento, por alguna extraña empatía con el actor, todo mundo se dio permiso de celebrar el triunfo como si fuera propio. En nuestro país, siempre tan presto pa’l desmadre, mucha gente se aglomeró en diversos puntos del país para gritar cosas como “Leo, hermano, ya eres mexicano” o “Oeoe oe oe oe Leo, Leo”. La verdad es que me dio gusto que por fin haya ganado el güero y acepto haber participado en esos grupos que invitaban a ir al Ángel, pero la neta es que el hecho de que banda sí se lo tomó en serio y sí fue a celebrar, me confunde muy cabrón, pues creo que en ese simple hecho se esconde lo mejor y lo peor de nosotros como sociedad.
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Total que, incomodidades aparte, los premios cumplieron su objetivo: que hoy todos estemos subidos en el tren de su mame. Nos vemos el otro añito.