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#TerraIncógnita. Bahidorá: el carnaval más pedereitor

- Por: helagone

Por Gabriel Gómez H. “El Gabo”
@Chico_Calavera
Fotos: SteveS
Según me contaron, este fin de semana la colonia Roma y la Condesa se quedaron sin parroquianos. Satélite era un desierto y Santa fe un pueblo fantasma.
Esto, sin duda, se debió a que los oriundos de estas bellas y acomodadas zonas de la ciudad decidieron emigrar como cada año al hermoso estado de Morelos, siendo más específicos, emigraron a “Las Estacas”, uno de los lugares más pederos de la zona.
¿Cuál es la razón para que esta especie endémica de las zonas antes mencionadas de la contaminada Ciudad de México decide pasar un fin de semana lejos del antro de moda y de las lobukis de la zona? Pues es muy simple: se llevó a cabo el Carnaval Bahidorá 2016 y este evento es algo que los amantes de los lentes tornasol, de los trajes de baño cortos y floreados, de los bronceados perfectos y de hacer torso y brazo pero nada de pierna, no se pueden perder.
Una vez al año Las Estacas se convierte en el marco inmejorable que alberga (según mis cálculos, nada siquiera cerca de la realidad) a unas 6 mil personas que se dan cita ahí para consentirse escuchando a bandas increíbles, asoleándose, tomando mucho alcohol y algunas drogas duras.

Las actividades que se ofrecen en el festival son varias; puedes ver bandas en vivo, aventarte un chapuzón, snorkelear, tomar una clase de yoga (esto para los más come flores), escuchar dj´s en vivo, comerte una hamburguesa, pasear con tu dama especial… En fin, mi amor al Carnaval de Bahidorá surgió el año pasado en mi primer visita. Si quieren leer esa crónica sólo abran el siguiente link:

Bahidorá: el carnaval de los prejuicios eternos

El año pasado me encontré con esta suerte de “malviaje” por creer que no pertenecía, y es cierto, aún lo pienso, no soy el visitante condesero que va a ponerse hasta las chanclas con sus amigos trucutrú. Más bien soy una especie de observador, un Steve Irvin (el cazador de cocodrilos) mirando a lo lejos cómo viven los visitantes, cómo se desarrollan, cómo se lleva a cabo el carnaval.
Mi función y mi manera de llegar es diferente a la de los demás visitantes; yo llego en un camión con la prensa, hago mucho de viaje, no voy embriagándome, tampoco me voy drogando. Simplemente viajo acorde a lo que los organizadores disponen para nosotros, me adapto a ello y me callo la boca. Sé que suena patético, pero la vida de los reporteros es así. No hay glamour, sólo hay chamba y con un poco de suerte algo de alcohol y mariguana.
Para no hacerles “el caldo gordo”, llegamos a las Estacas desde el viernes 19 de febrero como a las 9 de la noche (hicimos casi 5 horas de camino). Nos hospedamos en la “Aldea Bahidorá” (lugar que recomiendo ampliamente, es bonito, privado y acogedor). Así que dejamos nuestras cosas y dimos el rol (cuando hablo en plural me refiero al equipo de NoFM: elAle Guerrero, Steve Solórzano y un servidor). Ese día casi todo estaba cerrado. La única sección abierta era la de camping, ya que en las instalaciones principales aún se afinaban detalles e incluso se hacían algunas pruebas de sonido. Para este primer día sólo nos encontramos con algunos foodtrucks, unas casas de campaña que ya estaban instaladas y un DJ afuera de la aldea Bahidorá (sí, eso no fue nada conveniente para mi descanso de anciano).

La noche fue tranquila, alrededor de la 1 am seguía llegando gente que no se quería perder un sólo minuto de Carnaval. Algunos comieron, otros se tomaron unos tragos, y otros consumieron algunas drogas sólo para aguantar la noche y el frío. A veces no sé de donde la banda saca tanta energía. Me impresionan.
El día fuerte de Carnaval es el sábado. Mi sorpresa fue que al despertar ya había cerca del doble de las tiendas de campaña que cuando me fui a dormir (y durante el día la cantidad de tiendas se triplicó), lo cual quería decir que los asistentes madrugaron para llegar, ya que el acceso a las instalaciones de las Estacas se permitía a partir de las 8 am.
Los que llegaron desde el viernes como nosotros, hicieron largas filas en las regaderas desde temprano para poder darse una ducha, lavarse los dientes y demás necesidades. Y eso sí, el personal de limpieza del Carnaval se la rifa 24 horas al día. Si bien, como en todos los festivales los baños son las conocidas cabinas azules o rosas, en Bahidorá se procura que estas estén lo más limpias posible. Yo lo agradezco, porque a pesar de tener el bello y lustroso baño de la palapa de prensa, es bueno saber que el resto de los asistentes pueden columpiar el tamarindo de la mejor manera posible.
El sábado con el sol a plomo ya comenzó la fiesta. A las 10 am abrieron el área de los escenarios y el río. Abrieron todo y para todos.
A partir de ese momento la gente tomó el lugar que más le gustó para disfrutar del Carnaval a su manera.

Si bien en el escenario principal el show de La Banda Bastön empezó hasta la 1 pm, en casi todos lados se podía escuchar música y sentir cómo éste era sólo el comienzo de algo que sería (como cada año) un evento épico.
El clima realmente fue bastante benévolo; por las noches un frío infernal, por el día un calor completamente disfrutable. Y gracias a esto comenzaron a desfilar los bikinis, los microshorts, los tops, los cuerpos bronceados, los pálidos, las curvas pronunciadas y las que harían llorar a una cebolla. Las pieles de durazno, las estrías (que a mí en lo personal no me parecen mal, al contrario, hasta traen su onda. Yo diría que las estrías tienen una hipnotizante vida propia).
Claro, también comenzaron a verse los abdómenes con cuadros, las barbas perfectamente cuidadas, los bigotes de pizzero, los brazos bien marcados, las espaldas trabajadas, los trajes de baño que harían llorar a cualquier leñador, los odiados “toms”, los tatuajes mal hechos y también bien hechos. En fin, toda la parafernalia que acompaña a un festival hípster-mirrey.
Y no, la verdad es que yo el año pasado ya dejé de estigmatizar; a mí si son hípsters, mirreyes, lobukis, o quimeras, me da justamente lo mismo. A mí ya nada me asusta, al contrario, cada vez me siento, si no más identificado, puedo decir que más cómodo. Seguramente es la mariguana curativa que consumo la que me hace ver todo color de rosa.
Si algo se puede decir de Bahidorá es que hay calidad. Calidad en organización, calidad en servicios, calidad en atención, pero sobre todo calidad en la música. Los curadores musicales tienen muy claro lo que quieren vender, tienen claro al target al que se dirigen y llegan directo como flechas a ellos. No puedo mentirles, igual que el año pasado, si conocía a 3 o 4 bandas de las que se presentaron es mucho, sin embargo esa es la parte bonita de mis visitas a festivales como éste, la posibilidad de ver cosas que no estarías dispuesto a ver de otra manera que no fuera arrastrado por tu medio prometiendo fama y fortuna.

La Banda Bastön fue la encargada de abrir el escenario principal y honestamente jalaron bastante raza para ser los primeros en presentarse. No hablo de su calidad como músicos ni nada por el estilo, es más bien que a esa hora la gente va llegando o está en otras ondas, no precisamente atentos a lo que pasa en los escenarios.
En el asoleadero (que es un escenario bien chingón justo en el río) las propuestas eran diferentes. Por ahí estuvo Sotomayor y Beacon. Lamentablemente no pude ver a Sotomayor porque tocaban a la misma hora que BBNG en el escenario grande, y habría sido deshonesto no ver a los canadienses después de que escribí recomendándolos.
BadBadNotGood la neta no me decepcionó. Son cuatro jovencitos que vinieron a endulzar el oído de los asistentes con alto contenido de acid jazz y una fusión y ejecución que resultó ser toda una bomba.
La tarde entró en su apogeo. Las chelas comenzaron a salir, el sol a caer justo detrás de nosotros y el Carnaval continuó cumpliendo con lo que ofreció: armonía.
¡El Sonido Gallo Negro trae un show chido! Creo que el momento cumbre del festival fue cuando la banda tocó “Bocanegra” (fondo de #Inmamable durante más de un año), en ese momento tuve la impresión de que la gente coreaba mi nombre y pedía que empezara mi programa, (no se metan ácidos chavos, luego se imaginan puras pendejadas). El punto es que el Gallo Negro hace su chamba y la hace bien. Ellos fueron de los primeros en invitar a que la gente sacara a relucir sus primeros pasos de baile. Que dicho sea de paso, ¡muchos son lamentables! Algunos bailan como si fuera “el baile del caballito” o el “chúntaro style”. No soy nadie para juzgar cómo bailan, sin embargo tengo ojos y gracias a algunos de esos pasos siento que me está dando cáncer en ellos.

Otro de los momentos más esperados fueron los neoyorquinos de Antibalas, y aunque por ahí me dijeron que no lograron conectar tan chido con la gente, a mí me parece que musicalmente fueron de lo mejor del festival. Unos cabrones comprometidos con dar un show con una ejecución perfecta. Me gustaron, pero lo mejor (al menos lo que pude obtener en mis entrevistas-encuestas) aún estaba por venir.
Rhye y The Internet eran dos de las bandas más esperadas, sin embargo no son mi onda, he de admitir que me faltaban guitarras. A la gente como yo le hacen falta guitarras eléctricas atascadas para poder sobrevivir. Pese a ello a la banda que sí conocía y que sí iba a ver a este par de agrupaciones, les gustó el show. Al final eso es lo que importa, no todo es para todos y podemos aceptarlo sin sentir que nos hemos fallado.
¡ESCORT! Así, con mayúsculas y todo. Esta banda de Brooklyn la rompió con su Nu Disco, post Disco, Disco House.
Yo realmente no los conocía (uy, ¡qué sorpresa!) pero escuché que un segundo antes de salir a tocar, el percusionista hizo un movimiento interesante en el contratiempo. La neta no pude evitar pararme y ver de qué se trataba, y así lo describo: Adeline Michele vestida con un leotardo blanco y un bajo que a lo lejos parece ser un Fender Presicion. Detrás de ella un set de percusiones bastante nutrido con muchos timbales. A su izquierda un teclado manejado por un fulano con ojos rasgados, a la derecha una guitarrista que no se ve nada joven pero que trae en sus manos una Fender Stratocaster roja con blanco.
El show comienza y la pista se enciende, literalmente se enciende. Salen las luces disco y todos comenzamos a sentirnos como en la película de los guerreros, intentando llegar al otro lado (de donde quiera que deseen llegar). Cada nota del bajo nos transporta a los viejos años de la música disco, la energía de Michele en verdad es algo que nos proyecta, nos lleva, nos viaja, nos hace sentir en otro tiempo y lugar.

El acto de Escort fue lo que más me gustó del festival sin duda alguna. Si alguna vez vuelven a presentarse en México, vayan a verlos. Escort puede levantar muertos con su beat.
Ya casi para terminar el sábado me refiné a Bondax. Si te gusta tronar la pista de baile, Bondax seguro fue tu opción. Dos dj´s con unos agudos marca diablo y una manera de tronar el dancefloor que pareció que no iban a dejar un alma viva en ese escenario.
Para comenzar o seguir la fiesta, según sea el caso, el escenario Doritos estuvo abierto toda la noche al público. Todos sabemos que a la banda mirreynal le encanta el aferrafter y Bahidorá no se puso sus moños con eso, al contrario, los consintió con barra abierta toda la noche, un excelente sonido y varios dj´s que hicieron que la noche pareciera corta y el frío madruguero sólo un vientecillo.
No les mentiré; como les decía unas líneas atrás, cuando eres reportero disfrutas los conciertos de distinta manera. Yo no podía darme el lujo de embriagarme hasta las 7 de la mañana, dormir un poco y seguir la fiesta. Primero porque no me despertaría al otro día y segundo porque a veces aunque vayas con tus compañeros, ellos andan en lo suyo y terminas quedándote solo. Honestamente a mí me deprime bastante estar en un lugar tan chingón pero sólo. Así que mejor me fui a dormir como a las 3 am, no sin antes dar un rol y ver que el respetable se la estaba pasando bomba.
Ya el domingo por la mañana es día de descanso, es como el viernes que te escapas del trabajo y comienzas a chelear bien temprano. Es como cuando le dices a tu chica: “no hay que trabajar y vamos a fugarnos”. La banda de Bahidorá así lo toma; se van a nadar al río, a las albercas, se echan unos tequilas, se broncean y básicamente descansan un poco de todos los excesos del día anterior.
Es triste ver cómo un lugar en el que todo era fiesta es desmantelado. Yo siento una nostalgia legítima cuando eso pasa, cuando desarman el escenario y ya no hay nada de lo que hubo horas atrás. Es como borrar todas las fotos de tus ex: ya no queda nada y tampoco quieres recordarlo. Así me pasó cuando fui a la sala de prensa y el escenario principal ya prácticamente no estaba.

Después de reponerme de ese duro golpe me fui a dar una vuelta más al asoleadero. Cuando llegué estaba tocando Quantic. Los que saben dicen que tocó un ratote. Lo que yo vi estuvo chido, aunque la neta me ganó el hambre y me fui a echar un taco.
El Carnaval terminó a las 4 de la tarde, no pude ver todos los actos, es imposible estar en todo aunque realmente lo intenté y me habría gustado.
Mi carnaval terminó por ahí de las 2 de la tarde tomando chelas y esperando el camión de regreso. Me gustaría decir que ocurrió algo extraordinario en ese tiempo, pero realmente no, no fue así. Lo extraordinario ocurrió un día antes, tal vez un par de días antes; cuando la manada Defeña se deja caer de su ciudad de origen para pasarla chido en un lugar que parece un marco inmejorable.
Lo extraordinario ocurre cuando puedes ver a tantas personas en un sólo sitio y comportarse completamente tranquilas. Lo extraordinario es que las bandas que participan en un festival se entreguen al 100 y no dejen nada por dar. Lo extraordinario es darte cuenta que aún existen sitios en los que la podemos pasar bien sin estar en el D.F. (ahora CDMX), lo extraordinario es que existan festivales que cumplen lo que prometen y que a pesar de tener la etiqueta de ser un festival “elitista”, en Bahidorá todos somos iguales y vamos a lo mismo, en Bahidorá es bienvenido cualquiera que tenga ganas de pasarla bien, escuchar buena música y vivir la experiencia.
Bahidorá es un gran festival, si el año pasado dije que “no era para todos”, este año me retracto; creo que es para todos y que todos los que aman la música, la naturaleza, el alcohol, la droga y el sexo, deberían darse una vuelta a las Estacas en el mes de Febrero, ya que uno de los mejores festivales de México los está esperando con los brazos abiertos.
La moraleja de toda esta historia es que los hípsters y los mirreyes no muerden, sólo se asolean una vez al año en las estacas mientras engalanan Bahidorá.
Bahidorá 2016 SS_820