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#Voto18: "El país no cabe en el régimen de representación política que existe." Entrevista a Luis Hernández Navarro

- Por: helagone

El proceso electoral del 2018 ya empezó, y en torno él, la opinión pública y los contendientes hacen diversas lecturas. Para algunos, la elección del próximo año debe de dar pie a la continuación de un proyecto de nación, y para otros, debe de ser un punto de inflexión. En una arena electoral plagada de actores con agendas políticas radicalmente diferentes, las elecciones del próximo año transcurrirán entre dudas y desconfianza, mientras la viabilidad de la democracia en México es puesta en tela de juicio por la ciudadanía. Ante esta coyuntura, #Voto18 es un proyecto que busca llamar a la reflexión acerca de cómo nos aproximamos a las elecciones del siguiente año, para abrir la discusión hacia sectores jóvenes que por primera vez votarán en las presidenciales, y también hacia grupos de la sociedad absolutamente desencantados de la política. Así entrevistaremos a diversas personas con disímiles perfiles, corrientes ideológicas y edades, con el fin de arrojar algo de luz al respecto de lo que ocurrirá el próximo año y en los venideros.

El país no cabe en el régimen de representación política que existe

Entrevista con Luis Hernández Navarro

por Alan Plata
@AlanPlata_97
Ximena Ramos
@Xime_Rms
Alan Plata: Para comenzar quisiéramos preguntarte, ¿cuál es la importancia histórica y coyuntural de las elecciones de 2018?
Luis Hernández Navarro: Bueno, es un cambio de gobierno, del Poder Ejecutivo pero también del Poder Legislativo, de manera masiva habrá elecciones en varios estados también, pero desde el año de 1988 por lo menos –perdón que me vaya tan la historia, pero creo que así es más fácil comprenderlo– se nos ha dicho que que cada elección presidencial es definitiva, es fundamental, que está en juego el futuro del país, y es cierto, pero también hay que relativizar esto. El 88 fue una lección realmente significativa, estaba en juego la ruptura del PRI, la posibilidad de una alternancia; en el año 2000 otra vez estuvo en juego la posibilidad de que el PRI saliera, salió, pero no significó una modificación sustantiva del régimen político. La pregunta es qué puede cambiar realmente y qué no puede cambiar en la coyuntura del 2018, ¿está en juego la continuidad o ruptura del modelo económico que hemos visto? ¿Hay en alguno de los tres principales candidatos, de las tres grandes coaliciones que se han formado, la voluntad de terminar con este ciclo de reformas neoliberales y emprender otra ruta? Mi respuesta es que no. En lo esencial vamos a ver una continuidad del modelo y eso implica también a Andrés Manuel López Obrador. Evidentemente no va a ser lo mismo si gana Ricardo Anaya que si gana José Antonio Meade que si gana López Obrador, pero el modelo en lo general no va a sufrir modificaciones profundas. Andrés Manuel López Obrador no cuestiona el modelo neoliberal, a lo sumo, lo que está haciendo, como lo dijo ya en otra campaña, es limar sus espinas e impulsar medidas de construcción de redes de protección social que amortigüen los efectos del modelo en sectores sociales desfavorecidos, pero no transformar el grano.

La segunda pregunta es el modelo de representación partidocrático en el que vivimos. Un modelo que nace en su versión moderna de lo que fueron los acuerdos de Barcelona en 1996, con una reforma política que se tradujo en un reparto del poder –de manera subordinada– pero un reparto del poder entre el PRI, el PAN y el entonces PRD, que establece en lo central el monopolio de representación política en los partidos. ¿Esto va a sufrir transformación en el caso de que gane cualquiera de los tres candidatos? Mi respuesta es no. Eso no está en juego, es al revés, lo que está en juego un proceso de refortalecimiento de ese aparato de representación alrededor de todo el mundo de la partidocracia. No está entre las propuestas una reforma del Estado profunda que cambie la naturaleza de ese sentido. ¿Qué es entonces lo que está en juego? No está en juego el modelo económico, no está en juego el modelo de representación política, lo que está en juego es la posibilidad de moralizar la administración pública, de combatir la corrupción de manera mucho más enérgica que como se ha hecho que es una risa, establecer mecanismos más variados, quitarle algunos privilegios a la clase política, establecer contrapesos a esta alianza entre los poderes fácticos-políticos que permiten hacer negocios al amparo de la administración pública. Creo que todo eso, en caso de que gane Andrés Manuel López Obrador, tiene posibilidades de sufrir una transformación. En el caso de Ricardo Anaya y en el caso de José Antonio Meade no, con eso vamos a ver más de lo mismo incrementado.
Eso es lo que está en juego, no otra cosa. Nos venden que lo que está en juego es la posibilidad de refundar el país, nos venden que lo que está en juego es la construcción de un nuevo tipo de Estado social. Yo en ninguna de las tres propuestas de los grandes candidatos he visto que haya transformaciones sustantivas en este terreno.
Ximena Ramos: En relación a la manera en que el sistema de representación de los partidos políticos le ha fallado a la ciudadanía, ¿cuál es tu opinión sobre las candidaturas independientes y también sobre la propuesta de reducción del financiamiento público de los partidos políticos?
LHN: Déjenme hacer historia también sobre esto, hace un momento hablaba de los acuerdos de Barcelona en 1996. En el 94 que estalla el movimiento zapatista hay una gran crisis; un año después se suma, por un lado, el descontento social; por otro, un fuerte descontento aludido con el problema de la crisis económica y la devaluación del peso; y finalmente, las contradicciones al interior del régimen entre el presidente Ernesto Zedillo y Carlos Salinas. Comienza entonces a vislumbrarse la posibilidad de una modificación sustantiva del régimen político.

Esto apareció con mucha claridad en los Acuerdos de San Andrés, que establecieron cuatro mesas para tratar en un primer momento la cuestión de los derechos y la cultura indígena, y en un segundo momento las cuestiones relativas a la democracia y justicia. La primera mesa se resolvió con la firma de los Acuerdos, que establece la necesidad de un nuevo pacto entre el Estado y los pueblos indios, y la segunda mesa estaba avanzando. En el caso de la primera –pero también de la segunda– los zapatistas no se pusieron a negociar ellos, sino que convocaron a una variopinta representación de actores de la sociedad civil, grupos de derechos humanos, intelectuales, personas que habían pensado el problema de la democracia. En esa mesa de “democracia y justicia” se estaba perfilando un modelo de transición y de crítica a la partidocracia, que rompía el monopolio de la representación.
Pero de manera simultánea, el gobierno comenzó a negociar con los partidos políticos una reforma paralela, de tal manera que esta mesa dos fue hecha a un lado y se acabó pactando un modelo de reforzamiento partidocrático en el que formalmente, por ejemplo, se consolidó la ciudadanización del IFE para organizar las elecciones, pero al mismo tiempo se repartió entre los tres partidos quiénes iban a ser del IFE. Lo mismo se hizo con el TRIFE. Se abrió la posibilidad para que el PRD ganara en la Ciudad de México en 1997 y se reforzó ese mundo partidocrático. Quien negocia todas estas posiciones es quien en ese momento era el presidente del PRD, que se llama Andrés Manuel López Obrador, quien lo negocia por el PAN es Felipe Calderón, y por el PRI, no tiene importancia, pero era Santiago Nieto. Este régimen de representación hizo a un lado candidaturas ciudadanas, referéndums, iniciativa ciudadana, revocación de mandato, a pesar de que era evidente que el país no cabía en la representación política. Había surgido una gran cantidad de nuevo interlocutores por fuera de eso partidos pero no les importó.
Desde entonces hemos visto procesos que, por un lado se han venido haciendo pequeñas concesiones, liberalizando el régimen político, pero por otro, se ha venido reforzando el control vertical y autoritario. La última expresión fue el Pacto por México, en el que dicen: “A ver, todos nos metemos aquí al corral y nos ponemos de acuerdo sobre estas reformas” Y al mismo tiempo se hicieron una serie de concesiones como candidaturas independientes y etc. Es muy interesante porque formalmente se aprobaron, pero la clase política mexicana es especialista en reconocer derechos siempre y cuando no puedas ejercerlos: hay toda una obra de cerrajería en el aterrizaje de esas legislaciones que lo hacen imposible, como el caso de las candidaturas ciudadanas. Lo vimos con Marichuy y con su candidatura quedó demostrado que la forma en la que se organizó está hecha para que ese mundo, que es precisamente el mundo que no tienen representación política en las instituciones, no la pueda tener, no pueda participar.
Vean ustedes las listas de las tres coaliciones ciudadanas, las listas de diputados, senadores, las propuestas, y lo que van a ver es a los mismos actores políticos que han estado activos en los últimos 20 o 30 años, por alguna razón las fuerzas centrípetas los habían llevado a salirse del marco de representación y que lo que están haciendo es echando la red para volver a meter a todos dentro de ese mecanismo de representación.
Las candidaturas independientes son una tomadura de pelo, están organizadas para que sea prácticamente imposible avanzar hacia ellas, pueden tener éxito dentro de ellas quienes provienen del mundo de la clase política, como hemos visto. Localmente puede haber algunas diferencias, algunas personas son las excepciones que confirman la regla. En el caso específico de esta contienda electoral, esas tres candidaturas que probablemente se registren por la vía independiente le servirán a quienes lo promueven para negociar. No van a servir para ampliar el marco de la representación, sino para negociar en los mismos términos en los que ya se ha venido negociando.

 
Por otro lado, yo defiendo el financiamiento público de los partidos y las campañas electorales por una razón muy sencilla, y es que si no se hace así queda uno en manos de la iniciativa privada y acaban siendo los grandes intereses los que definen. Ya lo son, lo que hoy vemos es que además del dinero limpio, hay esquemas de triangulación gubernamental para subsidiar campañas políticas desde los recursos públicos, pero también dinero oculto, que va desde el mundo de la narcopolítica hasta grandes empresarios que filtran ese dinero. Durante las campañas políticas uno comienza a ver los billetes de $1000 pesos circular en la calle, operaciones que tradicionalmente se hacen con tarjeta de crédito aquí se hacen ahora con billetes, porque es la forma de no dejar huella de ese proceso.
AP: Tú has estudiado los movimientos sociales durante mucho tiempo y, en ese sentido, ¿cómo ves la posibilidad de que surja un movimiento social a partir de estas elecciones? 
LHN: Mi problema es que la bola de cristal que tengo para ver a futuro la utilicé de bola de boliche, entonces está un poco maltratada. Pero a ver, en 1988, se construye realmente un movimiento cívico-electoral alrededor de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, en donde distintas expresiones de descontento encuentran en esa candidatura la forma de articularse, eso fue muy evidente, pero el centro es la movilización electoral, no los movimientos que surjen al margen. El levantamiento zapatista no responde a una coyuntura electoral, yo no lo leería así. Viene de una lógica interna de las comunidades en Chiapas que acuerdan el levantamiento, lo procesan, utilizan la fecha del 1º de enero, fecha de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, y por supuesto que incide en la coyuntura electoral, pero el gran movimiento que se genera a favor de la paz por parte de los zapatistas trata de ser capitalizado convocando a la Convención Nacional Democrática, pero acaba teniendo un papel secundario en la coyuntura electoral, lo que termina por imponerse es el voto del miedo. Hay una operación espectacular para apuntalar la candidatura de Ernesto Zedillo. En el 2000, no hubo en sentido estricto una movilización social, sino una movilización de la opinión pública, para construir la lógica de un voto útil favorable a Vicente Fox. En el 2006, el movimiento contra el desafuero fue buena parte de la sacudida social que le permitió a López Obrador organizar el movimiento, pero es otra vez un movimiento con un referente electoral. En el 2012, sí apareció algo nuevo, inesperado, sorprendente, en contra del papel que juegan los medios de comunicación –que fueron sus vertientes centrales con el problema de la corrupción. ¿Veo algo así en el aire? No, pero pues tampoco lo veía en el 2012. Lo que sí veo es una apuesta del lopezobradorismo por construir un sentido común en el terreno electoral que diga dos cosas: primero, la inevitabilidad de su triunfo y, segundo, el proceso de huída de estos distintos actores políticos para subirse al Arca de Noé lopezobradorista ante el diluvio que se avecina. ¿Una gran movilización social? No, lo que veo es esa efervescencia electoral, ese estado de ánimo en la opinión pública, pero hasta ahí.
XR: Pensado un poco tanto en los procedimientos formales de la democracia como en las condiciones sociales, ¿consideras que en México puede haber democracia realmente?
LHN: ¡Yo creo que tiene que haberla! Tenemos un problema de fondo que sigue sin ser resuelto: el país no cabe en el régimen de representación política que existe. Ese régimen se ha convertido en el garante para impulsar un proyecto económico sumamente dañino para el país mismo y para los sectores subalternos. Hay por afuera de ese régimen de representación política una enorme capacidad de resistencia social. Es una resistencia, por lo pronto, desarticulada, como la resistencia de los pueblos indios en contra del despojo de sus territorios y por la reivindicación de su autonomía y el reconocimiento de sus derechos, el movimiento de desaparecidos impulsado por sus familiares, yo tengo documentados aproximadamente 300 conflictos socioambientales. Tienes toda esa vitalidad asociativa en el campo popular, pueblos indígenas, lucha por los desaparecidos, movimientos socioambientales, campesinos, jóvenes, que lo que están planteando es la necesidad de un nuevo régimen, un nuevo tipo de representación política. Y que en su seno están desarrollando prácticas democráticas alternativas, con revocabilidad de mandato, representación rotativa, ha sido una escuela de muchas años de formación de esa levadura. Claro que México puede ser un país plenamente democrático, y ahí está esa cultura y esos cimientos para serlo.

AP: ¿Dentro de los proceso electorales no consideras que haya democracia?
LHN: No, yo creo que no.
AP: Y en sentido, ¿el voto tiene importancia sabiendo que no hay democracia en los procesos electorales en México?
LHN: Votar es una experiencia que hay que tener. Y creo que todas esa miles de gentes que están entusiasmadas con la posibilidad de una transformación profunda alrededor de AMLO, la única forma en la que van a entender los límites de ese proyecto es viviéndolo. Si eso sucede y finalmente gana López Obrador, y el conjunto de compromisos que ha tenido que establecer con los poderes fácticos le impiden cumplir con una parte de las promesas que ha hecho, eso es lo que va a llevar a la gente a pensar en otra ruta. Mientras tanto, los que señalamos sus limitaciones de lo que está hoy en juego, vamos a parecer como gente equivocada. Pero hay que vivir esa experiencia  socialmente para poder redefinir otra manera.
AP: Cambiando un poco de tema. Tú has estudiado el movimiento magisterial. Lo que hemos podido observar es que históricamente el sindicato de los maestros ha sido determinante en los procesos electorales, por lo genera Gordillo siempre ha estado del lado de los que ganan, ¿tú crees que siga siendo determinante en estas elecciones esa alianza que se ha establecido, y que pueda llegar a concretarse con la llegada de Obrador a la presidencia?
LHN: Yo creo que el papel del Sindicato Magisterial, del SNTE, no es determinante. Es una factor que ha influido en los procesos electorales en un doble sentido: en el que un sector de magisterio se identifica con los candidatos del partido oficial, y en el magisterio hay una cultura política o cívica de organización de las elecciones, cuidar casillas, levantar actas, etcétera. Esa experiencias está ahí nacionalmente, y es una experiencia que ha capitalizado principalmente el PRI, pero que también le sirvió al PAN cuando hizo alianza Elba Esther con Calderón, y por debajo del agua hizo lo mismo Vicente Fox. En esta ocasión esa fuerza está fragmentada. Efectivamente tienes el grupo que dirige Juan Díaz de la Torre que está al frente del Sindicato, con los recursos del Sindicato. Está la corriente que expresa Elba Esther Gordillo, corriente muy desarticulada, que ha tratado de adquirir forma a través de las redes sociales progresistas, que encabeza el yerno de Gordillo, Fernando González, un personaje que no tiene nada que ver con el magisterio, al igual que Juan Iván Peña Neder, quien está más ligado al mundo de los casinos, y fue asesor de Abraham González. Ellos están tratando de amarrar esa fuerza, incluso firmar ya un pacto con Andrés Manuel, pero son ellos, no la Coordinadora. Habrá que ver si cumplen o no, esto lo ofrecieron ya en el Estado de México con Delfina y no cumplieron. Así juegan ellos.
Luego tienes la coordinadora, ellos no tienen una alianza con AMLO. Si ustedes leen los resolutivos de la sección 7, son muy críticos de AMLO, al mismo tiempo son resolutivos que están llamando a no votar por los partidos que forman la “Alianza por México”, eso puede ser interpretado como que están apoyado a AMLO, pero no es así. De todas formas, la Coordinadora va a decir próximamente cuál va a ser su posición. Lo importante es señalar que no hay una alianza, aunque cada uno de los maestros de base puede dar su apoyo a quien sea. Esto lo podemos ver con grupos ligados a la Coordinadora en Zacatecas y Veracruz que apoyan a AMLO, pero no es la sección 22 ni la 7. Muchos de estos grupos no tienen la experiencia en la cuestión electoral o en el cuidado de casillas sí tiene Elba Esther y sus grupos. ¿Qué puede pasar? Es muy probable que una parte del magisterio vote por AMLO, porque están muy enojados. El hecho que el coordinador de la campaña de Meade sea Aurelio Nuño, al que ellos llaman el sargento, es un negativo, hay mucho enojo con la reforma educativa, ellos quieren presentar la reforma como el gran éxito, y es un fracaso.

XR: Pasando a otro tema, ¿cuál crees que ha sido, y va a ser, el papel de los medios de comunicación en torno a este proceso electoral, tanto de los medios hegemónicos como de las nuevas formas de comunicación como redes sociales o radio por internet?
LHN: Los medios juegan un papel clave en las campañas electorales, sobre todo si en unas campañas que están marcadas por las peleas de lodo, las toneladas de basura que los distintos candidatos se avientan unos a otros. Desde los medios se quiere construir una percepción de AMLO como ganador inevitable o la percepción de AMLO como el malvado que vaya a llevar al país a un desastre. Pero va haber algo nuevo, si ya en el 2012 las redes sociales jugaron un papel muy importante, y por redes sociales entendemos sobre todo Facebook, Twitter, WhatsApp, ahora creo que jugarán un papel mucho más importante. Sin embargo, me parece que la mayor cantidad de contenidos se van a seguir generando desde los medios tradicionales. Muchas veces los que se distribuyen en redes son contenido generados desde los medios institucionales, aunque hay algunos blogs que juegan un papel importante. Pero evidentemente ahora van a jugar un papel muchos más importante, porque sirven para hacerles contrapeso a los medios institucionales, porque sirven para corregirlos.
Ahí quien lleva la delantera es AMLO: su despliegue en las redes sociales es mucho más potente, penetrante, con capacidad de mucha mayor reacción que la de los otros candidatos. Han venido construyendo una maquinaria muy aceitada con -odia esta palabra- “influencers” que arrastran muy fuertemente. Sí va ser una campaña que se va a dar ahí. Pero también es una campaña, que como siempre, y eso no se puede despreciar, se va a definir en el terreno territorial. Con terreno territorial quiero decir, la organización del voto y el cuidado de las casillas. En las redes sociales, Delfina ganó las elecciones del Estado de México, en la operación electoral no, tuvieron casi el 30% de casillas que no cuidaron, ahí te meten todos los votos que quieren, además de toda la operación de compra de voto. Y esto no pasa por las redes más que como una denuncia.
AP: Para finalizar, ¿cuál crees que sea el papel de jóvenes en este proceso electoral?
LHN: Yo tengo 63 años, no voy a decirle a los jóvenes qué papel tienen que jugar. Son ustedes los que tienen que definirlo, ver qué van hacer, qué es lo que está en juego. Sería de una enorme arrogancia de mi parte decir “no, miren, esto deben hacer”, o caer en el lugar común de decir cómo “esta elección la van definir los jóvenes”.
A ver lo que tienes es lo siguiente: en el año de 2006, los votantes de AMLO eran sobretodo gentes mayores, jubilados; su campaña no logró conectar con la juventud. Yo veo ahora una diferencia con eso, en los estado, fuera del centro, muchos jóvenes que participaron en #YoSoy132 se metieron a Morena, y están jugando un papel muy importante en la movilización, y en la construcción. Ahora ya no son tan jóvenes, ya tienen 6 años más de los que tenían entonces, pero sí siento que el posible voto juvenil se está orientando mucho más a AMLO que en el pasado, se ha convertido en un candidato atractivo para ellos. Porque ejemplifica para ellos una imagen honrada, inclaudicable, y una serie de valores con los que se pueden identificar.
Aunque también veo en Anaya una capacidad para conectar con los jóvenes muy impresionante, por lo menos con un cierto tipo de joven. Hay toda una apuesta por empatar con los millennials. De hecho su último evento, cuando salió su candidatura, quiso presentarse como una especie de Steve Jobs, con mucha tecnología, y las redes, se presenta tocando su instrumento y andando en moto por Neza. Es decir, hay toda una apuesta por seducir a los jóvenes y yo sí encuentro que hay cierto tipo de jóvenes que se identifican con él. Él es un buen polemista, me ha tocado verlo, cuando era dirigente de PAN, en los debates, y los ha ganado. Eso le ayudo, les pica los ojos, o sea es como un peleador callejero, les pone una revolcada enorme, eso también lo puede llevar a conectar. Aún faltan meses para las elecciones, no sé si les alcanza para dar un vuelco. Así lo veo yo.

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Luis Hernández Navarro es periodista y coordinador de opinión de la jornada, desde hace varios años ha seguido de cerca los hoy miento sociales en este país.