TODO MENOS MIEDO

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Xuxa brinca con los indios

- Por: helagone

Por Benjamín E. Morales
El terror es común, es como respirar, a veces, el miedo no es suficiente. Ahí comienza la cultura, la lengua y, con ellas, vienen los enemigos. Uno contra otro, blanco contra negro, noche contra día, calor contra frío. El rostro de la humanidad se forma en esta asimetría, en esta falta de coherencia. Tal vez, la única certeza que puede llegar a tener el hombre es la posibilidad de estar sobre el otro.
Es trabajo de los fuertes construir la historia. Moldearla de manera que se asegure su supervivencia o una parte de ella. Las esencias sobran en este sentido. La violencia nos ha engendrado, nos ha nutrido y ha demostrado, una y otra vez, su eficacia didáctica. No podemos estar más que agradecidos.
A veces nada es suficiente. Uno olvida. Olvida con frecuencia todo, o casi todo, porque es más fácil vivir así. En las sombras. Sin embargo, las cosas nunca se van, simplemente callan y esperan, como lo hace el cáncer. Encontré este video hace poco. Francamente estaba en busca de escotes y piernas. No lo niego. Todos nos protegemos de alguna manera: unos compran autos, otros viajan por el mundo, el resto trabaja y forma una familia. Pero todos evitamos ver lo que somos. Y este video me lo recordó de manera contundente.

Cuando lo vi por primera vez, no lo comprendí. Simplemente veía a una rubia bailando, tratando de sostenerse un penacho sobre la cabeza, rodeada de bufones y unos espectros pardos de fondo. ¿Qué mierda era esto? ¿Por qué me lastimaba de manera tan aguda? ¿Por qué me sentía avergonzado? ¿Humillado?
Lo vi por segunda vez. Xuxa, la fantasía de todos los niños, cantaba.
Índio fazer barulho
Índio ter seu orgulho
Índio quer apito mas também
sabe gritar!!OOOOOOOOOOOO
La tercera vez fue una pesadilla. Era cierto. En algún momento, en un foro de televisión brasileña, a alguien le pareció divertido meter a varios “indios” para bailar alrededor de sus figuras inmóviles. No se dice cómo es que han llegado ahí, no se dice cómo salieron. Pero están fríos y en silencio, observando el tinglado de la brasileña; alguno carga una sonaja, otros llevan micrófonos, en su mayoría llevan algún tipo de lanza o arco. Hay hombres maduros y hay niños y, al verlos, uno no puede dejar de pensar en los animales disecados de los museos de ciencia natural, o en los circos europeos de finales de siglo XIX, donde se exhibían ejemplares humanos del exótico mundo que rodeaba a las culturas predominantes de la época. Se puede entender que mi boca llegara hasta el suelo.
indioxuxa
Esta imagen me golpeó la cuarta vez que lo vi. Ahí había triunfo y olvido. Supresión. Un condenado a muerte o, mejor dicho, un trofeo, la cabeza de un gamo en la pared de un cazador. Algo digno de presumirse. La imagen corresponde al minuto 3:16, casi el final del la presentación. Posteriormente, Xuxa toma de la mano a los niños “indios” y los hace dar vueltas en un círculo incomprensible para los pequeños en taparrabos. El círculo de Xuxa se vuelve una elipsis en el trazo de los pequeños. Su derecha o su izquierda parecen invertirse. Ya no saben andar o, por como lo siento, no andan a nuestro modo. El miedo se vuelve el ritmo de este espectáculo tan propio.
A veces el terror es suficiente. Esta época nos ofrece una oportunidad única: comprender el peso de nuestras historias sobre las espaldas de las demás historias. Con tonterías como un video de Xuxa nos encontramos, frente a frente, con lo que nos sostiene. Y no hablo de los “indios” reducidos a especies en extinción. No puedo, pues no soy “indio” y no me interesa serlo. Respeto la autodeterminación cultural y política de los pueblos, y, por lo mismo, me siento impedido de hacer mías luchas que no comprendo. No. Hablo de los enemigos. Si usted está leyendo esto, le guste o no, está bailando alrededor de los enemigos, de los vencidos, inmóviles y humillados. Pues sobrevivir es detener la supervivencia de otros y es imposible remediarlo. Es humano. Somos nosotros, los ganadores. Y eso pesa. Mucho. No lo comprendemos. Es asfixiante. Es más sencillo y épico verse en los “indios”. Pero es una mentira. Xuxa trata de hacer un llamado a la aceptación y la hermandad. El resultado es un despliegue histórico chocante por su inintencionalidad.
Al final me tengo que responder. ¿Por qué me lastima? ¿Por qué la vergüenza? Pero no lo tengo claro. Hay algo en esa escena que me nombra. Sé que no me encuentro entre los humillados. Al contrario, puedo reconocerme entre los amigos de Xuxa. Bailando el desconcierto del enemigo, junto al enemigo. Sin comprensión. Sin empatía. Sin solución.