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¿Por qué no leen los mexicanos aunque los libros sean baratos?

- Por: helagone

¿Son ridículas las propuestas de reducir los precios en libros y crear una colección popular? Por algunas reacciones virulentas da la sensación de que en este país, como en otros muchos temas, quien no lee es sencillamente porque no quiere. Pero si analizamos las cifras sobre hábitos de lectura publicadas por el INEGI, la realidad es algo más compleja.

¿Un país de lectores?

En México no sólo se lee poco sino que cada vez se lee menos. En 2018 sólo el 76.4% de las personas mayores de 18 años leyó algún tipo de material escrito, lo que incluye libros, periódicos, historietas, revistas, páginas de internet y blogs. En 2015 el porcentaje alcanzaba el 84.2%.

Si las cifras de 2018 las diferenciamos por género, los porcentajes varían. En promedio el número de lectoras es menor en un 8.74% que el número de hombres lectores. Mientras en ellos la población que lee alcanza el 80.1%, en ellas son sólo 73.1%.

Cuando les preguntan a las personas que no leen cuáles son sus razones el 45.6% dijo que es la falta de tiempo. Sólo el 1.7% admitió la falta de dinero como obstáculo. La gran conclusión es que la gente no lee por falta de tiempo y no de dinero.

Pero dijimos que todo es más complejo. Cuando le preguntas a quienes sí leen de qué forma adquirieron sus publicaciones, más de la mitad respondió que sus lecturas son de materiales gratuitos. En promedio el porcentaje es de un 60%.

La única publicación que rompe con la tendencia son los diarios: el 61.6% de los hombres sí pagan por acceder a este tipo de lectura. En comparación, sólo el 41.8% de las lectoras desembolsa para adquirir un periódico. Y de acuerdo a la siguiente gráfica, en general las lectoras son en su mayoría consumidoras de materiales gratuitos.

Casi nadie indica que el dinero es un factor para no leer. Paradójicamente pocas personas pagan por un material de lectura.

¿Libros? Ni regalados

Y quizá pensemos que este acceso gratuito se debe a que son materiales digitales, pero no es así. La misma encuesta nos indica que casi toda la población (88.5% promedio) prefiere materiales impresos mientras que leer en plataformas electrónicas en promedio alcanza apenas el 8.7%. Si bien desde 2015 la población lectora de libros digitales se duplicó en 2018 fue del 10.7% a nivel nacional.

Si vemos el caso concreto de quienes leen libros, el universo se reduce aún más. Para 2018 ni siquiera la mitad de la población mayor de 18 años leyó al menos un libro en los últimos 12 meses pues el porcentaje es del 45%. De esa cifra, sólo el 40% afirmó que lee literatura, el 33.6% leyó libros de texto o uso universitario, algo que se enmarca más en lecturas obligatorias para cumplir con deberes escolares, y un 28% fueron libros de autoayuda, superación personal o religiosos.

Por cierto, la idea de fortalecer bibliotecas públicas no puede ser la única para incentivar el hábito de la lectura, pues el 85.6% de las personas prefieren leer libros en su casita y menos del 1.6% indicó otros lugares como el transporte, librerías o las bibliotecas.

¿Por qué no leen los mexicanos?

Pero el problema no sólo es la pérdida de lectores sino también la calidad de la comprensión lectora. Sólo el 20% de la población lectora afirma que entiende todo lo que lee, poco más de la mitad (58%) entiende la mayoría y el resto entendió la mitad o menos.

Si bien el acceso a libros es un buen inicio, lo urgente es consolidar una política pública que vele por acercar materiales actuales, adecuados y relevantes para quienes ya son lectores. Y a la par forme desde edades tempranas este hábito, con especial énfasis en las niñas, la población que más urge atender.

La lectura es una capacidad que se aprende, se desarrolla y se contagia sólo sí se práctica constantemente, es ridículo pensar que sólo con acercar libros se logré fomentar el hábito de leer, pero quizá lo es más creer que sin libros puedan existir más lectores.

*Todas las cifras corresponden a los resultados arrojados por Módulo de Lectura (MOLEC) 2018, que realizó el INEGI en febrero de ese año.

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Gisela Martínez – @giseleando