por Alain Derbez
@Alain_Derbez
Lee la Parte 1 aquí.

IV

Por andar hablando de la sopa me olvidé de la vaca. Me ha desconcentrado (el corrector de la computadora se empeña en poner desconcertado y no le falta razón): un raro encantamiento que alguien puso en mi saxofón noches después de tocar blues en un par de lugares de la ciudad de Athlone (uno de ellos, el pub más antiguo del planeta) me trae a mal traer. Debe de ser por ello que he dejado al rumiante suicida a un lado. Simplemente no me puedo enfocar. No entiendo por qué razón de pronto quiere (como en la Quay Street donde me eché una colombiana- palo flamenco de ida y vuelta- acompañando al guitarrero catalán Javier Mula) y de pronto nomás no (como frente al monumento que junto al mar recuerda la gran hambruna aquí a mediados del siglo XIX). ¡Ah instrumento de contentillo!… El otro día vi a una foca a la mitad del río Corrib. ¡Para corrientes fuertes ésa! Pero el agua con todo su poder al empeñoso animalito le tenían sin cuidado. En otra vida debe de haber sido salmón. Ahí iba a contra corriente nade y brinca, brinca y nade río arriba concentrado en llegar. Yo la descubrí a pesar de la lluvia y la escasa visibilidad y le grité en irlandés ¡adónde vas criatura!… Por no distraerse, supongo, hizo caso omiso de mis voces. No, no es cierto. ¿A quién quiero tomarle el pelo? Por lo regular las focas me hacen poco si no es que nada de caso. El otro día en la mayor islas de Aran lo primero que hicimos fue coger nuestras bicicletas- debo apuntar aquí que viajo acompañado aunque no estoy seguro de si ya se los había dejado saber- y dirigirnos a la colonia de estos mamíferos pinnípedos que se anuncia en toda guía impresa como atractivo turístico a destacar de Inis Mor. Para allá vamos pedaleando mi prenda amada y Yurstruli (que así soy conocido en estos lares) con el mismo afán con la que la foca de marras subía desde la bahía de Galway rumbo al lago que Corrib también se llama, y ahí llegamos bofe echado- sobretodo ella he decir porque yo tengo más callo y condición entrenado como estoy a jugarme la vida bicicleteando entre los microbuseros asesinos que pueblan Mancerilandia– y todo para qué: ni una foca en la colonia; ni una foca en los pedregosos alrededores y ninguna en las heladas aguas del Atlántico. Ni una sola por más que silbamos y llamamos a dos voces y en tres sino es que en cuatro idiomas. Incluso saqué el saxofón que con el embrujo que les digo que algún mala onda druida le echó a veces suena como si el mismísimo Julián Carrillo me lo hubiera afinado. Pensé que los armónicos que naturalmente le salen en combinación con mis hechuras de Paul Winter post-moderno las animarían a asomarse, pero nada.  Es como si hubieran visto un fantasma- aunque esto aquí, se sabe, es cosa de todos los días, así que no me sirve la frase hecha (intento una vez más); es como si uno de los cazadores de focas canadiense que garrote en mano sacude todas las conciencias como zarandea a las blancas bebés para asesinarlas sin dañar la piel que será vendida a las más caras y exclusivas casas de moda para expender abrigos, hubiera estado detrás de nosotros. ¡De tarugas salían! Pienso entonces en las albas criaturitas como en las mineras y en la ecología y las negociaciones del TLC en lo oscurito y en todos los senadores mexicanos que se dedicaron a explicarle al joven Trudeau lo que era la rebatinga de selfies para ser capturados en pleno lengüetear de alfombra y de zapatos Canadá al grito de ¡papadzul conmigo, conmigo papadzul! ¡Como los traigas lamo!… Pero estaba hablando de la vaca, la vaca suicida hallada colgada de un árbol en algún lugar al norte de Dublín. Leí algo en el diario de La voz de Galicia hace días sobre importación de bovinos irlandeses a España que llamó mi atención aunque no tanto como los últimos hechos que están destruyendo aquella región de la península ibérica. Incendios provocados parece ser. Incendios devastadores y para colmo se anuncia que el citado Marianito Rajoy va para allá… ¿No será tiempo ya de pensar en la vuelta de la república?… Me distraigo una vez más, me desconcentro, me desconcierto. El asunto es que dejamos Galway horas antes de que hoy lunes en que escribo arribara con toda su potencia un huracán atípico llamado shakespereanamente Ophelia. Ahora pienso no en el rey usurpador (me refiero a Claudio el tío de Hamlet y no al hijo del impuesto por aquel gallego que dejó en España todo atado y bien atado) sino en otro imbécil, el mismo que tanto nos ocupa, el señor que afirma y ha afirmado que el cambio climático es un cuento chino. El número de letras que forman el apellido Trump es el de neuronas que tiene y cuatro de ellas han muerto achicharradas. ¿Y las gaviotas? ¿Y los peces en el río? ¿Y la vaca?… Las autoridades dublinesas han recomendado mantenernos encerrados al menos hoy. Yo salí por supuesto y hallé poca gente en la calle y un lunes irlandés de pubs cerrados. Lo que es, desde luego, un retrato desolador que me impide enfocar así que dejo todo entonces, procrastinante, para mañana. Mi prenda amada ronca en su inocencia como en su cansancio. Yo soy un león enjaulado que quisiera estar tocando de T Bone Walker Stormy Monday y no sólo estarlo mirando con la nariz pegada a los cristales. Voy por mi saxofón a ver si hablándole bonito… Ya amanecerá.
galway

V

Hoy he averiguado cosas que no sabía. Ha vuelto el sol a Irlanda y eso aunque estupendo como noticia puede ser un engaño. Ayer, en pleno huracán en Dublín -donde no pegó tan fuerte- también hubo chisguetes desprendidos por Helios así que no me fío. Pero no es eso lo que les platico que supe. No. Esto tiene que ver con la pobre vaca suicida (o quizás asesinada por seres que un señor de barbitas apellidado Maussán invita cotidianamente a chupar en compadrazgo). Resulta que se me preguntó si iba yo a seguir escribiendo sobre el vacuno asunto y respondí que por supuesto que sí ya que no todo está dicho en ese fértil como misterioso campo (¿acaso a Conan Doyle le estuvo su editor instando a dar los últimos detalles del sabueso famoso?) Calma y nos amanecemos.
En un magnífico pub de Galway que lleva el nombre de un estupendo actor ya fallecido, vi un aforístico letrero que explica más o menos lo que sucede con éste mi zigzagueante estilo tan teñido de matices arrancados a la localía. Sé que lo tengo escrito por ahí así que interrumpo un segundo para consultar… No, no sobrevivió muy bien el documento copiado como fue en el mingitorio. Sabrá pues el lector comprender que me es difícil citar a pie juntillas pero la frase iba más o menos así:

Si puedes llegar tarde a casa por dar detalle luego del camino, comienza a hacerlo.

letrero en pub irlandeės I
Tal vez lo inventé pero no importa: la frase me gustó y al menos en esta isla no sólo a mi escritura define sino a mi actuar completo. El hombre de las tablas y de las cámaras a quien me refiero, nacido en Connemara-que es la región vecina si uno baja al sur desde Galway- se llama Peter y se apellidaba O´Toole y muchos habrán de recordar su mirar destacado debajo del turbante de Lawrence de Arabia en una película de 1962. Así pues se llama el pub donde a dos manos entré a mear y a copiar al mismo tiempo ya que la afluencia de urgidos parroquianos me hacía imposible la tardanza: O´Toole. No es que fueran a tomar acciones en mi contra pero no es de Dios-creas o no en él en Eire como en México- hacer esperar a quien litros de Guinness quiere descargar de la vejiga y uno es consciente, uno es agradecido y uno es solidario. “No hagas- decía mi abuela”- a otros lo que no quieres que te hagan. Bueno, mi abuela también decía aquello de “la confianza da asco” así que no sé si es bueno citarla ahora que abuso de la de ustedes interesados en saber qué fin tuvo el caso del fenecido rumiante. Vuelvo entonces a él y también a lo que averigüé justo esta mañana iluminada. Debo decir algo antes de Connemara ya que líneas arriba he citado el Diario Irlandés de Heinrich Böll. Como tengo mi ejemplar aquí conmigo autografiado por el mismísmo premio Nóbel del 72, sí que puedo citarlo tal cual aprovechando que también en Galway me compré unas gafas de las buenas, de las que no se caen aunque en el tren no ten un manotazo totallmente accidental. Está en la página 14 de la edición catalana de Laia:
“-No, padre, no…es demasiado amargo pensar en Irlanda. He de volver una vez al año, a ver a mis padres; y mi abuela vive todavía. ¿Conoce usted el condado de Galway?
-No- dijo en voz baja el cura.
-¿Connemara?
-No.
-Debería ir a verlo. Y no se olvide a la vuelta, en el puerto de Dublín, de fijarse bien en lo que exporta Irlanda: niños y curas, monjas y bizcochos, whisky y caballos, cerveza y perros…
-Hija mía- dijo en voz baja el cura-. No hay que mencionarlo todo de un tirón.
-No creo en Dios- dijo la voz clara y suave-. Y si no creo en Dios, ¿por qué no he de juntar curas, whisky, monjas y bizcochos? Tampoco creo en Kathleen ni Houlihan, la Irlanda de los cuentos. He trabajado de camarera en Londres durante dos años. He visto las muchas chicas de la vida fácil…” y hasta ahí.
Eso se escribió, ya les digo, entre 1954 y 1957. Las cosas han cambiado en este 17 de siglo casi nuevo. Aunque- me dice el señor que siempre se sienta en la esquina- si le quitas la pantalla de videos y la sinfonola, todo en este pub está idéntico a cuando vine por primera vez hace ya tantos años que no cuentan. ¿Pedimos una más?… y la pedimos. Lo que ha de suceder, como ya sucedió, necesariamente debe de ser contado. Sólo lo dejo ahora para su diferido revivir.

 ***

Gordiano era Libra

Mientras que Irlanda envía a México latas de cerveza Guinness, México regresa botellas de salsa Valentina. Algo no anda del todo bien, supongo, cuando la descubro en un anaquel de tienda egipcia a la mitad de Dublín y a una cuadra del río Liffey. Luego por qué nos quieren botar de los tratados comerciales, sigo pensando ahora frente a un supermercado moldavo que está en contra esquina de un establecimiento comercial donde tanto compradores como vendedores, al igual que los productos, parecen chinos. Contiguo está un local de brasileñas viandas y más allá un restaurant de comida nepalesa atendido usualmente por un chico asturiano. Mira- estoy por citar en mi sorpresa a cierto supuesto “nadador de muertito” en el viaje final- aquí también hay güeros. Para mi fortuna y amor propio no lo hago. ¿Por qué estoy aquí si bien advirtieron con gaélico acento que no saliéramos? Realmente esto podría llamarse una mini-compra de pánico. Es el día del huracán en Irlanda y casi nadie está en la calle (y en ese casi estamos incluidos egipcios, moldavos, chinos, el chaval de Gijón que no fue avisado -y eso que viene desde Howth- y un par de mexicanos). La mayor parte de los comercios han cerrado y el viento fementido juega más allá de con vestidos y con los adivinados talles de la canción que entonaban haca décadas los hermanos Martínez Gil. Los soplidos del arrogante mercurio arrasan con todo lo mal puesto y hacen bailar las chelas conseguidas y embolsadas amenazándolas como si Pajarito, el toro brincador de la Plaza México, me aventara el testuz en la tercera fila ¿Se acuerdan de esa foto: el pesado animal burlado, lancinado y furioso coge impulso y vuela pero el avisado hombre lo esquiva salvando el vaso y con ello el honor. Eso sucedió hará ya…once años. Calderón llevaba un mes de presidente en México tras soltar su frase de “haga sido como haga sido”.  
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Si me detuve frente a la salsa Valentina no es porque el Jamaicón Villegas me haya hecho una entrada artera marcando sus tachones entre el fémur, la tibia y la nostalgia, sino porque tenemos que comer y si no hay dónde pues cómo. Y no, no la compro- la salsa digo- sino que vuelvo a pensar en las gaviotas y por ende en la vaca, luego entonces en los peces en el río.
En Irlanda no falta quien al hablar de destrucción, persecuciones y excesos tiránicos recuerde a Oliver Cromwell. Lo que el invasor “Lord protector” hizo aquí al desembarcar en 1649 con su moderno ejército fue y es un escándalo histórico. La cabeza a un rincón, miembros al otro, extremidades para allá, eso hicieron con el cadáver de Oliverio una vez que lo desenterraron los restaurados monárquicos en el poder que no podían con la inquina contra quien, en 1649, había mandado decapitar al rey Carlos. Pienso echando una ojeada final a la roja botella venida desde Tamazula de Gordiano, Jalisco, en los matices distintos que tiene la palabra: “escándalo” (aunque no por ello distraigo unos segundos de mi atención al apellido del lugar o procedencia: Tamazula “de Gordiano” que resulta que, más que un nudo, era un héroe insurgente que nació, Libra como yo, el mismo día que yo pero en 1789: José Francisco Gordiano Guzmán. Al hombre lo mataron a traición como a Zapata, como a Villa, como al César de Shakespeare. 

“Yo también bruto ¿y qué?…¡Yo también bruto y qué!”.
La reina de mis días y de mis noches, acostumbrada como está a que piense en voz alta, sólo sonríe y pregunta.
-Nada- respondo- es que dormí mal. Pinches gaviotas ¡qué escándalo!, son como murciélagos de noche y kamikazes al sol. No puede ser que a toda hora chillen y vuelen, vuelen y chillen. Parece que se comieron un par de chihuahueños para el desayuno, un schnauzer en la merienda, un french poodle en el almuerzo, dos pequineses en la cena y a Pati Chapoy. No tienen llenadero. En Irlanda- remato- los ladridos de las malditas gaviotas nomás no dejan dormir y cuantimenos concentrarse.

***

Hazme una señal chiquita oh mi baby

“Como debe de ser en la dublinesa lógica, tuvieron que pasar dos días luego del huracán para que comenzara a llover y se declarara el frío, así que mientras esto escribo aquí, en el café del Irish Film Institute de la calle Eustace donde entré a guarecerme y tomar un irlandés escuchando a buen volumen como si musicalizando clima y situación a Bill Withers con su Ain´t no Sunshine When She is Gone , afuera llueve si no a cántaros si un poco más allá del “chingaquedito mojapendejos chipichipi” (gradación pluviométrica científica por todos conocida en aquellos terruños que pareciera que años hace que dejé). Aquí, a unos pasos, ancá el doctor (diríamos en Xalapa) quedó mi acompañante de la vida con sus kilómetros y de tantas y tantas aventuras diurnas y nocturnas por el mundo: “Comencemos a hacer magia”, me dijo el sabio hombre cuando deposité en sus manos mi confianza y mi fe. “No hay mucho tiempo pero haré, lo prometo, lo más que se pueda. Luego me explicó que corría con suerte porque su novia estaba fuera hasta el domingo y podía robarle unas horas a ella y a su hijo- a quien gusta sin falta de dar las buenas noches cada día a las siete- y dedicarlo entonces a atender nuestras urgencias. Me indicó también que él igualmente ha estado enfermo, que incluso dejó de trabajar, de asistir a su consultorio casi cinco semanas, pero que ya estaba recuperándose. Fue casi- detalló- una neumonía. El vecino de arriba a quien acabamos de saludar- deslizó en voz más baja pero en el envión de la charla- ha estado malo también.
-¿Neumonía?

-No, infelizmente lo suyo es cáncer. Me vengo enterando. Como ya expliqué: he estado indispuesto últimamente y la vida social no ha sido lo mío. 

-Es una verdadera pena. Lo lamento.

-Sin duda. Es buena persona. Lo seguirá siendo un tiempo.

-Confiemos en que sea mucho y muy gozoso.

-Ciertamente.

Luego se disculpó por el clima: “Sorry for the weather”. Ya bien lo advierte Heinrich Böll: un instante es el período de tiempo que transcurre entre que un irlandés dice “sorry” y otro lo cita. El hombre dijo “sorry”, yo inquirí cuándo sería bueno regresar, hablar, consultar, indagar y él pidió mi número de teléfono para hacerme saber cómo iban las cosas.

“¿Puedo quedarme aquí?” resultaba una pregunta la mar de absurda. No la hice. Sé que no serviría de nada y muy probablemente mi inquieta presencia estorbaría la operación caminando de acá para allá sobre el sonoro piso de madera de un muy antiguo edificio al centro de la capital (la zona es Temple Bar y no, no toma el nombre de un emborrachadero ya que “bar” en gaélico quiere decir “camino a” y Temple Bar entonces tiene que ser “camino del templo”. Dejé pues los datos apuntados y agregué que volvería en unas horas.

-Me parece bien. A las seis, presumo, si no surge complicación, habremos acabado.

gaviota en Dubliěn

Salí diciendo “Sorry” y permisito y, ya les digo, caminé unos pasos esquivando paraguas asesinos empeñados en sacar ojos distraídos, entré y ordené mi bebedizo. Lástima que no se puede fumar. No puedo negarlo, estoy inquieto, más que eso. Miro a mi alrededor. Carteles varios anuncian que se exhibe en pantallas el “Horrorthon”. Recordemos que en Irlanda se ha comenzado a celebrar el “Halloween” y el cine no puede hacerlo a un lado. Filas hay formadas ya para homenajear a John Carpenter y a George A.Romero (aunque no veo programado nada de Germán Robles, del Santo o Juan Orol como sí sucedería en Sitges, por ejemplo).Yo no estoy de humor para instalarme en una butaca. Sigo en donde estaba. Tal vez pida otro café que atempere esta sensación de padre primerizo que espera de la partera al menos una señal chiquita. Sé que no es el momento de recordar a Roberto Jordán pero lo hago en mi nerviosa como acompañada soledad (ahora suena Barry WhiteYou´re the first, you´re the last, my everything y se deja venir Roberta Flack con su “Matándome suavemente”). Recuerdo las casi discusiones que teníamos ella y yo porque yo insistía, necio como soy en raras ocasiones, en que el cantante sinaloense famoso también por su interpretación de “Amor de estudiante, mi primer amor”, en algún momento decía “hazme una señal chiquita oh mi beibi” y ella me corregía con razón indicándome que en realidad era “Hazme una señal chiquita oh mi vida” (y ahora Nina Simone interpreta en el altavoz su Feeling Good para dar paso a Simon y Garfunkel. ¡Quien sea que está produciendo esta lista de rolas debe de saber que está estrujando mi agüitado corazón! Aún así: lo agradezco y tarareo “El puente sobre aguas turbulentas” y luego con el saxofonista y cantante Grover WashingtonJust the Two of Us. Como ya lo dije en previo capítulo y aquí repito mientras solea al tenor el jazzista entrado al pop, el tiempo en Irlanda hace todo lo posible por disimular. Ha llegado el turno en las bocinas de Papa´s Got a Brand New Bag”. Con James Brown siempre de los siempres “sale el soul”. A ello me atengo.

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