Para R.
Hace poco pensaba en los personajes, poco conocidos o de gran fama, que se han vuelto entrañables para mí. A la mayoría de los hombres los descubrí gracias a búsquedas en internet -donde el tantear un tema me llevó a otro, luego a otro, y así sucesivamente-, o por haber leído sobre ellos para la escuela, al escuchar de ellos en la radio o ver videos y conferencias sobre su trabajo.
Con las mujeres ha sido una historia diferente. Casi todas han llegado a mí gracias a recomendaciones. De alguna manera, esa forma de conocimiento tiene todo el sentido para hablar sobre ellas, casi a susurros, en un lenguaje íntimo que comienza con “¿has escuchado hablar de X? Te va a encantar” o “pensé en ti cuando conocí a Y”. Comunicamos las voces femeninas, tal vez por costumbre o mera coincidencia, de la misma manera en que las mujeres tuvieron que construir esa voz: en espacios que desafían la permanencia de “la palabra”. Además, en mi experiencia al menos, que gente querida me haya tejido en sus afectos con mujeres maravillosas de otras culturas y tiempos, me hace pensar que en esos susurros es donde realmente reside la permanencia.
R. me habló de Hildegarda hace unos meses mientras hablábamos sobre música que significa en el alma aunque no podamos leer lo que dice de manera literal. La formación musical de R. le permitía entenderla con mayor profundidad, mientras que para mí bastaba con refugiarme en su asombro, casi ingenuamente, al escuchar las composiciones de una mujer de la Edad Media. Cuando investigué un poco más, descubrí en Hildegard Von Bingen (Hildegarda de Bingen en español) una santa a quién rezarle desde mi ateísmo. No solamente fue compositora musical, sino que su obra literaria, su labor eclesiástica contestataria -por más extraño que resulte parear esas palabras-, sus investigaciones científicas y sus profecías la elevan totalmente a rockstar medieval digna de culto.
La han llamado Sibila del Rhin, título que admite sus dotes de sabiduría y profecía. Fue nombrada Doctora de la Iglesia Universal y Profetisa Teutónica por Juan Pablo II y canonizada en el 2010 por el papa Benedicto XVI. Su importancia es tal que es venerada por iglesias de la Comunión Anglicana, entre ellas la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia Episcopal Escocesa. Tanto católicos como anglicanos celebran su día el 17 de septiembre. Su iconografía religiosa es escasa, probablemente porque su culto fue local por muchos años, pero tradicionalmente se le representa sentada con una pluma de ave con intención de estar escribiendo, con cinco flamas alrededor de la cabeza que representan sus visiones divinas y, por supuesto, con algún instrumento musical.
Su método de escritura era plasmar sus visiones y pasárselas posteriormente a un secretario que pulía su escritura, ya que sentía que no estaba lo suficientemente versada en latín eclesiástico y solía disculparse bastante por ello. Sin embargo, su obra escrita es amplísima; tan sólo el Códice Wiesbaden, conocido en alemán como Riesencodex (códice gigante), contiene una versión de sus tres principales obras místicas: Scivias, Liber vite meritorum y Liber divinorum operum, sus más de 70 obras musicales, sus obras acerca de la Lengua ignita, trabajos hagiográficos, algunas de las más de 300 cartas que se le conocen e ilustraciones hechas por los monjes sobre sus visiones.
Para Hildegarda, la música y el canto eran de suma importancia. A través de ellas buscaba dar guía espiritual a las personas, basándose siempre en sus visiones. Empleaba la técnica monofónica, el melisma y la notación propias de su época, sin embargo, su música se diferencia por el uso de amplios rangos tonales que exigen a la cantante o al coro subir a agudos intensos estando en una nota intermedia o baja, y la voz se vuelve más rápida gracias a que contrae frases melódicas, para luego ralentizarse. A su parecer, el canto es una manifestación del espíritu divino en el hombre, una evocación clara de Dios.
Compuso 78 obras musicales: 43 antífonas, 18 responsorios, 4 himnos, 7 secuencias, 2 sinfonías (como eran entendidas en el siglo XII), 1 aleluya, 1 kyrie, 1 pieza libre y 1 oratorio, lo cual es muy curioso porque el oratorio no se inventó como tal sino hasta el siglo XVII.
Su producción artística se detuvo en algunas ocasiones, cuando abandonaba el monasterio para predicar sobre redención a sus fieles, lo cual era casi inédito para las abadesas.
La correspondencia implica plantarse en un terreno nivelado, con todas las formalidades que exijan los distintos rangos y géneros de los interlocutores. Hildegarda encontró en las cartas un espacio amplio para relacionarse con personalidades poderosas del momento, dejando muy clara su opinión respecto a temas políticos y religiosos, exigiendo reformas del clero y oponiéndose a los cátaros. También escribía remedios medicinales de herbolaria, consejos sobre la vida monástica y espiritualidad.
«No oigo estas cosas ni con los oídos corporales ni con los pensamientos de mi corazón, ni percibo nada por el encuentro de mis cinco sentidos, sino en el alma, con los ojos exteriores abiertos, de tal manera que nunca he sufrido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despierta, tanto de día como de noche.’» (Hildegard al monje Guibert. Ep. CIII)
La teoría de Charles Singer, más conocida gracias a Oliver Sacks, es que nuestra abadesa padecía migraña. Quién sabe, tal vez fue gracias a no tener un diagnóstico reduccionista lo que hizo a “los síntomas” una experiencia espiritual profunda y constructiva.
La modernidad ha llevado a grupos feministas eclesiásticos y seculares a tomarla como un ejemplo relevante para la reivindicación de la mujer en la historia, en especial en el periodo medieval, y su importancia en la inclusión de mujeres para roles tradicionalmente masculinos.
Para ella, el ser humano era el centro del mundo creado por Dios y las similitudes entre el ser humano y el cosmos son el punto de convergencia entre sus observaciones científicas y sus experiencias místicas. De alguna manera, partía del cuerpo para volverlo metáfora y espíritu, y luego traerlo de vuelta al plano de los sentidos gracias a sus obras escritas y musicales. Dicen que cuando murió dos arcos brillantes formaron una cruz de luz en el cielo. Ojalá así haya sucedido, sería una materialización muy bella de la iluminación, incluso aquella causada por una anormalidad en la serotonina. De cualquier manera, algunas noches se asoma una reliquia metafórica en el cielo, pues hay un cráter en la luna que lleva su nombre desde hace un par de años.
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Ana Martínez de Buen – @Anamdb