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#BallenasBlancas: “Ella no es que sea tan fea, pero bonita tampoco” Famie Kauffman “Vitola”

- Por: helagone

por Emiliana Perdomo
@emilianita
El cine de oro mexicano se puede navegar a través de una colección de rostros gallardos, caras de porte soñador o altivo: donde no se derrochaba garbo sobraba belleza. Famie Kauffman, mejor conocida como Vitola, lejos de los cánones acostumbrados en las mujeres de la farándula mexicana de los 50, es una de las más importantes actrices, cantantes y comediantes de nuestro país. Y una de las más olvidadas.
Famie Kauffman, de origen canadiense, vivió su niñez y su adolescencia en Cuba, donde tenía la convicción de ser cantante de ópera. Su voz de soprano natural no fue apreciada por un público que no podía dejar de reír con los gestos que Famie hacía al cantar. Cuba le heredaría el nombre con el que sería mundialmente conocida. Si bien en muchos lugares de México la palabra “vitola” se usa para referirse a alguien alto y flacucho, en la isla las vitolas son los cintillos que llevan los puros de calidad. Fami adoptó el mote “Vitola” cuando, a los 11 años, fue elegida en un casting para trabajar junto con “Agapito y Timoteo” en el programa de radio cubano La escuelita.
A los 23 años, vino a México, y en su debut en el Teatro Abreu, Germán Valdés Tin Tán, la hizo firmar inmediatamente para que le acompañara en el elenco de sus producciones. Una de sus actuaciones más recordadas fue su papel como “La Nena” en la película El Rey del Barrio; en una escena donde despliega su talento en la voz y el absoluto dominio corporal de su personaje cómico a cuadro.

Famie era extrovertida y, como ella se describe, “muy aventada”. En la mayoría de los artículos, entrevistas y notas donde se habla de ella, se ha escrito sobre su vida privada, la muerte de dos de sus hijos, su afición a las apuestas, sus divorcios y un rumor ya desmentido que aseguraba que su primer hijo, Humberto Elizondo, era en realidad hijo de Jorge Negrete.

Famie participó en un sinnúmero de películas por más de 40 años, fue pionera en los albores de la televisión mexicana, además de ser la primera mujer asociada a la Asociación Nacional De Actores. Hizo teatro y constantemente salía de gira por todo el país y por Estados Unidos, siempre fue muy cercana a su público y su personaje permanece en la memoria latinoamericana como ícono indiscutible de la comedia.
Uno de sus espectáculos más recordados fue El besibol cómico, en el que fungía de mánager de un equipo de enanos, y trabajó junto a otros cómicos como Chelelo, Resortes, Chabelo y Trosky, con invitados como Mantequilla Nápoles y El Santo. Trabajó también con Viruta y Capulina, con El Loco Valdés, con Verónica Castro, con casi toda la farándula mexicana tanto de comedia como dramática desde la década de los 40 hasta finales de los 80. Se retiró un día, a sus 72 años, cuando en un espectáculo en Nueva York terminó cansada, no logró las risas que esperaba y vió el escenario medio vacío. Su trayectoria fue reconocida hasta 2009, dos años después de su muerte, con un Ariel de Oro.

El título de esta nota es parte de la letra de “La guaracha de La Vitola”, escrita por Calixto Ochoa y Los Corraleros. No es el homenaje más amable. Gran parte el trabajo de esta actriz es recordado por lo exótico de su físico, pese a que la mayoría de su talento venía de su voz y de su histrionismo. Existe una ternura y una inteligencia particular en quien sabe burlarse de sí mismo, en quien no tiene miedo al ridículo.

Esa capacidad de Vitola de usar su cuerpo como instrumento de su trabajo es digno de rescatarse, sobre todo si damos un vistazo a los papeles de las mujeres en la comedia. La mayoría de los personajes femeninos en la comedia mexicana son caricaturas de mujeres que encuentran sus personajes (siempre secundarios) a través de la burla o el menosprecio de sí mismas. La Chilindrina, una mujer disfrazada de niña caprichosa; La india María, una indígena analfabeta que hace reír por su ignorancia; Chabelita, una beata que confiesa sus pecados, La Guereja, otra señora con vestidos de niña, La Chupitos, una teporocha, y un largo etcétera de mujeres comediantes siempre en la línea de la burla y el menosprecio, cuando no en el estereotipo de la tía, la esposa, la quedada. En otros shows populares de comedia, cuando hay mujeres, son siempre chicas exhuberantes, con poca ropa, que sirven de accesorio u objeto de dobles sentidos, de albures. No demerito el trabajo de ninguna de estas mujeres. Hallar un hueco en la farándula mexicana y sobre todo en la comedia implica subordinarse al humor machista y misógino que ha existido siempre.
Vitola, mujer deshinibida, audaz, entendió pronto que su físico, tan fuera de la norma, le valía como herramienta para trabajar su personaje. Existe un mérito muy grande en poner el cuerpo por delante para que se reconozca el talento, y Famie Kauffman por más que se le relegara, creó un personaje único, con una identidad propia, que además abrió camino a otras mujeres en el género.