Carta abierta de Dylan Farrow publicada por el New York Times. Traducida por NoFM.
¿Cuál es tu película favorita de Woody Allen? Antes de responder, tú debieras saber esto: cuando yo tenía 7 años, Woody Allen me tomó de la mano y me llevó a un oscuro y pequeño ático en el segundo piso de nuestra casa. Me dijo que me recostara boca abajo y jugara con el tren eléctrico de mi hermano. Y abusó sexualmente de mí. Mientras lo hacía, me susurraba en el oído que yo era una buena niña, que era nuestro secreto, prometiéndome que iríamos a París y que sería una estrella en sus películas. Recuerdo ver fijamente el tren de juguete, concentrándome en cómo viajaba en círculos alrededor del ático. Hasta el día de hoy, me cuesta trabajo mirar trenes de juguete.
Desde que puedo recordar, mi padre me ha hecho cosas que no me gustaban. No me gustaba que constantemente me apartara de mi madre, hermanos y amigos para que estuviera sola con él. No me gustaba cuando metía su pulgar en mi boca. No me gustaba meterme bajo las sábanas con él cuando estaba en ropa interior. No me gustaba cuando él ponía su cabeza sobre mi regazo desnudo e inhalaba y exhalaba. Estas cosas pasaban tan seguido, tan rutinariamente, tan cuidadosamente escondidas de una madre que, de haberlo sabido, me hubiera protegido. Entonces yo pensaba que era normal. Yo pensaba que así era como los padres se comportaban con sus hijas. Pero lo que me hizo en el ático se sintió diferente, ya no podía guardar el secreto.
Cuando le pregunté a mi madre si su padre le había hecho a ella lo que Woody Allen me hacía a mí, honestamente no sabía lo que ella me respondería. Tampoco sabía el escándalo que detonaría. No sabía que mi padre utilizaría su relación sexual con mi hermana para encubrir sus abusos hacia mí. No sabía que él acusaría a mi madre de plantar la idea del abuso en mi cabeza y la llamaría mentirosa por defenderme. No sabía que tendría que contar mi historia una y otra vez, a un doctor tras otro, presionada hasta ver si admitía que estaba mintiendo como parte de una batalla legal que no podía entender. En algún momento, mi madre se sentó conmigo y me dijo que no estaría en problemas si admitía que estaba mintiendo, que podía retractarme. Pero no podía. Era toda la verdad. Sin embargo, las acusaciones de abuso sexual en contra de un poderoso se detienen con mucha facilidad: hubo expertos dispuestos a atacar mi credibilidad, hubo doctores dispuestos a confundir a una niña abusada.
Después de que en la audiencia por la custodia se le negara a mi padre el derecho a viasitarnos, mi madre se negó a levantar cargos criminales contra él. No obstante el estado de Connecticut tenía evidencia de causa probable, Woody Allen nunca fue condenado por el crimen, pues, en palabras del fiscal, la víctima era demasiado frágil. El hecho de que se hubiera salido con la suya, me ha perseguido toda la vida. Fui golpeada por la culpa de que le permití acercarse a otras niñas. Tuve terror de ser tocada por otros hombres. Desarrollé un desorden alimenticio y comencé a cortarme. Este tormento empeoró gracias a Hollywood: todos, excepto unos pocos (mis héroes), se hicieron de la vista gorda. La mayoría encontró mucho más sencillo aceptar la ambigüedad y decir “¿quién puede decir lo que en realidad pasó?”, y así pretender que no había pasado nada. Actores lo honraron en eventos; canales lo pusieron en televisión y críticos en revistas. Cada vez que yo veía la cara de mi abusador en un poster, en una camiseta, en televisión, solamente podía esconder mi miedo hasta encontrar un lugar donde estar sola para desmoronarme.
La semana pasada, Woody Allen fue nominado una vez más al Oscar. Esta vez me niego a desmoronarme. Por mucho tiempo, la popularidad de Woody Allen me acalló. Se sentía como una censura personal, como si los premios y reconocimientos fueran una forma de decirme que me callara. Pero los sobrevivientes de abuso sexual que se han acercado a mí ‒para apoyarme y compartirme sus miedos a ser llamados mentirosos, y a que les digan que sus recuerdos no son ciertos‒ me han dado una razón para no guardar silencio, tan sólo para que otros no tengan que permanecer silenciados.
Hoy en día me considero afortunada: estoy felizmente casada, tengo el apoyo de mis increíbles hermanos y hermanas, y una madre que encontró en ella misma un pozo de fortaleza que nos salvó del caos que un predador trajo a nuestra casa.
Pero otros todavía tienen miedo, son vulnerables, y luchan para tener el coraje de decir la verdad. El mensaje que Hollywood envía es importante para ellos.
¿Qué tal si hubiera sido tu hijo, Cate Blanchett? ¿Louis C. K.? ¿Alec Baldwin? ¿Qué tal si hubieras sido tú, Emma Stone? ¿O tú, Scarlett Johansson? Tú me conociste cuando era una niña pequeña, Diane Keaton, ¿te has olvidado de mí?
Woody Allen es una prueba viviente de la manera en que nuestra sociedad le falla a los sobrevivientes del abuso sexual. Así que imagina a tu hija de siete años siendo llevada a un ático por Woody Allen. Imagina que ella pasa el resto de su vida sintiendo náuseas cada vez que escucha su nombre. Imagina un mundo que celebra a su torturador.
¿Imaginas eso? Ahora, ¿cuál es tu película favorita de Woody Allen?