Por Eréndira Derbez
@erederbez
En 2017, durante el proceso electoral del Estado de México pasó algo que nunca había sucedido: una mujer estuvo cerca de ganar una entidad donde siempre han gobernado hombres priístas.
Nacida en Texcoco, Delfina Gómez es maestra, hija de padre albañil, chaparrita y sonriente. Recuerdo entonces haber escuchado una frase que me hizo temblar por dentro: “el PRI es como el esposo que te puso el cuerno, pero no por eso vas a irte con el chofer o el jardinero”. Ese enunciado fue pronunciado por una mujer en un restaurante exclusivo de Metepec, la utilizó para justificar su voto por Alfredo del Mazo.
Un año después, un rasgo importante en el debate en estas elecciones -al menos en redes- fue que empezamos a hablar sobre racismos y clasismos de una forma más contundente, mucho más de lo que se habló en las elecciones federales de 2006 y 2012. Incluso hubo quienes se atrevieron a hablar de “racismo a la inversa” (algo que a mi juicio es un absurdo). Quizás México ha integrado poco a poco el debate sobre interseccionalidad que se ha dado en otras partes del mundo, o como dicen los señores enojados “la dictadura de lo políticamente correcto”, un supuesto régimen represivo que acontece cuando alguien señala que algo es racista, machista o clasista y el probrecito del emisor de mensaje discriminador es “censurado”.
El que las personas usemos (y nos cuestionemos cómo se manifiesta) conceptos como racismo en nuestras pláticas de política puede ser bastante refrescante, más en un país desigual y violento. Un país que discrimina, en el que los modelos a seguir en la TV y la publicidad son de fenotipos mas bien europeos.
Hace algunos años hubo una polémica por el casting para un anuncio de Aeroméxico donde pedían un “look polanco” y “nadie moreno”.
Piden ‘look Polanco’ y ‘nadie moreno’ para comercial de Aeroméxico . PROCESO.
Hace falta darle un rápido vistazo a las revistas de moda para constatarlo.
Así es como las revistas mexicanas reflejan la discriminación racial en México. BUZZFEED.
Durante este proceso electoral no faltaron los comentarios sobre los “nacos” que hicieron ganar “a otro naco”. Es como si tuviéramos miedo de nosotros: buscamos mirarnos en nuestro espejo del éxito y al ver nuestro reflejo nos damos cuenta que no somos lo que deseamos mirar, no nos parecemos a esa fantasía libre de melanina. Enorme decepción.
En redes sociales tras el avasallador triunfo de un partido, que además se llama MORENA, salieron usuarios de redes sociales con el HT #MeDuelesMéxico a mostrar sus preocupaciones por el triunfo de López Obrador. Una esperaría que se hablara sobre la figura de Gómez Urrutia, sobre Monreal, Espino, el PES o cualquier otro personaje cuestionable que rodea al tabasqueño… pero no. Lo que salieron fueron comentarios como:
¿A qué le tenemos miedo? ¿A que nos gobierne alguien que nos represente en el mundo sin saber hablar inglés, sin ser guapo -en el sentido en el que en occidente ha construido la belleza-, sin ser blanco, sin usar ropa de marcas caras? ¿A que tenga acento tabasqueño, que se coma o agregue las s al final de las palabras?
Es común el comentario acerca de lo populista que es AMLO por propuestas como la pensión a adultos mayores o el programa Becarios no sicarios. Pero si nos asomamos un poco, solo un poco, a propuestas como darles celulares a todos los campesinos para revisar el costo de sus productos “en tiempo real” o la repartición de tarjetas Ingreso Básico Universal de Anaya durante el tercer debate presidencial también podríamos decir que son populistas.
O no entendemos del todo el significado de populismo o el problema es que nos recuerda a lo que suena: al pueblo, al grueso de la población, los que caminan por la calle, se mueven con el tan abandonado sistema de transporte público, los que llenan el zócalo. La preocupación es entonces que ¿tenemos miedo a perder un estúpido pedigrí que realmente nunca hemos tenido?
Quizás muchos quisieran ver la blancura de la familia de Anaya en los Pinos, aunque no sea representativa de la mayoría de los mexicanos.
Quizás una persona vota por quien se siente identificada y quizás otra más votará por lo que quisiera ser aunque no lo sea, por lo que aspira, por “el voto que blanquea” dice un amigo. El segundo culpa al primero de la desgracia que es tener en la silla presidencial a alguien tan “naco e ignorante”.
Hoy es muy evidente el racismo en el que estamos inmersos. Pedro Carrizales, “el Mijis” ganó una diputación en San Luis Potosí (estado tradicionalmente panista). La gente está asustada, tiene un look como de Johnny Depp en sus mejores tiempos: tatuajes, camisetas de tirante, paliacates. Pero no tiene el color de Depp, no habla inglés, no es actor, no es millonario. Es alguien que ha trabajado por la reintegración social de “chavos banda”, él mismo pasó por un proceso de rehabilitación (que por cierto, la reintegración y la reconciliación debería de ser un tema central en un país con índices de criminalidad y problemas de salud pública como adicciones, y no significar un estigma).
Pedro Carrizales, ‘El Mijis’, virtual diputado local electo en San Luis Potosí. EL FINANCIERO.
Quizás tenemos miedo a vernos en el espejo, mirarnos tal y como somos, hablar de nuestros racismos y clasismos. Sobre nuestra educación y sobre nuestra ignorancia, sobre la necesidad que tenemos de quitarnos nuestros prejuicios, desaprender, cuestionar nuestras aspiraciones y de entender de una vez y por todas que México es un país plural, con muchos idiomas, colores de piel; uno con una historia de despojo, esclavitud, explotación y violencias que se sostienen, también, en formas de pensar discriminatorias.