La más reciente ganadora del Óscar a mejor película nos ha traído una sorpresa. Más allá de que Green Book no fuera ni de cerca la favorita a llevarse la estatuilla, la película dirigida por Peter Farrelly nos ha permitido descubrir a una joya de la música. El filme narra una de las giras del pianista afroamericano Don Shirley en compañía de su chofer y guardaespaldas, Tony Lip Vallelonga. Si bien la amistad de los dos personajes es el centro de la película, la carrera musical de Shirley es lo que nos ha volado la cabeza.
Nacido en 1927 en Pensacola, Florida, Don Shirley aprendió a tocar el órgano de la iglesia a los tres años. A partir de ese momento, se prepararía para cumplir con su sueño de pertenecer a una orquesta sinfónica. Sin embargo, al igual que otros brillantes artistas afroamericanos, como Nina Simone, un representante le aclaró a Shirley que Estados Unidos nunca aceptaría pagar por ver a un concertista negro.
Así, lo que vemos en la película como el trabajo cotidiano del pianista, en realidad era su forma de crear una mezcla de música clásica con ritmos populares que le permitía tocar algo parecido a lo que siempre deseó. Don Shirley siempre estuvo incómodo con que se le conociera como un músico de jazz. De hecho, estaba en contra de la improvisación. Las colaboraciones que hizo con grandes figuras del jazz como Duke Ellington se acercaron más a piezas sinfónicas.
Junto con su trío (compuesto por un bajista y un chelista), Don Shirley se dedicaría a crear un género propio, el cual los críticos reconocieron como un puente entre la música clásica y la cultura pop. Sin embargo, el pianista siempre tuvo una relación amor-odio con esta última. En Greenbook se ve una escena en que, durante un concierto, Shirley dice “fuman mientras tocan, ponen el vaso de whisky en el piano y luego se quejan porque no son tan respetados como Arthur Rubinstein. No se ve a Arthur Rubinstein fumando y poniendo un vaso sobre el piano“.
La frase, en realidad, pertenece a una entrevista que dio al New York Times en 1982. Después de esa frase, Shirley declaró lo que define completamente su carrera:
No soy un espectáculo. Pero estoy en riesgo de ser considerado un espectáculo al tocar en clubes nocturnos, porque es lo único que hay. No quiero que nadie me conozca lo suficiente para darme una palmada en la espalda y me diga “hey, bebé”. La experiencia negra a través de la música, con un sentido de dignidad, es todo lo que he tratado de hacer.
A pesar de ser reconocido por su faceta más popular, Shirley se distinguió por la erudición musical y su experiementación con ritmos y disciplinas. Dentro de sus trabajos para orquesta, una de sus grandes obras es una pieza basada en la novela de James Joyce, Finnegans Wake, la cual nunca fue grabada.
Al adentrarse un poco en la obra de Shirley, podemos notar el riesgo que Green Book puede generar para su legado. Al estar enfocado en la amistad con Tony Lip, la película puede terminar por ofrecer una versión edulcorada del artista. Acaso convendría no poner el acento en la amistad, sino en los problemas raciales que el filme de pronto relega a telón de fondo. Finalmente, para respetar un legado como el de Shirley más nos valdría no olvidar que esos problemas raciales transformaron la carrera del artista. Más valdría no olvidarnos que lo que conocemos de Don Shirley es su intento por acercarse a eso que siempre deseo, y alguien le dijo que no podía alcanzar.
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