En la actualidad no es punto de discusión si la sociedad mexicana cambió a partir del movimiento estudiantil de 1968 y su trágico e impune desenlace en la matanza perpetrada por el ejército y paramilitares en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. El gobierno priísta de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y los distintos mandos castrenses, de seguridad nacional e inteligencia, tienen las manos manchadas de sangre y han sido juzgados por la historia. Ahora más que nunca, con la llegada de MORENA al poder es necesario el restablecimiento de la fiscalía especial para investigar los delitos del pasado y la apertura de los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional que contienen todos los datos de la actuación militar en diversos actos genocidas. En efecto, la sociedad cambió y estos cambios son claramente perceptibles hasta la fecha; la sociedad encontró en el PRI, el partido único, las fisuras de un monolito inflexible, sordo y dispuesto a ejercer la represión más cruda y más cruenta, incluso en contra de sus jóvenes, lo cual abrió una serie de vías de participación ciudadana en la política nacional desde las partidistas, independientes, e incluso en la lucha armada.
Evidentemente la historia represiva y genocida del PRI no era nueva en 1968, en la memoria se tenía el antecedente fresco de la represión al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) de 1958, con el asesinato de decenas de maestros y encarcelamiento a líderes como Othón Salazar; al movimiento ferrocarrilero (1958-1960) con asesinatos de líderes y encarcelamientos a los más indomables como Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Otro hecho atroz fue el asesinato del líder revolucionario histórico y heredero del zapatismo, Rubén Jaramillo: el 23 de mayo de 1962, en lo que se conocería como “Operación Xochicalco”, el líder rebelde, que en diversas ocasiones se levantó en armas en contra del PRI, fue secuestrado y posteriormente asesinado en las cercanías de las ruinas de Xochicalco junto a su esposa Epifania, que estaba embarazada, y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Logró escapar su hija Raquel, quien daría cuenta que los culpables fueron cuatro pelotones de soldados del Ejército Mexicano al mando del sargento Manuel Justo Díaz y elementos de la Policía Judicial Federal. Estos cruentos e impunes hechos fueron ordenados desde las más altas esferas, desde el binomio presidente Adolfo López Mateos y su secretario de gobernación, Gustavo Díaz Ordaz.
Cabe apuntar la participación y respuesta de los poetas mexicanos ante estos hechos. En cuanto al asesinato de Rubén Jaramillo y su familia, hubo una decidida condena a este crimen por parte de autores de tendencia o militancia de izquierda o comunista como Efraín Huerta, Thelma Nava, Abigael Bohórquez, Margarita Paz Paredes, Miguel Guardia, quienes dejaron constancia de esto en varios poemas. Guardia lo escribió así: “Te ganaste la tierra que te cubre, / Rubén, estoy seguro. / Pero a ellos les pesará la tierra, / como a todos nosotros, asesinos / y cómplices de asesinos.”
Asimismo los asesinados y los presos políticos de los diversos movimientos sindicales acallados, que se contaban por cientos, tuvieron eco en los poemas: “¡Mi País, Oh mi país!” (1959), “Elegía de la policía montada” (1959) y “La raíz amarga” (1962), de Efraín Huerta, este último reza en su colofón: “protesta de Efraín Huerta por los presos políticos… y la suscriben Jesús Arellano, Antonio Galván Corona, Thelma Nava, Rubén Salazar Mallén, Ricardo Salazar y A. Silva Villalobos”. También podemos señalar la participación activa en las manifestaciones del movimiento ferrocarrilero por parte de los miembros de la Espiga Amotinada (Juan Bañuelos, Jaime Labastida, Eraclio Zepeda, Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley), además del entonces joven poeta, y militante comunista, Max Rojas. Tanto en el movimiento magisterial como en el ferrocarrilero participó de manera frontal el poeta Miguel Aroche Parra, quien en 1972 compiló la primera y más conocida antología de poesía sobre el movimiento estudiantil de 1968: 53 poemas del 68 Mexicano. En 1960, las poetas y luchadoras sociales: Aurora Reyes y Carmen de la Fuente (ambas férreas defensoras del voto femenino) participaron en la célebre huelga de hambre de intelectuales por los presos políticos en México y produjeron poemas arrebatadores de esa época altamente represiva. Junto a los y las antes mencionadas encontramos a Margarita Paz Paredes, Miguel Guardia, Horacio Espinosa Altamirano, Jesús Arellano, Alfredo Cardona Peña, Ramón Martínez Ocaranza, Renato Leduc, Enrique González Rojo Arthur.
Es importante señalar estos antecedentes y estos autores, ya que podemos percibir el contexto represivo por parte del sistema priísta, el cual era una constante, y también podemos notar la participación activa (y en sus escritos) de poetas que el tiempo o las mafias o ellos mismos dejaron en un parcial olvido. También podemos observar la ausencia de las voces poéticas que tras la matanza del 2 de octubre se encumbraron como paladines de la justicia, cuando, en realidad, un poema de ocasión para ellos (Octavio Paz, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Gabriel Zaid) les sirvió para ponerse en la vanguardia de los poetas en lucha, no sólo en ese momento, sino hasta la fecha. Mientras los poetas que durante años señalaron la represión sistemática, sufrían todo tipo acoso y persecución. La razón es sencilla, los poetas que escribieron un poema de ocasión tenían o una trayectoria más visible o poder cultural en sus manos o tenían una relación más estrecha con quienes lo detentaban. Desde luego, todo testimonio es plausible sea del creador que sea, sin embargo, el presente texto busca desarrollar la historia de esos poetas que estuvieron en la vanguardia de la lucha y no sólo de los textos y que durante años han sido invisibilizados.
Antes del movimiento estudiantil de 1968, existen antecedentes también estudiantiles en el interior del país. El 2 de octubre de 1966, un grupo de estudiantes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo organizaban un mitin por el alza del transporte público en la ciudad de Morelia, Michoacán. Se pedía la renuncia del gobernador priísta Agustín Arriaga Rivera. Un grupo de porros, enviado por el jefe de la Policía Judicial estatal, inició enfrentamiento que derivó en el asesinato del estudiante Everardo Rodríguez Orbe. El 3 de octubre, el Consejo Universitario anunció el inicio de la huelga hasta que renunciara el gobernador y se castigara a los asesinos del estudiante. La respuesta fue brutal, el gobierno federal envió a un grupo del ejército encabezado por el general José Hernández Toledo, quien dos años después sería el general al mando en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco. Tomaron todas las instalaciones de la Universidad Michoacana, se realizaron allanamientos en las casas del estudiante y se desalojaron, se allanaron domicilios de estudiantes y de maestros lo que llevo al encarcelamiento de decenas de líderes, entre ellos el poeta, y académico de la Universidad Michoacana, Ramón Martínez Ocaranza, quien fue llevado junto con su esposa a la XXI zona militar. Martínez Ocaranza dejó un agrio testimonio de esta época en los versos: “La tierra no es de Dios/ ni de los hombres./ La tierra fue hecha por los perros: / para que en ella se amaran los perros; / para que en ella se orinaran los perros.”
De esta misma persecución en Michoacán pudo escapar con mucha suerte el poeta Jaime Labastida. Se puede considerar este antecedente como el precursor del movimiento estudiantil de 1968. La primera muestra de la intolerancia y la resolución cruenta de Díaz Ordaz ante las acciones de protesta y articulación política de los estudiantes.
Por los antecedentes antes mencionados, el movimiento estudiantil de 1968 se presenta como una consecuencia natural del malestar obrero, médico, estudiantil e intelectual en el país. Así lo describe el investigador Ramón Ramírez en su célebre título (en dos tomos) El movimiento estudiantil de México. Julio-diciembre de 1968:
Sin estar desligado, en algunos de sus propósitos, de movimientos anteriores —caravana de los mineros de Nueva Rosita, Palaú y Cloete (1950); huelga ferrocarrilera (1958-1959); huelga de maestros y de médicos (1960 y 1965)—, del propio movimiento estudiantil universitario de 1966 y de los que se reprodujeron en el interior de la República: Morelia, Sonora y Puebla, el actual movimiento estudiantil representa un avance y un ascenso en el proceso señalado por un amplio programa de carácter democrático-popular; por los grandes grupos sociales que ha sido capaz de movilizar; por las esperanzas y estímulos que el mismo representa en la imprescindible y urgente renovación sindical y política del país; y por la inquietud y deseo de mejora que ha promovido en grandes sectores de la clase obrera y campesina.
Muy pronto los maestros de los estudiantes (maestros escritores, filósofos) se solidarizaron con el movimiento y conformaron la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas, entre los que destacan José Revueltas y Eli de Gortari. En ese momento, con Revueltas se aglutinaban una serie de poetas como Enrique González Rojo Arthur y Carlos Eduardo Turón que apoyaron decididamente el movimiento. Caso contrario al de otro poeta cercano a Revueltas, Eduardo Lizalde, quien manifestó en una entrevista para Clío:
Yo nunca fui partidario de la revuelta revolucionaria que proponían nuestros dirigentes, entonces discípulos nuestros todos, de la revolución universitaria que aspiraba desde las aulas y desde los movimientos camioneros al socialismo. Las discusiones con ellos fueron muy grandes, siempre fui crítico de esas cuestiones. Estuve en las reuniones clandestinas de los organizadores de las manifestaciones del 68, a las que me opuse como otros tantos camaradas míos, porque ellos sostenían que era posible llevar adelante una lucha más allá de simplemente la lucha por la expresión y las libertades ciudadanas. Digo esta es una ilusión, señores, van ustedes a ser destrozados y derrotados, como lo fueron, y vamos a producir una situación de crisis verdaderamente espantosa, aunque me tocaba participar en las reuniones clandestinas de los organizadores de esas marchas, cuyas direcciones secretas en la ciudad conocíamos bien nosotros, pero la policía no las conocía aún, hasta que las encontró y me llevó a la cárcel. Pues era parte de estos disidentes, algunos de los cuales vivieron baleados y refugiados en mi departamento después de la represión del 68 hasta lograr exiliarse o desaparecer en el territorio nacional o ser aprendidos y llevados a Lecumberri. Un periodo bastante trágico y dramático, que no sirvió para hacer que la izquierda tomara conciencia alguna, desde mi punto de vista, sino para deformarla y para desmemorizarla.
La discusión que plantea Lizalde, dividió a la izquierda tradicional entre el Partido Comunista Mexicano y el Partido Popular Socialista (PPS), fundado por Vicente Lombardo Toledano, histórico marxista que para 1968 se había vuelto un oficialista. El PPS como era de esperarse condenó el movimiento estudiantil, mientras que el Partido Comunista se manifestó a favor en diversos documentos públicos, como apunta Ramón Ramírez:
En un comunicado de prensa —24 de agosto— califica al movimiento estudiantil de grandioso y brillante, “movimiento que habrá de dejar huella en la historia nacional”. En la declaración del 29 de agosto insiste en que los seis puntos planteados por el movimiento estudiantil responden a las necesidades objetivas del país y “significan una defensa de la Constitución General de la República”.
El poeta Max Rojas militante del Partido Comunista comentaba que estas discusiones dividieron al Partido y a los militantes pese a la postura oficial de apoyo. El mismo Rojas no se integró al movimiento estudiantil, sino continuó en importante movimiento democrático sindical que sería tan importante para la izquierda en los años 70. Lo cierto es que, para este momento, la izquierda tradicional había perdido el monopolio tanto del marxismo como de la vanguardia en los movimientos sociales, y el movimiento estudiantil lo comprobó. La ascendencia que tuvieron José Revueltas y Eli de Gortari dentro del movimiento hizo patente que una nueva etapa se avecinaba para la izquierda mexicana, así como la llegada de los estudios gramscianos, del marxismo estructuralista de Althusser y Poulantzas, de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, entre otras. Esto provocó la aparición de intelectuales desde las aulas universitarias que hacieron un corte con la izquierda tradicional, como Carlos Pereyra, Arnaldo Córdova, Rolando Cordera, Adolfo Sánchez Rebolledo, entre otros.
Como hemos comentado había una participación decidida de poetas en movimientos anteriores al estudiantil del 68, es riguroso mencionar, por el olvido al que se las sometió, la participación de un grupo de mujeres valientes y decididas que estaban en primera línea: Aurora Reyes, Carmen de la Fuente, Margarita Paz Paredes, Thelma Nava, las cuatro se manifestaron en las calles, en brigadas y en poemas de manera pronta. El caso de Aurora Reyes, poeta, pintora y militante comunista, es notable ya que se la podía encontrar en brigadas informativas, de alimentación, en pintas, junto a su hijo, lo que derivó en estar listas negras del gobierno que la hicieron ocultarse en el hospital psiquiátrico La Castañeda por unas semanas para evadir a la policía y al ejército, hasta que la demolición del lugar la hizo salir. Escribe Reyes:
Escucha cómo crecen las tinieblas del odio,
oye cómo caminan los desiertos del hambre,
cómo construye firmes paraísos la fiebre
y murmura cuchillos la prisión de la sangre.
Ven a ver cómo lloran las escuelas.
¡Qué cielos de amargura filtran las vecindades!
Las mujeres con alma de montaña
amasan en su rostro silencios vegetales.
Ven a cumplir tu entero destino, sombra clara;
te invocamos anónimo y auténtico,
hermano sin ayer y sin mañana.
¡Ven a morirte, Hombre de México!
Carmen de la Fuente, maestra de Instituto Politécnico Nacional y creadora del himno de esta casa de estudios, apoyó de manera decidida a sus estudiantes, hay que recordar que Carmen tenía un largo camino como luchadora social, una de sus batallas había sido la conquista del voto femenino en México. Así lo describió:
Las paredes manchadas,
las ventanas como órbitas vacías;
el relámpago cruel, las bayonetas
como rebaño torpe que doblega
en un campo de rosas y de lirios
la vida azul,
la rotunda esperanza de la tierra…
No podemos callar,
Albergar tras de muros vergonzos
Nuestra cobarde y silenciosa pena.
Margarita Paz Paredes junto a su hija, la también poeta Yamilé Paz Paredes, participaron en varias brigadas, a lado de otras poetas: Carmen Alardín y Thelma Nava. Nava fue muy cercana a José Revueltas, y participaba en diversas brigadas, como la de boteos, a decir de su hija, la escritora Raquel Huerta-Nava, “nunca salía de CU”, hasta que las amenazas subieron de tono e implicaron directamente a su familia, a las tres hijas que tuvo con el poeta Efraín Huerta, este último por ser una figura intelectual de izquierda tan relevante y visible también resultaría fuertemente amenazado, aunque manifestó su apoyo a los estudiantes de manera decidida.
También de manera clara en el apoyo al movimiento estuvieron los editores de la insigne revista de poesía El Corno Emplumado, la poeta estadounidense Margaret Randall y Sergio Mondragón, ambos tendrían que salir del país por la persecución. Asimismo el poeta y editor de la revista Metáfora, Jesús Arellano, quien fue un crítico acérrimo del PRI y del gobierno de Díaz Ordaz. Junto a Arellano se movía el también poeta y editor Miguel Guardia, Abigael Bohórquez, Dionicio Morales y Carlos Eduardo Turón, todos demostraron su simpatía y apoyaron en las calles a los estudiantes. Turón era gran amigo de Revueltas y del líder estudiantil Roberto Escudero, a ambos les dio refugio en su hogar durante la persecución. También el poeta Juan Bautista Villaseca declaró su apoyo a los estudiantes y escribió varios poemas como “Tristeza”, “Sangre del pueblo llevo” y “Elegía de los días”:
Llegan al corazón las salitreras,
las chinampas perdidas por el canto,
emperadores de humo huracanados,
y arrozales donde la inmensidad está de luto,
y estudiantes dormidos con la bayoneta en la garganta.
Otros poetas, estos furibundos y frontales en su participación fueron Raúl Cáceres Carenzo, Xorge del Campo, Leopoldo Ayala y Horacio Espinosa Altamirano, quien desde las páginas de la revista Por qué?, expuso su apoyo al movimiento y después fue de los férreos críticos de Díaz Ordaz, cabe recordar que la publicación fue de las pocas que presentó con fotos, reportajes y un encabezado directo la matanza del 2 de octubre: “¡Asesinos!”, rezaba la portada (el periódico La Prensa también dio puntual señalamiento de la matanza gracias a la crónica del reportero Felix Fuentes “el perro”). Por ello, su director, Mario Menéndez Rodríguez, fue encarcelado en Lecumberri y la publicación absolutamente desparecida. Así lo explica Menéndez:
Estuve preso en Lecumberri, a raíz del Movimiento del 68, dirigía la Revista Por qué? Que fue la única que exhibió todo lo que ocurrió en el 68. Entonces en aquel momento (Luis) Echeverría decretó mi muerte física y profesional. Hoy en día no encuentran ustedes un solo ejemplar, una sola colección de la revista Por qué? en todo México, en ningún centro de investigación. A nosotros nos destruyeron con bombas, pero bombas reales. Dinamitaron todo el edificio con la maquinaria de la Revista Por qué?, así desapareció.
También desde la prensa escrita se encuentra la voz del poeta Roberto López Moreno, quien trabajaba en esa época en el Semanario Claridades, conformado por varias plumas de militancia comunista, López Moreno estuvo presente el 2 de octubre en Tlatelolco como reportero y pudo dar, junto a otros compañeros suyos de Prensa Independiente Mexicana, algunas de la primeras cifras de asesinados, esto por el conteo que hicieron de cuerpos que eran recogidos de la plaza y alrededores. Otros participantes como estudiantes fueron los poetas René Cabrera Palomec y José Vicente Anaya, que tuvieron que huir de la ciudad rumbo a Ixtepec, Oaxaca, tierra de Cabrera Palomec y así evitar ser aprehendidos. Ambos poetas dejaron patente su experiencia en diversos poemas. Anaya lo escribió así en Híkuri:
¡ ¡ ¡ ¡ ¡quién ¡ ¡ ¡ ¡ ¡trajo¡ ¡ ¡ ¡ ¡esos¡ ¡ ¡ ¡ ¡buitres¡¡ ¡ ¡ ¡
uniformados ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! ! que pasan
desfilando sobre el cuerpo / ¿ooooohooooo! /
trrrrrrrr-rracatraco la metralla y
sale aire en vez de sangre
Otros poetas estudiantes que participaron en el movimiento fueron David Huerta, Elsa Cross, Orlando Guillén, Jaime Reyes. En el caso de Jaime Reyes hablamos de uno de los poetas más críticos y autocríticos del movimiento, de los desmovilizados, los infiltrados, los esquiroles, los mercenarios, lo que dejó patente en su poema “Los derrotados”:
Pero nada dijeron, nada pidieron que evitara la matanza.
Y los jóvenes, astrosos y melenudos,
se escondieron bajo los puentes, a orillas de las carreteras,
frente a los durmientes en las estaciones,
y se llenaron de polvo y agua de cloacas
y después se fueron haciendo blandos, transigentes e iguales,
hasta que aceptaron el orden establecido
y sus carnes, vestidos, modo de hablar y actitudes fueron
frente de ingresos para el turismo y el presidente los aceptó
y premió a algunos de ellos y ellos se sintieron felices,
volviendo a reptar por las calles, a la luz del día.
Este poema publicado ocho años después del movimiento puede ser un brutal colofón para cierto tipo de participantes, porque es la historia de varios de ellos. Pero hay otras historias, con la matanza del 2 de octubre, casi todos los poetas involucrados tuvieron que desmovilizarse, algunos fueron perseguidos y se exiliaron en el interior del país o el extranjero, otros vieron muy limitadas sus acciones políticas por la vigilancia gubernamental y se limitaron a llevar la protesta en sus poemas, y gracias a ello una parte de nuestra memoria sigue viva. Como escribió Carlos Eduardo Turón en uno de sus poemas de 1968:
A veces, la libertad renace.
El himno derrotado escalofría de ternura
el mar de las ciudades.
Esta relación de poetas que participaron en el movimiento estudiantil de 1968, y en otros movimientos de esa misma época, pretende sacar del olvido cruel en que se tiene a autores que se jugaron el todo por el todo con los estudiantes, tanto en la calles, en la brigadas, asambleas y en su obra poética, con todas las amenazas y represión que era posible de ejecutar un gobierno intolerante y punitivo.
Más allá de seguir ponderando las poéticas verticales y canónicas de siempre, que no tuvieron una acción directa en el movimiento, si no sólo de manera intelectual y solidaria. Porque, hay que decirlo, los poemas del 68 que se recuerdan son los poemas de los que están bien fincados en el canon poético, y se obvian, se olvidan, los poemas que se vivieron a ras de calle, de autores que no están en el establishment de la poesía mexicana. 2 de octubre, no se olvida. Los poetas del 68, no se olvidan.
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Iván Cruz Osorio – @IvanCruzOsorio