La música calma a las bestias, dicen por ahí. Y al parecer aplica perfectamente al ser humano. En los años recientes, la musicoterapia ha cobrado importancia en los tratamientos médicos de casi todas las enfermedades. Aunque la relación entre la música y la salud data desde las culturas antiguas como Egipto y Grecia, el uso de música en hospitales empezó en Reino Unido tras la Primera Guerra Mundial.
Si bien al inicio se trataba sólo de llevar músicos a los soldados heridos para tranquilizarlos y mejorar su estado de ánimo, la música prónto demostró tener un impacto más profundo. No se trataba únicamente de calmar a las personas, sino de colocarlas en un estado especial que “preparaba” el cuerpo para ser tratado, para sanar. En especial ante la escasez de antibióticos y analgésicos.
Más adelante, en los años 40, la capacitación para utilizar la música como terapia se volvió más seria. En 1950 se crea la Asociación Nacional de Musicoterapia en Estados Unidos. Fue la primera institución en fromar músicos como terapeutas y ofrecer la disciplina a nivel universitario. Pese al incremento de profesionista y publicaciones, la disciplina obtuvo relevancia hasta los años 90.
La musicoterapia se usaba como auxiliar en tratamientos de desórdenes psiquiátricos, lesiones cerebrales, así como en ejercicios para el desarrollo de bebés y niños. El manejo de estrés, las técnicas de relajación y respiración, y la estimulción eran los objetivos de la musicoterapia en un inicio. Sin embargo, la respuesta favorable de los pacientes desencadenó otros usos en enfermedades degenerativas como el Alzheimer o la demencia. Esto último puede verse en el documental de 2017 Alive Inside: A Story of Music and Memory, de Michael Rossato-Bennett.
Hasta este punto, la mayor parte de las terapias se enfocan en la manera en que las personas perciben y reaccionan a la música. De este modo, también se han explorado las formas en que la música puede ayudar a bebés prematuros para aprender a respirar. Esto por medio de instrumentos musicales que recrean los sonidos del vientre y del latido materno.
Pero la musicoterapia también se ha enfocado en la ejecución musical, la familiarización con los instrumentos y la imporvisación. Esta faceta considera tanto los procesos que el cuerpo debe de seguir para tocar un instrumento, hasta los procesos mentales requeridos para crear. Otro punto importante es el uso de la voz que se ha hecho en el manejo del trauma. Se trata de hacer del cuerpo un instrumento que empieza a producir sonidos hasta llegar a un desahogo no necesariamente verbalizado.
La idea integral de la musicoterapia consiste en aceptar que el cuerpo reacciona a la música como no lo hace con nada más en el mundo. Como dice la musicoterapeuta Katie Down, “Nos relacionamos con la música y el sonido porque somos, en esencia, música: hechos de vibración, que es movimiento, que es vida”.
http://nofm-radio.com/programas/postal-128-la-espuma-de-la-higiene-personal/