Hace seis años nació NoFM en un contexto parecido al actual, pero con perspectivas completamente diferentes. Hace seis años éramos cuatro llegando a los treinta sin ningún futuro laboral digno y muy poco tiempo para pensar en un futuro que iban desmantelando poco a poco frente a nuestros ojos. Hoy somos casi cien, incluyendo un par de hijas, y hemos comprendido que no hay futuro que se pueda desmantelar pues todo está por decirse y hacerse. Hemos trocado la depresión por la acción, tomamos la iniciativa frente a los golpes. Sobrevivimos y ahora queremos empezar a pensar qué es eso de vivir. Hace seis años arrancamos este megáfono para sentirnos representados, hoy no vamos a permitir que se nos deje de escuchar.
Con el triunfo de López Obrador se cumple uno de los sueños más anhelados de toda nuestra generación: ganar algo. Y este triunfo se postula para ser el pivote que permita el giro del país que necesitamos. Pero tenemos claro también que es un triunfo sensible, un triunfo conseguido, sí por la tenacidad y franqueza de un candidato y su partido, pero también por el hartazgo, miedo y desprecio que han generado los gobernantes pasados. Un triunfo dentro de un pantano llamado política mexicana, uno que debe secar esa ciénaga para nunca volver a enfrentar una elección presidencial en que la opción sea evidentemente una frente a otras más bien violentas o delirantes. Un sistema político de verdadera representación y peso, sano, que hable y escuche.
A la par, con el triunfo de López Obrador, debemos reconocer que éste ya no es el país de hace seis años, y que, teniendo claro que el despertar de la ciudadanía mexicana es aún incipiente, concedemos que existe otro ritmo en la conversación sobre el país y su porvenir. Si no podemos celebrar la clara participación ciudadana, no la de una sola fecha o una sola marcha o una sola indignación, sino la de todos los días, sí podemos decir que algo ha nacido en todos nosotros. Y ese es el verdadero hito del 1 de julio del 2018: una tregua en nuestros alrededores, un momento propicio para plantar y cosechar sin pensar en los incendios acostumbrados.
Estos han sido años de repensarlo todo y asumir las pérdidas, de rescatar la posibilidad de lo colectivo y la defensa de los nuestros. Este otro país que hemos ido imaginando y construyendo entre las ruinas no irá a ningún lado. Los colectivos, su interacción y plataformas se han ido enriqueciendo y fortaleciendo, han encontrado formas de sobrevivir en medio del despojo. Si el proyecto de MORENA ha de sostenerse es por su visión propia, pero también, muy claramente, por el trabajo realizado por grupos de mexicanos y mexicanas que no han detenido el paso a pesar de desapariciones, faltas y acoso constante. Estos dos brazos ahora permiten repensar nuestro camino en conjunto. Si López Obrador se plantea la siembra y el cuidado de un bosque nuevo, sólo será reconociendo los jardines que con mucho esfuerzo hemos ido cuidando juntos estos años y no se llenan bosques deshojando margaritas.
Una posibilidad más enternecedora está al alcance de la mano, es verdad. Pero para nosotros no deja de ser sólo una posibilidad. Es ahora el momento de decir que, terminados los abrazos, comenzamos a platicar y a entendernos en este nuevo espacio. A reconocer si la alternancia es lo que nos cuentan, si los valores de la manoseada frase de “del pueblo y para el pueblo” es una realidad o un slogan más. Nuestra ciudadanía ha costado demasiado como para cederla y entregar nuestra confianza ciega en un voto. Estamos en el mismo barco, y todos queremos que llegue a buen puerto, y ese puerto lo tendremos que definir entre todos.
El trabajo ahora se plantea en dos avenidas. La primera, de la ciudadanía, debe conducir a la vigilancia de los terrenos ganados y la comprensión de que la defensiva no es la defensa, que el rencor no permite la reconciliación, y sobre todo que la ciudadanía no sólo somos nosotros y las causas que asumimos nuestras, pues pluralidad es entender el todos desde su verdadera luz: el reconocimiento del otro y el respeto a sus ideas. La segunda, del gobierno, debe conducir a la obediencia y al cuidado de los triunfos que se han conseguido sin él, o pese a él. Para comenzar a hablar de un justo nosotros, los dos grupos deben caminar en paralelo, pero de manera independiente, y entender todos a dónde vamos y por qué. El país que imaginamos no lo votamos en las urnas, el domingo abrimos una posibilidad de diálogo que exigiremos no vuelva a cerrarse. Si todos los candidatos asumieron que el 1 de julio México habló, ahora nos toca no volver a perder la palabra, ni dejar que el poder haga oídos sordos.
El primer paso rumbo a la satisfacción de nuestras necesidades se ha dado, es cierto. Pero la dignidad no es una fecha electoral, y la dignidad ya sólo es aire de todos los días para todos los que nos hemos aferrado a ella. La dignidad no se entrega a un candidato o a un partido y no se negocia con ella.
En este proyecto creemos en las intenciones de López Obrador, las hemos apoyado, las hemos defendido y celebramos la noche del 1 de julio en el Zócalo junto a gran parte del país como nunca pensamos que nos pasaría. Ahora necesitamos resultados y respeto. Que se entienda cabalmente: hay presidente, pero antes que eso hay pueblo, y el pueblo está despierto y con ganas de trabajar por el bien común, incluso a pesar del presidente.
No se llenan bosques deshojando margaritas. Que los nuevos en el poder se sepan apoyados, pero ante todo observados. Que sepan que ahora trabajaremos con ellos, pero la solidaridad es, como siempre ha sido, para la gente que está en las calles. Que nuestra alegría no es ceguera, sino la posibilidad de vernos sin la sombra de la amenaza, una amenaza que no volveremos a tolerar.
Hace 6 años, NoFM nació por la pura fuerza de la desesperanza. Ahora, deseamos que nunca más tenga que nacer un proyecto así: de personas sin otra posibilidad que morirse con la suya, convencidos de que la única forma de ser libre era atrincherarse, atesorando con vergüenza el privilegio de no ser los más golpeados, peleándole la alegría a la indolencia. Deseamos que los que vienen no tengan que recorrer nuestro mismo camino, que otros proyectos nazcan con otra motivación, que la libertad de expresión sea bandera y no escudo, que el trabajo colectivo sea semilla y no refugio.
Aceptamos la invitación de AMLO al cuidado, al crecimiento. Hace seis años sólo sabíamos de vacío y oscuridad, ahora podemos construir juntos un camino. Aceptamos la invitación porque sabemos a dónde debe ir y también sabemos que no puede tener desviaciones.
Ahora decimos “no estás solo”, no como una muestra de solidaridad, sino plenamente convencidos de que nunca más uno solo podrá imponerse sobre el resto. No sabemos cómo será este gobierno, pero sabemos que la esperanza somos todos. Sabemos que no se llena el bosque deshojando margaritas. Sabemos que aquí tenemos de TODO MENOS MIEDO.
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Foto de Santiago Arau