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#NoFMex. Crónica de viaje a Cocula, “Cuna Mundial del Mariachi”. 5a Noche de minuetes

- Por: hellagone

 
Cobertura especial: Óscar Muciño @opmucino Emilia Perujo @emilia_perujo
Fotos: Felipe Bracho @brachosaurus
 
El primer problema al que me enfrento al emprender un viaje muy temprano es despertar a la hora, porque sortear la Ley de Murphy es difícil. Eran más de las seis y media de la mañana cuando desperté alertado por el timbre de mi casa, la cita era a las seis. Mi despertador-celular no había sonado, llegué tarde a una cita en mi casa y estando ella. Por fortuna, Emilia también había llegado un poco tarde, así que el susto inicial sólo provoco un retraso para pasar en el carro por Felipe. Nuestro destino: la ciudad de Cocula para asistir a la 5ta Noche de Minuetes y al evento “Peregrinar de fe”.
En el D.F. uno apenas se retrasa unos minutos y se pueden pasar un par de horas en el tráfico tan solo para sortear a todos los que van rumbo a su trabajo o escuelas, y poder abandonarlo.
Y si bien tardamos dos horas para alcanzar la carretera de Toluca que nos llevaría al estado de Jalisco, hay un remedio para disolver la tensión provocada por los embotellamientos y amenizar cualquier viaje grupal en carretera: los discos con compilaciones de las que ignoras su contenido, se crea suspenso con cada cambio de canción y al resolverse la incógnita de qué otras canciones traerá uno se lleva sorpresas y revelaciones. Sin contar los inesperados cambios de género.
Hicimos una primera parada después de La Marquesa para llenar el tanque de gasolina. De ahí no paramos hasta más allá de Morelia a comer un sándwich del Subway porque nunca encontramos algo más en forma sobre la carretera. Continuamos hasta la ciudad de Guadalajara.
 
Para llegar al centro de Guadalajara tomamos la Calzada Independencia, avanzamos mucho hasta que encontramos un estacionamiento cerca de la esquina de la calle Gigantes. Bajamos del estacionamiento a la calzada Independencia que seguía con su tránsito vehicular lento, nos incorporamos al andar apresurado de las personas. Toda la avenida es una zona comercial que va desde los primeros tramos con sus tianguis de usado y chácharas hasta llegar más al centro con lugares de tatuajes, plazas comerciales y restaurantes chinos.
Emilia, Felipe y yo recorrimos en una breve “mini-deriva” el centro. Caminamos sobre la avenida Juárez hasta dar vuelta en el callejón Molina, cruzamos la iglesia y el jardín San Agustín donde además de una estatua de Miguel Hidalgo con un gesto de fiereza rompiendo unas cadenas, gesto que recordaba un poco a Hulk, había una pista de hielo. Luego seguimos por la calle Morelos hasta llegar a la Catedral de Guadalajara, en ella además de lo propio de una catedral, en la parte debajo del altar hay un cuarto con una réplica de La piedad y los restos del cardenal Posadas Ocampo.
Al salir de la catedral caminamos sobre 16 de septiembre, viendo su rotonda de jaliscienses ilustres y sus negocios de mayoreo y menudeo, hasta la calle Hospital, cerrada por la construcción de otra línea del Macrobús.
Comenzamos a caminar sobre la calle Hospital, que tiene ese nombre probablemente porque en ella está la Antigua Escuela de Medicina de Guadalajara; en algún momento escuchamos bullicio de fiesta y pensamos que encontraríamos un bar pero no, se trataba de una reunión de una asociación de invidentes. Seguimos de nuevo hasta la calzada Independencia para regresar al carro, con la idea de intentar llegar con un poco de sol a la carretera que lleva a Cocula. Sin embargo el tráfico de Guadalajara es muy similar al de la ciudad de México, tomamos Avenida Juárez y Avenida López Mateos, y nos llevamos otro par de horas para salir de la ciudad. Y la noche nos alcanzó aún en Guadalajara.
Para llegar a Cocula hay que tomar la carretera número 80 que va rumbo a Barra de Navidad (llamada así porque el 25 de diciembre de 1540, el virrey Antonio de Mendoza desembarcó en ella para sofocar una rebelión en la en ese entonces Nueva Galicia), esta ruta recientemente fue nombrada la ruta Manila, a consecuencia del re acomodo regional que está llevando a cabo la actual administración del estado.
Otro cambio es que el municipio de Cocula ha dejado de pertenecer a la región de los Valles para ahora formar parte de la región de las Lagunas, junto a otros 11 municipios; San Martín Hidalgo, Villa Corona, Acatlán de Juárez, entre otros. Además que ahora es uno de los tres municipios nodos o cabeceras de su región, junto a Sayula y Zacoalco de Torres.
Llegamos alrededor de las ocho de la noche, la estatua de un guitarrón estilizado nos dio la bienvenida. Desde la entrada la ciudad se anuncia como la “Cuna Mundial del Mariachi”. Existen largas y apasionadas discusiones sobre cuál es el lugar de génesis del mariachi; la canción “Cocula”, compuesta por Enrique Cortázar, en su letra dice que de Cocula es el mariachi y de Tecatitlán el son.
El etnólogo Jesús Jáuregui lo define como un fenómeno macro regional que puede rastrearse desde el siglo XVIII cuando sus géneros están ya definidos: jarabe, son y minuetes; los dos primeros eran tocados en las fiestas civiles y los segundos en las fiestas religiosas.
Durante el siglo XVI los monjes franciscanos se encargaron de la evangelización de varias zonas del país, entre ellas de los actuales estados de Nayarit y Jalisco. Los instrumentos musicales europeos y la composición de piezas religiosas fueron un medio de evangelización eficaz, las leyendas cuentan que en esta zona gracias a la música la conquista se logró sin “derramar sangre”.
La música de mariachi es junto con la religión católica dos ejes que modulan la vida en Cocula. En su escudo, creado en 1995, se pueden hallar símbolos que representan: el trabajo obrero, ganadero y agrícola, el mariachi, la charrería y la devoción religiosa. En el minuete coincide la religión y el mariachi.
En la posada donde nos hospedaríamos nos recibió Gina Ixtláhuac, integrante del mariachi tradicional Ixtlauakuikani. La posada llevaba como nombre el apellido Ibarra, en sus paredes colgaban además de cuadros de tema rural, reconocimientos al Guillermo “El Güero” Ibarra por sus labores en la difusión de la charrería, fotos de varios charros de la localidad, incluso detalles de la decoración eran monturas, además que varios de sus muebles tenía una marca similar a un nopal, presumiblemente una marca de identidad.
Una vez instalados, Gina, ya junto con el profesor Javier Salcedo, y nosotros, nos dirigimos a cenar. Javier Salcedo no sólo es profesor en la escuela de mariachi de Cocula, también es un compositor de minuetes para mariachi tradicional y organizador del evento. Sus minuetes no se restringen al tema religioso, en la 1era Noche de Minuetes, “Estampas de mi tierra”, se estrenaron piezas dedicadas a habitantes y curas de la localidad, acompañadas de semblanzas biográficas realizadas por el taller literario en ese entonces coordinado por Rafael Catillo, y el cual ahora dirige Antonio Villacís.
Este taller se llama Elías Nandino, quien es uno de lo coculenses célebres y cuyos restos se encuentran en el panteón municipal; en su poema “Canto a mi pueblo” Nandino escribió:

Mi pueblo es diferente porque no tiene nada, con el sol se transforma en muerte iluminada, y en las calles desnudas como sendas de brasas: de vez en cuando cruza la humilde sombra exacta de una niña o de un hombre, de un anciano o de un ángel, que se dan un saludo sin darse la mirada y se borran disueltos en la luz despiadada…

Tras la cena regresamos a descansar porque al día siguiente en Cocula además de la Noche de Minuetes, los Cristos de los distintos templos de la ciudad saldrían juntos en peregrinación, algo que no ocurría desde el periodo novohispano.
En la mañana, Gina junto con José Quintero, integrante del mariachi Coculán, pasaron por nosotros a la posada para ir, en la camioneta de José, a desayunar y luego recorrer algunos de los templos.
Con al luz del día se distinguen más las fachadas de las casas, algunos vestigios de adornos de fiesta en varias calles, después nos dirán que corresponden a la fiesta de La Enramada. La gente camina o utiliza motonetas o bicicletas. El nombres de los negocios son ingeniosos, humorísticos o apelan a recetas originales. Se percibe un ritmo no lento sino parsimonioso. El lugar donde desayunamos, El Chilakill, tiene entre las varias frases que hay en sus paredes, una que dice: “La vida alegre de un pueblo triste”.
El primer templo que visitamos fue la iglesia de San Pedro, en el está el Cristo de la Expiración, también conocido como el Señor de Esquipulitas, porque dentro tiene una figura de madera que aún no se ha determinado si es un fragmento del original Señor de Esquipulitas de Guatemala, o sólo es una reproducción pequeña.
La siguiente parada fue el cementerio municipal y después La Quinta San Francisco, donde vimos caballos con lindos peinados, pavorreales con su plumaje extendido, ponis y becerros; la quinta cuenta con su propio lienzo charro y sirve como salón de fiestas para varios eventos como bodas y graduaciones.
Unas calles después está el templo de Santiago, una breve construcción sin torres pero con piso de hexágonos rojos y crema hace que no luzca austero sino sencillo. Ahí es el recinto del Señor de la Agonía. Subimos de nuevo a la camioneta para visitar ahora la iglesia de San Juan, al igual que en Santiago, la encontramos cerrada y sólo pudimos ver desde afuera su cruz de atrio y su fachada, además de un letrero anunciado la Posada Anual de los Pobres, donde se recolectan juguetes y ropa. En Cocula también hay un tianguis anual de trueque, que se realiza el sábado posterior al Viernes de Dolores, fecha que marca el inicio de la Semana Santa.
De ahí subimos al Templo de la Cruz, desde él puede verse un vista panorámica de Cocula, también estaba cerrado. Otro detalle es que tiene una cámara en su entrada y sensores de movimiento en algunas de sus puertas. Esto debido a que en el 2012, una o varias personas entraron y quemaron algunos santos y también arrojaron el cáliz y otros elementos del sagrario a la barranca que está detrás del templo. Se habló de actos de satanismo.
Curioso porque justo debajo del templo está el callejón del diablo por el cual bajamos, y que en realidad se llama De la Vega, pero nos cuenta Gina que decían que ahí se aparecía el nombrado, que antes había una placa en la que se contaba la leyenda pero con la remodelación del callejón se quitó y no se ha vuelto a colocar. Regresamos a la posada para descansar un poco, pero sólo un poco, porque en menos de una hora ya estábamos saliendo rumbo a la hacienda San Diego.

 
Camino a la hacienda y mientras pasábamos algunas granjas de pollo, José nos contaba que era muy poco probable entrar a ella, porque no dejaban hacerlo, pero que teníamos cinco por ciento de probabilidad.
Estando en la puerta principal, bajamos a fotografiar algunos de los árboles espinosos que había, cuando llegó una camioneta a preguntarnos si nosotros “eramos los de la visita del Presidente”, Emilia contestó que sí y José rápido dijo que no, que veníamos a la noche de minuetes pero que antes habíamos pasado a visitar la hacienda, aunque sólo por fuera; al final pudimos pasar y recorrer la hacienda durante 20 minutos.
Esta es un hacienda azucarera que parece interminable. Sólo recorrimos una de sus fincas, probablemente la principal, porque enfrente de ella tenía una capilla de la que sólo quedan algunas paredes que permiten trazarla mentalmente. José nos dice que el jardín frente a la finca se renta también para bodas, pero sólo el jardín. No alcanzamos a ver el final del terreno. Encontramos, además de pavorreales sueltos, otra construcción que en su interior tiene una cantina y varias mesas de billar. Todos los jardines lucen bien cuidados, sin pastos crecidos, y están siendo regados en el momento que los recorremos.

Salimos para alcanzar al profesor Salcedo para comer en la birriería Pelé. La noche anterior habíamos conocido a su dueño mientras cenábamos y habíamos platicado un poco con él, le decían Pelé porque era uno de los mejores jugadores de Cocula. De nuevo hay muchas fotos de mariachis, una de ellas es del mariachi Jumbo, que nos dice Gina no se llamaba así pero los apodaron por la corpulencia de algunos de sus integrantes.
Acabando de comer nos separamos, Emilia junto al profesor, Gina y José van al ensayo previo al evento; y Felipe y yo a la posada a cargar las cámaras y al templo de la Ascención para ver el inicio del “Pereginar de fe”.

 
Entre cinco y media y seis salió de su capilla el Cristo de la Ascensión, acompañado del tronar de cohetes. Fue colocado en un carro adornado por los vecinos con un cielo brillante en el momento de la Ascensión. Una vez asegurado el Cristo, inicio la peregrinación, al frente de ella iba un mariachi tradicional tocando algunas canciones que cantaban los peregrinos. Este fue sólo uno de los ocho Cristos que llegarían a la parroquia de San Miguel.
Desde su origen Cocula se ha desplazado, la leyenda dice que Coculán era el antigua lugar donde se asentaba la población en tiempos prehispánicos pero que una tromba la destruyó por lo que tuvieron que emigrar a su actual ubicación.
Una vez reunidos todos los cristos de los distintos templos de Cocula, comenzó una peregrinación alrededor de las calles del centro de la ciudad. Conforme se iba realizando el recorrido el cielo poco a poco se fue oscureciendo. El padre resaltaba la importancia histórica del evento pues no había ningún registro sobre algo así ocurrido antes, y pedía a quien tuviera celular que grabara o tomara fotos.
En el paso de cada barrio que conformaba la peregrinación se notaban distintos ritmos, algunos cantaban canciones melancólicas, otros lanzaban vivas, otros cantaban y aplaudían efusivamente; y varios llevaban velas, que ya en ese momento, cuando había oscurecido, iluminaban con breves llamas su paso. Terminado el periplo al centro, los cristo fueron colocados en el atrio de la iglesia, frente al escenario donde se ofició una misa que dio por iniciado el Año de la Misericordia. Al final los padre recitaron en latín, pocas veces lo he escuchado, y en un momento pensé que alguna vez el cristianismo en un inicio con su uso de la lengua y sus composiciones musicales religiosas fue una vanguardia.
La música mariachi es la que acompaña los momentos de la misa, cada oración parece tener de fondo una canción ranchera, con algunos arreglos de arpa. La música que se utilizó para evangelizar fue también utilizada para cantar los momentos de esparcimiento. Caso similar al de las misas góspel. Jesús Jáuregui ha comentado que la música del mariachi tradicional con sólo cuerdas es un símbolo regional, pero que no pudo transformarse a símbolo nacional, lo que sí logro el mariachi moderno que integraba metales y amalgamaba más gustos.

Terminada la misa se dio inicio a la 5ta Noche de Minuetes, en la que el profesor Salcedo presentó piezas dedicadas a los Cristos que salieron a recorrer juntos Cocula. Sin embargo, los homenajeados no permanecieron mucho tiempo en el atrio y mientras los integrantes de los distintos mariachis que tocarían los minuetes se acomodaban, una por una las figuras salieron para regresar a sus templos.
Se interpretaron 11 minuetes, nueve de ellos por primera vez. Al terminar de escucharlos recordé alguna ocasión en Teotitlán del camino, Oaxaca, pueblo de donde es originaria mi mamá, en la que escuché villancicos interpretados por la banda del pueblo, adquirían un tamiz de melancolía y recogimiento, así me pasó con los minuetes, era escuchar las canciones rancheras y europeas tamizadas con el mismo sentimiento.
Terminada la velada, pasamos a una breve cena donde comimos tamales y atole con los distintos músicos. De regreso a la posada encontramos de nuevo las calles vacías y silenciosas.
Al otro día abandonamos Cocula dejando muchas cosas por descubrir, como los pasajes secretos de la escuela de Mariachi que no se ha determinado si son Cristeros o Novohispanos, conocer la hacienda de la Cofradía de la Luz o ver la cascada El Salto que se forma en temporada de lluvias.

Finalmente, agradecemos todas la atenciones recibidas por el profesor Francisco Javier Salcedo, Georgina Ixtláhuac, José Quintero, la Posada de Ibarra y todo Cocula. Y anunciamos que próximamente NoFM compartirá los minuetes tocados esa noche.