por Erika Arroyo
@_earroyo
Las monedas de baja denominación terminan en alcancías improvisadas hechas con botes de algún producto perecedero tamaño extra grande. Una a una, caen golpeándose entre sí, haciendo sonar las sobras de los monederos y las intenciones de propina. La pluma se levanta una vez despachado el boleto, el conductor sube su ventana y arranca. Sale. Lo hace al momento en el que otro vehículo aguarda para internarse.
Es difícil ignorar las flechas enormes en el piso y paredes de un estacionamiento.
El lugar de discapacitados, tan azul, tan claro, tan cerca de la puerta peatonal, es siempre tentador, un vacío que parece pedir ocupación; las fronteras entre autos compactos siempre pueden mostrar su elasticidad a cualquier camioneta de guaruras o patrulla en receso. Lleno total. Un conductor espera alguna posibilidad entre el mar de cajas con ruedas en reposo.
Derecha. Derecha. Izquierda. Encienda sus luces. Prohibido permanecer en el auto mientras se encuentra en este estacionamiento. En manada, las alarmas de los autos familiares se encienden y se apagan, vibrando en encierro.
El descenso al primer sótano tiene un paisaje accidentado que hace más interesante el camino. Pintura agrietada que cobra texturas dramáticas con la escasa iluminación, ríos corriendo en pendiente, ratas persiguiéndose entre sí.
El segundo sótano parece la boca del diablo. Una lámpara agoniza entre la humedad del techo, se consume segundo a segundo. Los sonidos reverberan drásticamente en el lugar.
Las llantas de un auto derrapan sobre el terreno extremadamente pulido que rebota la potente luz de los faros. A su paso alumbra el interior de los que yacen estacionados: una pareja disimula un encuentro en el asiento trasero de un último modelo, una señora hurga en la inmensidad de su bolso para encontrar algo que acaba de olvidar, un perro espera a su dueño en el asiento del copiloto, un hombre toma una siesta con la boca abierta, un rosario cristalino pende inmóvil de un retrovisor. 5 pesos las primeras dos horas con boleto sellado, los estacionamientos son lugares desolados.