Dice David Foster Wallace que la cultura Hip-Hop y su máxima expresión artística, el rap, es de la calle. Que habla de lo que los afroamericanos quieren o sienten viviendo en el gueto. Desde esta lógica, Wallace y Costello, en su libro Ilustres raperos: el rap explicado para blancos (Malpaso Ediciones, 2017), justifican la violencia que existe en el rap. También justifican la política desde donde MCs como Chuck D de los Public Enemy ataca al poder blanco.
De la misma forma critican y condenan la actitud “blanca” y –según ellos- berrinchuda de grupos como los Beastie Boys que en su primer disco hacen un reclamo (muy) justificado de tres niñatos de Brooklin, no contra la policía, no contra el sistema, ni contra la pobreza, mucho menos cantaban sobre volverse millonarios. No, ellos lo hacían contra el adultocrentrismo y el derecho a la fiesta constante. Para Wallace la actitud de estos “blanquitos” es condenable.
Lo que ellos hacen no es rap y tal vez tienen razón. Lo que los Beastie Boys hacen es otra cosa. Sin embargo, la discriminación, el rechazo, la incomprensión de la que se nutre desde la raíz la cultura Hip-Hop nos da derecho a todos esos marginados de usarlo como plataforma de liberación personal y colectiva. Al igual que el punk y sus derivados, el Hip-Hop nace en los barrios marginales como una forma de expresión muy básica que al final termina siendo parte del mainstream perdiendo cierto valor. Aunque lo reconozcamos, en el fondo mantiene su esencia fundamental que es servir como mecanismo de fuga de todo lo que esos marginados sienten al no pertenecer al grupo en el poder.
Dentro de esta marginalidad, de estos rechazados por el sistema o como ellos mismos lo dicen, de seres que nos visitan de otro planeta, en España surgen los UMMO. Y bajo el mando de Sagan X y de la mano de Mr. Mill y Woa han comenzado la conquista del planeta. Desde su primera maqueta ¡Woow! en el 2014, hasta su más reciente producción, un EP titulado Brujería, donde colaboran en una canción con Strawberry de los Def con Dos, su tono es altamente misántropo. ¿Qué esperaban de unos Humitas? Y junto con los múltiples proyectos en los que participan de manera solitaria (Planeta Def, Universos Paralelos) rompen con los esquemas del rap ibérico actual.
Mucho más cercanos al Trap que a las Jam de los noventa como lo pueden estar Áyax o Erick Herve, pero totalmente alejados del trap estúpido de Kínder Malo o del estilo casi regguetonero de C-Tangana, con múltiples referencias a la Sci-Fi y películas de terror, con un claro sesgo a su planeta de origen (UMMO) no olvidan de donde vienen. Son unos frikis haciendo música; unos visitantes del espacio exterior que jamás existieron. Son Ummitas.
Con beats y un sonido lento, exasperante, rayando en la locura cacofónica de un DJ que no toma prisioneros al momento de hacer ruido; que se suma a la voz desgarradora, al grito sordo de Sagan X, crean una atmosfera asfixiante, densa. Con los UMMO no van a escuchar letras que hablen de lo millonarios que son, de las pistolas que usan, de que son más machos que todos los demás, del montón de mujeres que se follan todos los días. Estos trappers te llevan a la locura del cine de horror, a la ciencia ficción, a la locura. Nada de Gansta Rap, nada de Rap Político. Estos frikis convertidos en músicos. Son tres tipos que reclaman la tierra para ellos. Son sobrevivientes de un planeta que jamás existió.
La conquista de los ummitas ya inició. Ellos ya están haciendo su trabajo y profetizan que se avecinan tormentas. Y nadie, nadie parece tomarlos en serio.
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Jorge Tadeo – @primaindie