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Las mujeres que piensan

Si has decidido leer esta entrada, hay una de dos opciones: genuinamente te preguntaste quiénes son esas “mujeres que piensan”, o el título se te hizo absurdo en sí mismo. Cualquiera que haya sido la opción, lo cierto es que has llegado hasta aquí esperando respuestas, así que vayamos en busca de ellas. 

La mujer más famosa de Hollywood

Marilyn Monroe pasó a la historia por su extraordinaria belleza, no menos grande que su inteligencia y talento. La historia de su vida previa a la fama es una de tantas acerca de artistas que solían ser una persona común y corriente, y que de pronto se encontraban en el foco de las cámaras. 

Su nombre real era Norma Jeane Morteson, y nació en Los Ángeles el 1 de junio de 1926. Creció soñando consigo misma dentro del mundo de Hollywood que la rodeaba en su ciudad natal, pero al que en realidad su familia y amigos no tenían acceso. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, la vida de Norma Jeane fue de las pocas que se transformó para bien. 

Ante la ausencia de los hombres como mano de obra en las fábricas, mujeres como ella tuvieron que ocupar esos lugares. Durante esta etapa, un fotógrafo de la Armada quedó embelesado con la belleza de la joven Norma y le tomó su primera sesión de fotos. Aquel fotógrafo encontró una estrella, y la actriz su vocación. 

Más tarde esas mismas fotos serían las que la convertirían en uno de los rostros más conocidos de Hollywood. Norma Jeane se transformó en Marilyn Monroe. Hoy su imagen continúa siendo un emblema que perdura con el tiempo. Pero al igual que cualquier persona, Norma Jeane no solo era un cuerpo bonito

La pasión no tan secreta de Marilyn Monroe

Existe toda una colección de fotos de Norma Jeane leyendo en su biblioteca personal, la cual contaba con más de 400 títulos. La literatura era una de las grandes pasiones de la actriz, además del cine. Tanto era así que cuando no se encontraba en un set, se hallaba cursando la carrera de estudios literarios en la UCLA. 

La gente que trabajaba con la actriz la veía leer entre tomas de los rodajes de sus películas. Era bien sabido que Norma Jeane disfrutaba de escribir poesía y diarios personales continuamente. Esta gran pasión por el arte en general y la literatura en específico sería una de las cosas que tuvo en común con su tercer esposo, el escritor Arthur Miller. 

La lectura era parte del día al día en la vida de la actriz y modelo. No era algo de lo que ella se avergonzase ni que hubiera intentado ocultar del medio. Incluso en sus diarios llegó a mencionar que disfrutaba ser retratada mientras leía. Marilyn encontró la manera de conjugar el modelaje y su hábito de lectura. 

Pero su gusto literario parecía esconderse solo. Su papel en el cine y los medios estaba teniendo tanta relevancia que mantenía su vida intelectual fuera de foco sin proponérselo. Es evidente que la faceta literaria de Marilyn Monroe nunca tuvo tanta relevancia en los medios en comparación con la actoral, aunque vaya que la tuvo en su corazón. 

El mito de la mujer perfecta

La discrepancia entre su figura pública y su biblioteca no es tan sencilla. No es casualidad que el nombre de la celebridad y el de la academia no tiendan a estar en una misma oración. Norma Jeane era celebrada en el espectáculo por poseer un cuerpo sexualizado, y llevar su papel fuera de las salas de cine. El mundo pensaba en ella como la mujer rubia extremadamente bella, ambiciosa y superficial, tal y como interpretaba en sus películas. Pero casi nadie la lograba imaginar como una mujer inteligente

Pensar en la Marilyn Monroe que leía mucho y muy bien, rompía con “la magia del cine”. Quebraba la ilusión de una mujer perfecta que no piensa demasiado, construida para el consumo masculino y sexista. Y si al público le costaba tanto separar a la actriz como persona de sus papeles en pantalla, la razón puede no ser tan clara. Aquí trataremos de desmenuzarla.  

Marilyn Monroe leyó el Ulises, supérenlo

Dicho lo anterior, no es sorpresa lo estupefacto que quedó el mundo entero cuando empezaron a circular algunas fotos de Marilyn Monroe leyendo el Ulises de James Joyce. El impacto no era solo que leyera, sino que dicha obra se trataba de una de las más aclamadas por la crítica en el siglo XX. Se trataba de uno de esos libros para nada se consideraba como una lectura fácil. 

“¿De verdad Marilyn Monroe leyó el Ulises?” era la pregunta titular en la prensa de aquel entonces, y que sigue reciclándose una y otra vez cuando quiere hacerse alusión a estas fotos. Lo peor del caso es que se trata de una pregunta genuina. Al parecer al mundo de los 50, y aún al de hoy, le cuesta trabajo pensar en una mujer que conjugue naturalmente su feminidad con su intelecto

Las cuestiones en torno a la fotografía pasaban de la estupefacción al absurdo. El público, lectores y académicos se preguntaban si realmente la actriz leía a Joyce, o si simplemente el libro era parte del montaje para las fotografías, porque claro, era inconcebible que un ícono sexual como ella tuviera verdadero interés literario

Le preguntaron si de verdad le gustaba leer el Ulises, pero sobre todo si lo había entendido. La artista norteamericana se limitaba a sonreír y explicar lo que nadie era capaz de entender. Admitió que no se trataba de una lectura fácil, y que las intermitencias en su lectura a causa de su trabajo eran otro obstáculo, pero que sí, terminó la obra de Joyce y la disfrutó

Norma Jeane fue cuestionada en repetidas ocasiones acerca del tema, de la misma manera en que muchas mujeres somos cuestionadas cuando expresamos un interés personal lejano a lo “femenino”. El cuestionario es inevitable, como si necesitáramos aprobar un examen de conocimiento para validar nuestro derecho a tener intereses personales más allá del espejo y la cocina.

Buscando al (la) culpable

Marilyn Monroe nunca demostró molestarse por la puesta en duda de su inteligencia. La actriz se desenvolvía a la perfección entre el mundo del espectáculo y su círculo cercano de escritores e intelectuales. Nunca pareció estar interesada en demostrar su intelecto al resto del mundo y, consciente de su belleza e influencia en el medio, utilizaba su imagen a su favor. Marilyn entendía que, para el mundo en el que vivía, su sola sonrisa y una buena actuación bastaban. Falta considerar la posibilidad de que no mostrarse interesada no equivale a de verdad no estarlo. 

Su caso no es aislado. El estigma hacia las mujeres bellas e inteligentes tiene una carga histórica y cultural importante. Marilyn Monroe no era cuestionada por ser un caso especial, sino porque en el imaginario patriarcal, las mujeres no deberían de pensar, y de hacerlo, no deberían tener el derecho a ser bellas. Es más, las mujeres ni siquiera alcanzan el grado de “sujeto” y son reducidas a “objetos”, productos para el consumo masculino, incapaces de tener intereses personales más allá de satisfacer al patriarcado.

Bien podríamos adjudicar la culpa a la propia Marilyn Monroe de que sus gustos fuera de cámara no fueran tomados en serio. Como ya he mencionado, la actriz mostraba conciencia del impacto de su rostro en el público y lo empleó a su favor en más de una ocasión. Sin embargo, decir que Marilyn es la responsable de que su cuerpo opaque el resto de sus dimensiones humanas e intelectuales, es una postura que se queda corta, pero que es fácil de asumir. 

De ficciones y realidades

Marilyn Monroe además de tener conciencia de su potencial como producto, también sabía que en la industria en la que se encontraba no había otro camino. Para los estándares de Hollywood, el papel para la mujer bonita era el de damiselas en peligro, el premio del héroe, la que evidentemente quería casarse con el protagonista porque no existía otra clase de final feliz para ellas. 

Los papeles femeninos se pensaban desde y para una visión masculina; en términos más actuales, se trata del male gaze. Son papeles planos que caben en el espacio de una etiqueta, y las mujeres eran y son tratadas como un pequeño lienzo bidimensional en el que no caben más de dos o tres de ellas. Marilyn Monroe solo era el caso más exitoso de mujer bonita en pantalla. 

Y si crees que la dinámica se detiene en el cine, la realidad es que no. La propia literatura se ha encargado de replicar este estereotipo femenino por siglos. No fue hasta apenas el siglo pasado que escritoras como Virginia Woolf o Victoria Ocampo empezaron a cuestionar el papel femenino tanto en la realidad como en la ficción. Pero de ahí a que sus ideas empezaran a resonar con fuerza todavía hubo una gran distancia, que aún no ha terminado de trazarse.

No hay que olvidar que las representaciones artísticas parten de un imaginario acerca de nuestra realidad. El arte tiene un momento de reconocimiento con su lector/espectador, si una obra es bien recibida es por algo. Esto puede situarse fácilmente en la televisión, la radio, publicidad, y cualquier medio (artístico o no) que nos rodea.

No te atrevas a pensar

A pesar de que mujeres como Norma Jeane son ejemplos claros de que la sensualidad y la inteligencia no están peleadas, también lo son de que el imaginario patriarcal se esfuerza por aplanar la personalidad de las mujeres. Cada vez que se busca reivindicar la figura de la actriz de Hollywood, de darle nuevas dimensiones, concluyen en la triste descripción de que Marilyn era bella y alguna cosa más. 

No me mal entiendan, Norma Jeane es a todas luces bella y algo más. Muchas cosas más. Era una actriz talentosa y tenía una gran voz. Leía entre toma y toma, y seguramente después platicaba con sus amigos sobre el Ulises de Joyce. No se esforzaba en demostrar sus intereses personales, pero eso no significaba que no le importara lo que los encabezados de los periódicos dijeran de ella. Sufría y gozaba de su fama al mismo tiempo. Consiguió tener el trabajo de sus sueños, y estudiar en la universidad en la que nadie se preguntó desde cuándo figuraba en sus pensamientos. Sonreía a la cámara, llenaba recintos y portadas de revistas. Cuidó de su madre enferma en su juventud, y trabajó como obrera en una fábrica. 

Marilyn nunca dijo de manera abierta su opinión sobre los encabezados de las revistas que llevaban sus fotos. A ella le gustaba posar frente a la cámara y tal vez eso le bastaba. Una vez en papel su imagen ya no era suya, y eso es algo que cualquier persona en el medio lo sabe. Pero de ahí a que Norma Jeane se asumiera a sí misma como solo un buen cuerpo, hay un abismo. 

Su figura se retoma una y otra vez como cualquier objeto, y se opina sobre su cuerpo como si la voz de todos valiera más que la de ella. La vemos reaparecer en películas y series que hablan de ella, que tratan de representarla y de ser ella, pero eso es imposible. Casi está de más señalar que esas representaciones la mantienen en un “apreciación” sexualizada, o la reducen a una victimización exacerbada. Pero si no escuchamos la voz de Marilyn es porque nadie nunca le pedía su opinión con la verdadera intención de escucharla, de creerle. No la creían capaz de emitir una opinión válida, pero lo que ella dejó en su escritura y su librero basta para argumentar lo contrario.


Por Jovana Hernández – @plumas.de.ganso

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