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#BallenasBlancas. Judith Reyes, la otra versión de la historia

Judith Reyes

De niña decían que escondía al diablo debajo de su pupitre y la llamaban Judas por inquieta. Más tarde fue La Tamaulipeca que componía canciones para la época de oro del cine mexicano. Tras el 68 fue declarada persona non grata. Y terminó sus días siendo Judith Reyes, la madre ideológica del rock nacional.

Nacida en Ciudad Madero, Tamaulipas, Judith fue hija de campesinos que se convirtieron en carbonero y trabajadora doméstica. A los 12 años, justo antes de partir a Estados Unidos en busca de un futuro más próspero que nunca llegó, su padre le regaló una guitarra. Para ayudar a su madre, Judith empezó a tocar y a cantar en carpas y caravanas. Tiempo después, allí conoció a Ernesto Alarcón, con quien se casaría a los 16 años y formaría el Dueto Alarcón.

Judith Reyes, la otra cara de la patria

Parranda larga

La fama del Dueto Alarcón creció lo suficientemente rápido como para hacer una gira por Estados Unidos. Para ese entonces, el alcoholismo y la violencia de Ernesto se habían vuelto una constante. Judith decidió huir de su matrimonio. Aprendió taquigrafía durante las noches, dejó a su esposo y consiguió trabajo en la Sociedad de Autores y Compositores de México. Su trabajo consistía en revisar las canciones que se utilizaban en las películas y acreditarlas a su autor.

Gracias a ese empleo, una de sus composiciones, “Parranda larga“, fue incluida en El Rapto, película dirigida por Emilio “El Indio” Fernández y protagonizada por Jorge Negrete. A partir de ese momento, la fama de Judith creció. Empezó a ser conocida como La Tamaulipeca. Sus composiciones se incluyeron en más películas nacionales y extranjeras, y eran éxitos en la radio. Entre los intérpretes de sus canciones se contaba a Tito Guízar, Rosa de Castilla y Jorge Negrete. Fue la muerte de este último lo que la haría abandonar ese camino de la fama. A los 28 años, con tres hijos, decidió que no compondría canciones para otros, se reintegró a las giras en carpas y, por insistencia de su marido, dio otra oportunidad a su matrimonio.

La voz revolucionaria del pueblo

A principios de los años 60, ya divorciada, Judith Reyes se mudó con sus hijos y su madre a Parral, Chihuahua. Ahí iniciaría su faceta como periodista. Al reportar las huelgas en contra de las mineras y los latifundios, prometió a los trabajadores que no sólo escribiría sobre sus luchas, sino que las cantaría.

De esta manera, fundó los periódicos Acción y Voz revolucionaria del pueblo, en los que difundía las demandas de campesinos y trabajadores. Ella se encargaba de la distribución y aprovechaba para hacer funciones en los lugares de trabajo. En 1964 decidió lanzarse como diputada local, compitiendo con el cacique priísta de la época, apoyado por Gustavo Díaz Ordaz. Ese año la apresaron por primera vez, acusada de inducir a que tres mil muchachos quemaran el templete en un mitin del PRI. El tiempo en la cárcel tuvo dos consecuencias: perdió la diputación y se decidió a grabar La otra versión de la historia, su primer disco.

El disco estaba compuesto de corridos que en realidad eran crónicas de luchas nacionales e internacionales. Su segundo disco, publicado en 1967, ¡Aquí está el Che!, incluye canciones como “Los granaderos”, “Rebeldía rural”, y está dedicado a los presos políticos. Así, la música de Judith Reyes nunca sonó en la radio y se vendía sólo en el mitines y reuniones clandestinas.

México oprimido

El tercer disco de Judith Reyes es un documento invaluable para la historia de nuestro país, y un parteaguas en la vida de la compositora. Crónicas del movimiento estudiantil de 1968 es, como su título lo indica, un recorrido por las historias, horrores y dolores de los estudiantes reprimidos. Judith era como un juglar que recorría plazas públicas, fábricas, mercados y escuelas cantando lo que la prensa se negaba a publicar.

Las consecuencias del disco llegaron rápidamente. Judith fue declarada persona non grata por el gobierno de Díaz Ordaz. Aunque la vigilancia y la persecución se intensificaron, ella no le dio importancia. Hasta 1969 cuando, mientras se recuperaba de una cirugía, fue secuestrada por elementos del estado mayor presidencial. A punta de metralleta la sacaron de su casa con los ojos vendados, y la llevaron a lo que parecía ser una caballeriza. Más tarde, la llevarían a una oficina, para presentarla ante un funcionario que Judith nunca supo reconocer.

Tras regresarla a las caballerizas, Judith Reyes fue golpeada y torturada toda la noche. Sus verdugos inistían en obligarla a prometer que dejaría las canciones de protesta y volvería a componer éxitos para las películas. Ella se negó. A mitad de la noche, la obligaron a beber un vaso de alcohol, a sabiendas de que su vida corría peligro por la reciente cirugía. Judith brindó por Díaz Ordaz, bebió el trago y cantó la “Canción de la Universidad“. Despertó a la mañana siguiente, apenas viva, a bordo de un auto en medio de una calle desconocida.

Después del secuestro Judith no dejó de cantar. Sin embargo, se exilió en busca de protección y seguridad para ella y sus hijos.

Dignificar el corrido

El exilio de Judith Reyes fue también una larga gira por distintos países. Grabó discos en Estados Unidos, Francia e Italia. Durante los setenta lanzaría más de 18 discos, entre los que destacan Days of struggle (dedicado a Genaro Vázquez), Crónica Mexicana y Messico Oppresso. En todos los discos, Reyes mantiene la idea del corrido como instrumento de difusión de la historia reciente. Sus canciones son al mismo tiempo la reivindicación de luchas históricas y la captura de instantes que la historia quería enterrar.

Tanto en sus canciones como en sus libros, publicados en los años ochenta, Judith Reyes mantuvo la idea de dignificar el corrido y el papel del cantante como juglar. De acuerdo con la compositora, el género debía alejarse del machismo y el alcoholismo para dedicarse a mantener la historia al día.

El corrido, decía Judith, pertenecía a las calles y a la gente. Y para ella, pertenecía también a la lucha. Su libro El cantar materialista de la historia, publicado en 1986, lo dedica a explicar su forma de luchar como mujer, militante y artista. La coherencia de su vida y obra la acercaría a los cantantes de protesta y los jóvenes rockeros de los años 70 y 80. León Chávez Teixeiro, Óscar Chávez y Francisco Barrios El Mastuerzo, entre otros, la reconocen como la madre ideológica y un referente para los artistas de izquierda.

El 27 de diciembre de 1988, a los 64 años, Judith Reyes se levantó dispuesta a trabajar. Un día antes se había presentado en Frente Magisterial Independiente. El dolor en el brazo le impidió terminar la jornada. Murió de un infarto en su casa. Fue velada en el Campamento 2 de octubre entre estudiantes, campesinos, trabajadores, periodistas, vecinos. Y no lo sé de cierto, pero seguro hubo música.


Gabriela Astorga – @Gastorgap

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