#HáblameDeFlow. Del Sóngoro Cosongo al Verdor, Hardem en México
Las posibilidades del hip hop son infinitas. Una fuerza que transforma todo lo que toca, lo vuelve expresión del alma, arte personal y desdoblamiento. Ser parte de la cultura no requiere de invitación. El despertar no requiere invitación. Es una cuestión de fe y experiencia, de haber vivido en las calles y saber usar ese conocimiento para resolver los problemas cotidianos. Construimos el hip hop día a día con cada sonido, cada palabra, cada color, cada movimiento como si se fueran engarzando con la cotidianidad. Como una poética que penetra en el lector y crece como una hiedra verde ondulante hasta alcanzar la luz en la cima. Así busca el negro Hardem ir versificando entre negritudes y exotismos heredados de las vanguardias, con el brillo de su oro tropical, el peso de la conga y los metales, de los versos y las lecturas, de la historia que le echaron antes de nacer.
El llamado
Todo es parte del flujo natural de las cosas que se bifurca para nutrir las posibilidades. Así llegó la oportunidad de presenciar el ritual mágico de Nelson Martínez, hechicero lírico que ha decidido transformarse en N. Hardem. En la clandestinidad, con el rostro borrado por el antifaz, subí los peldaños de la pirámide y llegué junto a los demás adeptos con las expectativas altas como pájaros en parvada. Sobre la tarima suena Racal Tresvecestres y el boombap que sale de los parlantes se concentra en el espacio.
Las ondas subsónicas se diluyen con las palabras. Los espectros se mueven sacudiéndose la muerte. Retratos post pandémicos que se acumulan. Desde el fondo el break beat y el sampling se derriten en la caja de ritmos entre los dedos de Doped Mind que orquesta la presentación de Racal, que aviva el rescoldo en el Mictlán donde antiguos ritos urbanos vibraron entre aquellas paredes.
El brujo perpetró la noche en aquel lugar enclavado en la colonia Obrera, en el ombligo de esta Tenochtitlán iluminada por los comerciantes sobrevivientes a la pandemia. Su figura se posa bajo el tapanco de la noche, silencioso, de lentes negros, vigilante. Todo es nuevo y familiar a la vez. En su rostro oscurecido se ve el dolor que le causa el abatimiento a sangre fría de su gente, pero el sabe que por ahora su propósito es cumplir el sueño, llevar su arte a nuevas mentes, generar vida.
Verdor: N. Hardem en México
El aura cambia de rojo a un luminoso verdor y varios inciensos comienzan a perfumar el lugar. El mismo perro entra y toma su trono detrás de los discos eternos y los loops. Todos se unen en un semi círculo para mirar como mezcla los ingredientes sonoros. Hace el llamado a su manada para reconocerse y sentir el candor de los asistentes, que reaccionan a el folclor de los sonidos colombianos reinventados por el rap.
¡Yamambo, Yamambé! Con su amuleto colgado de conchas blancas aparece N. Harmen, pero ya no es el mismo que vimos al llegar. Ahora está en el laberinto de skills y emociones. Se pone al frente, se hinca para ahuyentar a sus demonios. El negro comienza a levantarse sobre el beat que lo exorciza. Miro el nacimiento del nuevo juglar que reconoce su tradición de monilitos y hierbas, de tierra y tambores.
Descendiente de una generación de salseros, su fraseo busca el canto y la crónica, va construyendo imágenes una tras otra. Como una caída de cascada, sin perder el ritmo, brotan las voces del pasado entre sus labios desde el Sóngoro cosongo a El Albatros, de Marvin Gaye, a Grupo Niche, de revolucionarios a campesinos. El collage llamado Verdor se impregna en el humo. Prendo la vela y decoro el rito, ladridos de pájaros y lágrimas que se deslizan en los pómulos de del negro tras el mantra poético de Velandia.
El cauce de la magia
Después de sonar lo más fresco, llegó el momento de tirar viejos versos y referencial al cine negro y al recuerdo de sonidos que nos deslumbran por primera vez. Cuando la interpretación sale de las entrañas no hay error, improvisación y mancuernas líricas entre el Mismo Perro y Hardem demostraron el tiempo que tienen en el game. Unas cuantas frases sobre la matanza en Colombia no se detienen en sus perlas caribeñas. En medio del templo, una piñata se agita. Hardem se une a los adeptos y, mientras rima, golpea a esa representación de todo lo malo, el miedo, la tristeza, la angustia, un nexo entre esta tierra y su patria herida. Al romperla todo se transformo en dulces y sonrisas como una vuelta a la infancia perdida, como un retorno a los que fuimos.
Llegó el final de la hechicería, el brujo-poeta que ha llevado este ritual venía protegido por la limpia de los antiguos mexicanos. El cauce de la magia corrió en los creyentes, entre humo y energías se fue esfumando el clamor a Changó y todas las deidades invocadas. No podría decir exactamente cómo es que su arte perpetuó en esta visita. Pero estoy seguro que esta noche fue la mejor bienvenida que pudo tener en su primera presentación en esta tierra sagrada.
(Agradecimiento a Nugget Records, Uaiakan y Falzo Musik por todo el apoyo).
Takeshi López – @TakeshiLopez
Fotos de David Montaño – @david_montanofoto
LEE TAMBIÉN: #HáblameDeFlow. THE BIG TOP. 5 diamantes de rap de N. Hardem