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En sus marcas, listas, ¡fuera!: regresa la Carrera de la Tortilla

Luego de dos largos años de confinamiento por Covid, el mundo comienza a verse relativamente normal de nuevo. Este fin de año nos emociona a todos porque tenemos la promesa de volver a vivir nuestras festividades de una manera más cercana a la que teníamos antes de la pandemia. El pasado 7 de agosto fue significativo para la comunidad de Santa María de Coapan, Puebla, pues pudieron reanudar su tradición más importante: la Carrera de la Tortilla.

Una tradición peculiar

La Carrera de la Tortilla es una tradición joven en nuestro país. Surgió hace apenas 30 años en el marco de las celebraciones religiosas de su patrona La Asunción de María. Sin embargo, como muchas tradiciones mexicanas, el evento no tiene un estricto sentido católico ya que se trata de una comunidad de origen mayormente náhuatl. A pesar de lo reciente de su surgimiento, esta carrera ya es considerada patrimonio cultural de nuestro país.

El evento consiste en una carrera de 5km en la que pueden participar mujeres de todas las edades. Para participar, todas ellas llevan en sus espaldas al menos 1kg de tortillas recién hechas, y la carga puede incrementarse hasta los 6kg. La definición del peso depende de la categoría en la que se compita, y esta a su vez va acorde a la edad de las participantes.

El día de la competencia, todas llegan muy entusiasmadas con sus tortillas hechas a mano. En el recinto se cuenta con una báscula donde se comprueba el peso que llevarán cargando. En caso de que les falte, ahí mismo se les donan más tortillas para completar el requisito, pero también se les avisa si lo sobrepasan. Es decisión de la competidora si quiere corregir el peso o participar con el excedente. Algunas han decidido presentarse hasta con 20kg.

Se trata de una competencia exclusiva para las mujeres originarias de la zona. De hecho, el único requisito para inscribirse es presentar una identificación oficial o su acta de nacimiento para comprobar su procedencia. Pero más allá de su domicilio, el lazo que une a las competidoras es el de su trabajo.

Trabajo poco reconocido

La tradición surge de la necesidad de visibilizar y honrar a las coapeñitas, que todos los días salen de sus casas con varios kilos de tortilla cargados en sus espaldas para venderlos de puerta en puerta. La mayoría de ellas son el sostén completo de sus familias, y su quehacer diario basta como preparación para la competencia.

Pero no todo es alegría. Algunas de las competidoras comparten que el día de la carrera es el único del año en que se les da un merecido reconocimiento. El resto de tiempo la gente olvida el valor de su trabajo y de sus costumbres. Regatean sus productos a precios absurdos, les relegan espacios denigrantes de las calles, y su mera labor diaria tiende a ser recibida con desprecio. Para las coapeñitas, el apoyo ofrecido durante el evento se siente hipócrita en contraste con el cotidiano.

La competencia, aunque pintoresca y entretenida, busca recordarle a ciudadanos y autoridades la importancia del respeto y reconocimiento de su trabajo. En esta última carrera, la clausura del evento se aprovechó para expresarle al alcalde y los presentes sus problemas y necesidades. Las mujeres de Coapan defendieron su derecho a un trabajo y vida dignas, al mismo tiempo que rescataban sus tradiciones náhuatles.

Un día especial

El día de la carrera se recibe con mucha emoción a pesar de los problemas que aquejan a sus competidoras. Tal es el entusiasmo que lo reciben con todo un ritual. Las coapeñitas se levantan más temprano de lo que acostumbran para ir al molino a preparar con esmero su nixtamal, la masa y, posteriormente, sus tortillas.

También alistan sus hermosos trajes típicos, que constan de falda y blusa con flores bordadas, una bella cinturilla de color y sus huaraches. Las competidoras suelen trenzar su cabello y coronan su apariencia con una sonrisa. Es parte de la costumbre correr vestidas con su atuendo náhuatl, por lo que los 5km de la carrera nos regalan un increíble cuadro a mucho color.

Codo a codo, se reúnen mujeres de todas las edades con el chiquihuite bien amarrado. Niñas que ya dominan el arte de hacer tortillas corren de la mano con sus madres y abuelas. Señoras de más de 60 años se presentan a la carrera, saben que ahí sus tradiciones cobran vida y las nuevas generaciones se animan a mantenerlas de esa manera.

El premio se queda corto

Al final de la carrera a todas se les reconoce con una medalla simbólica, y a la ganadora se le recompensa con un comal nuevo y despensa para “mejorar” sus condiciones de trabajo. Mas las condiciones precarias en las que viven todas las mujeres que ejercen el oficio, hacen que ese premio se vea pequeño. Se queda en lo simbólico.

La Carrera de la Tortilla es mucho más que una peculiar competencia deportiva y cultural, es la celebración de cientos de mujeres con una fuerza que va más allá de la física. Las coapeñitas son solo una parte del total de mujeres que enfrentan la misma situación en todo nuestro país. Basta recorrer las calles de cualquier pueblo o ciudad de México para comprobarlo.

La venta de tortillas, frutas y verduras al pie de las banquetas, o de puerta en puerta, es una actividad común y digna, pero despreciada. Las coapeñitas aman lo que hacen y les transmiten su pasión a sus hijas. El problema está en que la remuneración por su trabajo no es suficiente. Una medalla y una despensa no alcanzan para mejorar la calidad de vida de las familias de Coapan.

Habrá que ver si las autoridades presentes en el evento hacen caso a las necesidades de estas mujeres y hacen algo a favor de sus condiciones de empleo. Pero también hay que ver si nosotros, los espectadores y, sobre todo, sus clientes, dejamos de hacer oídos sordos a sus palabras y al fin reconocemos el valor de su oficio.


Jovana Hernández – @plumas.de.ganso