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#BallenasBlancas. Mary Richardson y las radicales

Mary Richardson pasó a la historia por un montón de apariciones polémicas de intención político y social. Pertenecía a un grupo de feministas radicales que perseguían, entre muchas otras cosas, el derecho al voto femenino. Ella y sus compañeras inglesas fueron criminalizadas y apresadas más de una vez. Pero sus nombres continúan resonando hasta nuestros días por su arrojo y entrega a sus ideales. 

“Acciones, no palabras”

Richardson militaba en un grupo feminista llamado Women´s Social and Political Union (WSPU), liderado por Emmeline Pankhurst, pero dicha organización no siempre fue radical. En un inicio, con supuesto motivo de la Primera Guerra Mundial, el Parlamento no prestaba atención a las protestas pacíficas de este y otros grupos de mujeres. A decir verdad, cualquier razón pudo haber servido como pretexto para no escucharlas.  

Las sufragistas cayeron en cuenta de que sus exigencias y propuestas políticas, en especial la del voto, no estaban siendo tomadas en serio. Fue entonces que Mary Richardson y sus compañeras decidieron que, si sus palabras no eran escuchadas, empezarían a gritar. 

Bajo el lema de “acciones, no palabras”, el grupo de sufragistas se hizo famoso por hacer protestas violentas en las calles: incendiaban, rompían, atacaban personas y allanaban establecimientos públicos. Contrario a lo que muchos consideraban, sus actos tenían motivaciones con mayor peso que los “daños” causados. 

Uno de los principales incentivos para el tono de sus protestas fue la muerte de su compañera Emily Wilding Divison. Ella fue arrollada por un caballo mientras trataba de llamar la atención de un ministro mientras buscaba que éste se uniera a la causa sufragista. Este primer dolor de pérdida motivó a sus compañeras a continuar con su cometido, pero se les sumaron otros, como el constante acoso que sufrían en medio de sus protestas de parte de los hombres. 

La muerte de Divison no fue en vano. Ganó la atención y apoyo del político, quien a su vez las invitó a seguir haciendo ruido en pro de sus ideales. Tal incentivo fue la chispa que prendió definitivamente las antorchas sufragistas, y objeto de un sin número de críticas por la revuelta feminista que se estaba levantando. 

Sin miedo

La misma Richardson fue arrestada nueve veces en tan sólo dos años. En una de esas ocasiones, se declaró en huelga de hambre como forma de protesta. Con esto se convirtió históricamente en una de las primeras personas que fue obligada por las autoridades a comer. 

Además, la política de alimentación forzada se acompañó de la del “gato y el ratón”. Ante la sobrepoblación de las cárceles de aquel entonces, las autoridades se vieron obligados a dejar ir a algunos presos en calidad de fugitivos, y no de personas libres. Richardson y muchas de sus compañeras figuraban en esta lista. Según ellos, así “evitaban” seguir forzándolas a comer, pero en cuanto se les veía sanas, volvían a perseguirlas. 

Más adelante, Richardson también tuvo las agallas de convencer al obispo de Londres de que la apoyara en su causa. Y todavía más famosa fue la hazaña de tratar de ganarse el favor del rey Jorge V de una manera poco convencional. La sufragista inglesa se abalanzó sobre el estribo del caballo que llevaba el coche del rey para entregarle su petición. El acto evidentemente no fue bien recibido, y esa fue la causa de otra de sus nueve órdenes de aprehensión y un par de huesos rotos. 

Puñalada al arte

Aunque en este punto parece casi imposible que Richardson hubiese hecho un acto más arrojado y escandaloso, lo hizo. La sufragista es recordada por haber sido la persona que apuñaló una de las obras de arte más conocidas de la historia: La Venus del Espejo, de Velázquez. 

Tras la detención de su líder, Emmeline Pankhurst, Mary Richardson entró a la National Galery de Londres con un cuchillo de cocina, y le atestó siete puñaladas a la famosa pintura. Posteriormente declaró que se trataba de una venganza simbólica. Si bien ella había destruido una de las figuras más bellas del arte, el Estado estaba destruyendo a Pankhurst, la mujer más bella de la historia moderna. La mujer que luchaba por los derechos de las mujeres. Por este acto fue condenada a seis meses de prisión, el máximo por daños a una obra de arte. 

La Venus del Espejo tuvo que ser restaurada meticulosamente, pero esta no fue la única vez que las sufragistas atacaron obras de arte. También se tiene registro de otros daños de su autoría a algunas obras que se resguardaban en la National Portrait Galery. 

La vida política y fascista de Richardson

Luego de todas sus apariciones polémicas, Mary Richardson dejó a un lado las antorchas para tomar el micrófono y papel. Tenía la esperanza de que esa nueva herramienta construyera un verdadero cambio. En 1919 se unió al Partido Laborista y se postuló al parlamento en repetidas ocasiones, pero en ninguna de ellas fue electa. 

En 1934, al igual que muchas de sus compañeras sufragistas, se incorporó a la Unión Británica de Fascistas (BUF). Se trataba de una organización de extrema derecha fundada por Oswald Mosley en 1932. Richardson llegó a ese lugar atraída por la promesa de lucha por el voto de la mujer. Pronto se dio cuenta de que el fascismo no concordaba con sus ideales. 

Ahí ejerció el puesto de Secretaria de Organización de la Mujer, pues este cargo le permitiría –o así creía ella- tener mejores herramientas para conseguir el derecho al voto femenino. Sin embargo, Mary Richardson sólo duró en el cargo un año para luego abandonar la política definitivamente. Las razones son desconocidas. 

Radical de radicales

 Finalmente, Mary Richardson falleció el 7 de noviembre de 1961, ya alejada de la política y el activismo, más 40 años de su vida le bastaron para protagonizar polémicas que se siguen recordando en el mundo del arte, la política y el activismo social. . 

Quizá la sufragista inglesa no consiguió alcanzar su meta más importante, el derecho al voto, pero sin duda alguna captó la atención de las personalidades más importantes de su época. Richardson era una mujer que aparentaba un espíritu inquebrantable, dispuesta a todo con tal de seguir sus ideales, por muy radicales que estos fueran. Tan radicales que la llevaron a ser parte del movimiento fascista por un año y poner en duda la validez de su lucha. 

Hasta el día de hoy se sigue discutiendo si esta clase de intervenciones públicas deberían ser vistas como parte de una protesta social, o como simple vandalismo. Pero no podemos pasar por alto que, si hasta la fecha el activismo feminista sigue siendo imán de severas críticas, hace cien años estas debieron ser aún peores. Los actos de las sufragistas no eran carentes de sentido, estaban repletos de él. 

Richardson, al igual que miles de mujeres feministas hoy en día, continuaba siendo sólo una persona. La diferencia está en que luchaba y hacía ruido en el camino porque no vio otra alternativa. Ella gritaba para darles al resto la oportunidad de al menos ser escuchadas. La sufragista inglesa es una más de las tantas que son juzgadas por querer escalar al lugar dónde por tanto tiempo no hemos sido bienvenidas. 


Jovana Hernández – @jov.is