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Hidra: una isla salvaje y desnuda en su perfección

Una Isla Salvaje

En su libro de 1941 El coloso de Marusi, el escritor Henry Miller describe la isla griega de Hidra como “salvaje y desnuda en su perfección”. Años después de semejante afirmación, la frase llegó a inspirar a varios de sus lectores. En la década de los sesenta un sinfín de artistas se trasladaron a esas coordenadas del mundo en busca de creatividad, arte, amor pero, sobre todo, desenfreno. 

En ese entonces, la isla “desnuda en su perfección” tenía un atractivo peculiar: no contaba con electricidad, no tenía redes telefónicas, ni desagüe. Es más, el único acceso posible era por medio de burro. En cierto sentido, Miller había acertado en su descripción: el salvajismo antiguo de Hidra implicaba un paraíso detenido en el tiempo que llegó a hospedar a varios artistas en busca de inspiración. 

Artistas como Leonard Cohen, la actriz Sophia Loren, el escritor Axel Jensen y el poeta Allen Ginsberg (entre otros) llenaban las tabernas por la noche y se hospedaban en comunas establecidas en mansiones decrépitas del siglo XVIII. Por la mañana, sin embargo, se les veía disfrutando del sol, del mar y de las calles empedradas y laberínticas de aquella costa con forma de herradura. En efecto, la isla griega de Hidra supuso una vía de escape creativa para cientos de artistas que veían en ella la posibilidad de un desapego y desenfreno ausente de responsabilidades. En cierto sentido, podría decirse que la isla de Hidra inauguró el estilo de vida comunitario y libertario del espíritu jipi

Las comunas de Hidra

Las comunas que se establecieron en la isla de Hidra demuestran que el impulso por la escapada corre con intensidad por las venas de muchos artistas. Leonard Cohen, por un lado, encontró muchísima inspiración en esa pequeña isla. Su canción Bird on the wire, por ejemplo, habla del primer cable eléctrico que vio establecerse en la isla. Para él, la contraposición entre un ave postrada sobre un cable eléctrico le pareció anunciar la modernización inevitable de una isla que tanto lo había refugiado. Desafortunadamente, después de permanecer inalcanzable por la modernidad, el tiempo terminó por alcanzarla. 

Sin embargo, antes de su inevitable modernización, las noches en Hidra se vivían entre velas: la gente sobrevivía de conversaciones, vinos, música y drogas. Sus calles laberínticas recuerdan a los callejones de Venecia y tanto su silencio como la ausencia de tecnología remite a tiempos antiguos. En cierto sentido, había un impulso verdaderamente dionisiaco por parte de los residentes artísticos de Hidra. Lo que buscaban en esa pequeña isla era la satisfacción de sus pasiones, la lucidez que aporta un silencio solo accesible en el pasado y la paz que proporciona distanciarse de la velocidad urbana. Para muchos, esto significaba el paraíso; para otros, una trampa mortal

Tal es el caso de Axel Jensen, el hijo de Marianne Ihlen y el escritor noruego de mismo nombre que fue educado brevemente por Leonard Cohen tras la separación de sus padres. Aunque la isla de Hidra sea fuente de buenos recuerdos para Cohen, la experiencia del pequeño Axel tuvo pocos momentos rescatables. Para su poca fortuna, Axel Jensen llegó a Hidra con cuatro meses de vida y tuvo una infancia problemática que repercutió en su salud emocional y mental. 

Las infancias de Hidra

En ese ambiente arcaico y libre de convenciones, el pequeño Axel tuvo que aprender a vivir sin el cuidado activo de sus padres. Mientras Cohen y Marianne se preocupaban por satisfacer sus impulsos, Axel se veía obligado a vivir sin un marco de referencia que le dejara dilucidar entre la locura y la norma. Es decir, ante una comuna de artistas que se pasaba las noches bebiendo vino y las mañanas durmiendo, los niños tuvieron que aprender a subsistir de la indiferencia de sus padres. 

En el caso de Axel, esa ausencia paternal lo llevó a empezar a fumar a los 7 años, a consumir alcohol a los 9 y hacer drogas (tales como la mariguana y el LSD) recién entrado a la adolescencia. En realidad, el síntoma de su discordia podía reducirse a un exceso de libertad. Después de todo, Axel creció sin una estructura que contuviera las repercusiones de sus acciones. Es más, a esa edad ni siquiera contaba con el criterio suficiente para tomar esas decisiones con lucidez e inteligencia. 

La ausencia de responsabilidad paternal en una comuna de los años sesenta provocó que muchos de los niños tomaran decisiones desfavorables. La indiferencia paternal a la que tuvieron que adaptarse los expuso a situaciones que tuvieron un impacto negativo en su desarrollo. Sin duda alguna, en el caso de estos niños, la libertad supuso un arma de doble filo. Es decir, aunque esa libertad salvaje les ofreciera una diversión sin prohibiciones, la ausencia de un marco normativo no les dispuso del criterio necesario para crecer saludablemente. 

Libertad excesiva

Mientras que el adulto residente en Hidra disfrutaba de esa libertad “salvaje y desnuda en su perfección”, los niños que crecieron ahí no fueron tan afortunados. Las infidelidades, la lujuria y la embriaguez tanto de Marianne Ihlen como de Leonard Cohen, por ejemplo, cobraron factura al pequeño Axel. Aunque, para él, la isla hubiera sido un lugar divertido para crecer, en la adultez tuvo que aprender a vivir con las repercusiones de una ausencia paternal que le afectó de sobremanera. 

La indisposición educativa con la que tuvo que crecer el pequeño Axel Jensen desencadenó que su madre lo inscribiera a dos internados educativos distintos durante su adolescencia. Aunque en ese momento no lo sabía, aquellos internamientos anunciaban el inicio de una adultez plagada de otro tipo de reclusión: la hospitalización psiquiátrica. En ese sentido, el liberalismo excesivo de la isla de Hidra supuso el ingrediente perfecto para que la predisposición genética de Axel desencadenara en una enfermedad mental que requiere tratamiento constante.

Hoy en día, Axel Jensen ha tenido que aprender a vivir con las consecuencias de aquel paraíso griego de salvaje y desnuda perfección. El noruego de 62 años ha pasado más de la mitad de su vida bajo medicamentos que controlan su enfermedad mental. Para él, el salvajismo que experimentó en aquella isla griega sigue causándole dolor. Su desnudez no le dispuso libertad, sino – más bien – una vulnerabilidad que le atormenta recordar

Antes de morir, su madre Marianne aceptó haberse arrepentido por varias de sus decisiones maternales. Pero el arrepentimiento no es una forma eficaz de tratamiento. Desafortunadamente, las heridas y cicatrices que se generaron en Hidra se mantendrán presentes para siempre en la mente y el cuerpo de Axel por más que eluda recordarlas a toda costa.


Tomás Lujambio, @tlujambiot