Cuando se habla de las dictaduras que estremecieron a América Latina en el siglo XX, es difícil encontrar singulares en el plural de las atrocidades cometidas en contra de aquellos que no estaban dispuestos a ceñirse al régimen. Uno de los casos más emblemáticos es el de la dictadura chilena. Y en ella, destaca la figura de Ingrid Olderöck.
Ingrid Felicitas Olderöck Bernhard provenía de una familia alemana, la cual migró a Chile tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Desde su infancia fue criada con la ideología nazi por su papá, quien era un ex militar sumamente estricto. Durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile (1973-1981), Olderöck se volvió agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), cuya principal función era sembrar terror entre los opositores de la dictadura. Se le otorgó la tarea de seleccionar y entrenar a 70 mujeres con la finalidad de que ellas fungieran como espías. Este espionaje era un aspecto claro de la mentalidad de la dictadura, ya que mantenían control minucioso de cada una de estas mujeres. No solamente espiaban a aquellos que se encontraban en la oposición, sino que también espiaban a aquellos que eran aliados.
La Venda Sexy
El trabajo de estas mujeres consistiría en seguir, espiar, torturar, asesinar y desaparecer a los opositores y para conseguir información necesaria para el gobierno. Lo que se buscaba específicamente de ellas era que lograran conseguir dicha información, pero ésta se buscaba mediante su sexualización e hiper-sexualización. Su trabajo era cuidadosamente monitoreado con cámaras y micrófonos, con lo cual también las controlaban a ellas. Con su trabajo, Olderöck logró llegar al puesto de Capitana de los Carabineros de la DINA, institución hecha para mantener el orden y la seguridad.
Ingrid Olderöck tuvo un papel importante en “La Venda Sexy” (o Discoteque), centro de detención ubicado en la comuna de Macu, en Santiago. “La Venda Sexy” era tan sólo una de las casas en las que se cometían torturas como colgamientos, simulacros de fusilamiento, descargas eléctricas en los genitales, golpes, violaciones y abortos forzados. Estos establecimientos estuvieron activos entre 1974 y 1990.
Los agentes que trabajaban en “La Venda Sexy” le llamaban a Íngrid “la mujer de los perros” debido a su método de tortura, justamente con canes. Olderöck adiestraba perros para cometer violaciones sexuales contra los hombres y mujeres que entraban en la casa. Existen todavía los testimonios de más de una sobreviviente de dichos ataques, que son claramente desgarradores. El más conocido de los canes de Íngrid era un pastor alemán llamado Volodia, quien además era su mascota personal.
“No recuerdo, yo no estuve ahí”
Nancy Guzmán, periodista que entrevistó a Ingrid Olderöck, hizo su biografía con el fin de mantener la memoria de una etapa de represión, para dar a conocer la verdad (por más difícil y dolorosa que sea). Guzmán cuenta la actitud y el gusto claro de Olderöck por la violencia y el sometimiento del otro. Contó cómo su actitud daba la sensación de disfrutar del miedo ajeno. La periodista también menciona que Íngrid solía evadir las preguntas sobre las violaciones con perros. “No recuerdo”, “Yo no estuve ahí”, respondía con el pretexto de un atentado sufrido en 1981 cuando dos desconocidos le dispararon a quemarropa.
Olderöck acusó del ataque a los miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Incluso llegó a apuntar el dedo a los miembros de la DINA. Esto último se debe a que ella consideraba que querían terminar con su vida por su intento de deserción. Ingrid le atribuyó “pérdida de memoria” causada por su herida en la cabeza, y nunca llegó a atestiguar de lo ocurrido en “La Venda Sexy”. Nancy Guzmán menciona que en la mirada y en la actitud era claro que no había olvidado absolutamente nada; mas le funcionaba perfectamente el pretexto de su herida para salvarse de cualquier repercusión de sus actos.
Con la “perdida de memoria” y la falta de una declaración oficial, Ingrid Olderöck falleció sin ser juzgada por sus terribles actos. Murió debido a una hemorragia digestiva aguda y totalmente sola, ya que no tuvo una familia que le hiciera compañía. A su muerte, solamente sus vecinos fueron quienes le hicieron un funeral en su memoria.
“Bestia”
Por más que se han querido omitir a estos personajes de las narrativas, aún quedan quienes buscan la recuperación de la memoria. Tal es el caso del director chileno, Hugo Covarrubias, que en 2021 hizo cortometraje en stop-motion “Bestia”. Nominado al Oscar en la categoría de Mejor Corto de Animación. “Bestia” es la dura narrativa de la vida cotidiana de Ingrid Olderöck con su perro Volodia.
Este trabajo consiguió representar y recobrar la memoria de Chile para el mundo. Generó comentarios encontrados debido a su crudeza en contraste con un valor de producción impoluto. Hubo quien discutió la simpatía del personaje animado en contraste con la desgarradora historia de la vida real. Covarrubias se mete a la cabeza de Ingrid Olderöck y no se queda en la superficie del villano sino que muestra un personaje plasmado de complejidades e inclusive perversiones. Asediada por pesadillas permanentes, en una soledad asfixiante. Al final del día, un personaje sumido en la podredumbre con un impávido rostro de aparente normalidad.
Lo cierto es que las mujeres que alzaron la voz para contar las vejaciones sufridas por Olderöck y el resto de torturadores, no vieron con buenos ojos el resultado de aquel cortometraje de Covarrubias. Ni que cineastas del talante de Steven Spielberg o Guillermo del Toro posaran con la imagen caricaturesca de su verdugo. Ya que llegó a banalizar tanto a la atrocidad de los actos como al personaje mismo.
Una herida que necesita ser curada
La de Ingrid Olderöck es una de las muchas historias de impunidad que hubo a lo largo de la historia chilena. A la fecha se sigue, y seguirá, exigiendo justicia y una respuesta del Estado. Las desapariciones de aquellos que luchan en contra de la opresión tristemente no son tema nuevo. Siempre habrá quienes busquen silenciar a aquellos que alzan la voz y se oponen a la injusticia política y social. Incluso no es necesario ser un personaje público y de oposición para correr el riesgo de estos ataques y ser víctima de desaparición. Estos temas, estas historias, son las que debemos recordar, es la memoria la que debe defenderse. Así como no tendrán la comodidad del silencio, tampoco la tendrán del olvido.
Y es que la herida sigue sangrando. Chile celebra apenas ahora la desaparición de la constitución sembrada por el gobierno pinochetista. Se levanta con un nuevo gobierno que se presume de izquierda de la mano del joven Gabriel Boric. Quien tendrá la misión de ser un pilar más en la construcción de una justicia para esa deuda histórica.
La casa que antes era denominada como “La Venda Sexy” ahora es una casa particular. Un establecimiento que ahora aparenta una normalidad alejada de la violencia social ejercida durante la dictadura. Ahora la duda es ¿cómo responderá esta nueva y joven presidencia a dicha memoria? ¿Entrará en la discusión sobre mantener el recuerdo, la apropiación y la aceptación de un pasado doloroso y de actos atroces? ¿Optará por la construcción de una nueva memoria? Esta última opción no sería ignorando el pasado, sino implicaría el hecho de voltear la cabeza hacia adelante y ya no hacia atrás. Un camino hacia la construcción de nuevas visiones y escribir un futuro distinto que no se base en dolor sino en resiliencia y esperanza.
Julia Martínez Romero