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1, 2, 3, 4, 5, A Gogó. Lo que pudo ser la TV mexicana

Emisión de 1, 2, 3, 4, 5 A Gogó

Corre la leyenda de que, en algún momento, la televisión mexicana pudo tocar el arte. Y no, no hablamos del tío Gamboín, La carabina de Ambrosio, Pácatelas, Hasta en las mejores familias, o cualquier programa a los que los lleve la nostalgia kitsch. Hablamos de un programa hecho por gente que tenía muchas ganas de discutir qué era el arte, la diferencia entre alta cultura y cultura popular, cómo usar los medios masivos de comunicación y, entre tanto, pasar un buen rato. De eso se trató 1, 2, 3, 4, 5, A Gogó.

Este programa de televisión transmitido a finales de los años sesenta es legendario. Y lo es en gran medida porque se sabe prácticamente nada de él. Lo poco que se puede encontrar en la red es un artículo publicado por el escritor Daniel Escoto. Desafortunadamente, el artículo no es muy accesible pues está en inglés y se tiene que pagar para leerlo. Mi curiosidad era tal, que pagué la tarifa más barata (7 dólares, aunque sigo esperando que sean pesos), lo que me permitió leer el artículo una vez. La historia es fascinante, así que ahí les va lo que quedó en mi memoria. De antemano, una disculpa por cualquier detalle que haya malentendido o que mi emocionada mente pueda agregar.

Nace un ¿programa?

A finales de 1967, las artes escénicas pasaban por un momento particular en nuestro país. El teatro, la danza, el cine estaban encontrando nuevos diálogos con la televisión, la música pop, los centros nocturnos y las carpas. En ese contexto, Alfonso Arau, bailarín devenido actor y director, y Alejandro Jodorowsky, artista total chileno avecindado en México, empezaron a trabajar juntos. Un año antes, juntos habían montado en París el espectáculo de teatro Locuras felices, y tras breves escarceos con el teatro mexicano, la carpa y los shows de comedia, estaban abriendo la discusión sobre cómo llevar la alta cultura a la televisión. Esa era un debate constante entre la intelectualidad mexicana de aquellos tiempos que se debatía entre los resabios de la época de oro del cine mexicano y el cosmopolitismo.

De estas reflexiones resultó la película En este pueblo no hay ladrones, de Alberto Isaac. La película era una adaptación de un cuento de Gabriel García Márquez que incluyó entre su elenco a Luis Buñuel, Juan Rulfo, Carlos Monsiváis, Rocío Sagaón, José Luis Cuevas, Abel Quezada, Arturo Ripstein, y a Arau, entre otros. La idea de este ejercicio era no solamente mezclar disciplinas, sino jugar con la imagen del intelectual serio y acartonado. Esta película sirvió como antecedente para la propuesta de televisión que desarrollarían Arau y Jodorowsky.

Todo estaba puesto. El canal 5 (que en ese entonces todavía no era propiedad de los Azcárraga) estaba abriendo una barra juvenil. En la mañana transmitía caricaturas y por las noches películas, por lo que la barra juvenil estaba destinada a la media tarde. Así, con la idea de capturar a un público juvenil que tomaba cada vez más fuerza en los mercados, el canal le dio a Arau y a Jodorowsky carta blanca para hacer un programa a la semana. Nadie tenía muy claro de qué se trataba. La idea general era un programa musical. 1, 2, 3, 4, 5, A Gogó se estrenó el 14 de diciembre de 1967 y fue una sensación.

Cast de ensueño

En 1967 todo era a gogó y/o psicodélico. La música y el arte pop habían abierto la puerta para experimentar básicamente con todo. 1, 2, 3, 4, 5, A Gogó era un momento en la televisión en que todo podía pasar y nada pasaba a la vez. Los invitados recurrentes contaban a artistas plásticos como José Luis Cuevas, Vicente Rojo o Felipe Ehrenberg, escritores como Monsiváis y Carlos Fuentes, actrices, actores, y claro, músicos. El programa incluyó a los míticos Tepetatles, que compartía el título de la banda del programa junto con Los Dugs Dugs. De acuerdo con el artículo de Escoto, los participantes en el programa cuentan que era un espacio de arte efímero y de libertad total.

Y decimos que cuentan por que lo que se sabe de 1, 2, 3, 4, 5, A Gogó viene de entrevistas y de crónicas periodísticas de la época. Pues resulta que parte del encanto del programa fue que se estableció una extraña colaboración con periodistas culturales que cada viernes publicaban crónicas tratando de explicar lo que había sucedido en la emisión. Por ejemplo, sin en un programa aparecía Carlos Monsiváis con un letrero que decía “Monsiváis no hablará”, en clara ironía a la verborrea que siempre lo caracterizó, al otro día el titular de la crónica dictaba “Y Monsiváis no habló”. Gracias a ese juego hemerográfico (y a la investigación de Daniel, claro) podemos saber de este programa del que lamentablemente no se guardan archivos de video.

The Tepetatles. José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis, Alfonso Arau, Vicente Rojo y Julián Bert. Foto: Héctor García / Museo del Estanquillo.

Éxito total

1, 2, 3, 4, 5, A Gogó se mantuvo al aire hasta abril de 1968. Los Juegos Olímpicos estaban a la vuelta de la esquina, y también la masacre de Tlatelolco. Cuentan que el éxito fue tal entre el público y la intelectualidad mexicana, que incluso José Revueltas llegó a ir como invitado. El final del programa es igual de inexplicable que su inicio. Escoto escribe que, aunque la versión de la censura es plausible, también existía la versión de que todo lo que sucedía en el programa estaba perfectamente calculado y aprobado por los censores de gobernación. Es decir, que el mayor ejercicio de libertad de la televisión mexicana puedo estar avalado por las altas esferas del poder.

Otra posibilidad es que los involucrados simplemente se hayan cansado de hacer el programa. Por esos años Alfonso Arau se iría a Estado Unidos a hacer cine, y Jodorowsky se clavaría en el cine y en cómic. Al final el programa terminó por ser la gran muestra de arte efímero que los creadores estaban buscando.

Con todo lo caprichoso que pueda sonar, no se nos deja de antojar ver a ese montón de mentes creativas funcionando en conjunto. Y es que si lo pensamos un poco, lo que se cuenta de 1, 2, 3, 4, 5, A Gogó suena muy parecido a la historia de cómo surgieron los Monty Python. Y entonces, sólo nos queda alzar los hombros, ver nuestra televisión mexicana, y pensar en lo que pudo ser.


Gabriela Astorga – @Gastorgap


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