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Híjole con el Bahidorá

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Cuando la NoFM nos invitó a Andrea “la Güera” y a mí, Lore “la Chaparra”, españolas de procedencia, mexicanas de corazón, y orgullosamente barrieras de la colonia Doctores a acudir como prensa al Carnaval de Bahidorá aceptamos sin rechistar. En los cinco años que llevamos en México, habíamos oído hablar de que era una fiesta que molaba mogollón. Además, Las Estacas era uno de los lugares que teníamos pendientes de conocer, así que, ¿por qué no?

A pesar del entusiasmo, hay que admitir que el hecho de haber estado hace un par de años en el festival Trópico, y siendo éste nuestro único referente en México, lo primero que vino a nuestras prejuiciosas cabezas fue que iba a ser más de lo mismo. Gente guapa, pija, blanca y gafa pasta; precios desorbitados; dolor de cuello por dormir en tienda de campaña; más música electrónica de la necesaria; gente borracha como las ratas, y clasismo y mamoneo en estado puro. Sin embargo, fue una grata sorpresa encontrarnos con un escenario bastante diferente al que habíamos estereotipado.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

El bien común

Nuestro periplo Bahidoreño comenzó el viernes al mediodía. Llegamos puntuales al autobús donde nos tuvieron una hora y media retenidas mientras esperábamos aún no sabemos muy bien a quién o qué. Y con la eficaz capacidad resolutiva  de una de las coordinadoras cuya única solución era decir: “¡híjole!, llamaré al gerente”. Esta situación únicamente aumentaba la ira de Andrea, quien en su papel de eterna justiciera, sólo pensaba en luchar por el respeto al tiempo ajeno. Tuvimos que retenerla entre el Ale de la Portales y yo para que el viaje no comenzara con una cruzada de la Güera por el bien común y la justicia social.

Finalmente el autobús arrancó. Tras unas tres horas de camino, llegamos a Tlaltizapan, el pueblo donde se encuentra la reserva natural de Las Estacas que durante tres días alberga al Carnaval de Bahidorá. Unos diez minutos antes de llegar a nuestro destino, la realidad que se dejaba asomar por la ventana, distaba mucho del espectáculo que nos envolvería en los próximos días. A unos minutos de un lugar donde se veía gente en situación de calle, se celebraría un festival que, pese a venderse como sustentable y plural, queda muy lejos de esa realidad cercana. Son este tipo de contrastes, que pese a pasar años en este país, no dejan de sorprender.  

Tras dejar atrás el pueblo y dar un par de vueltas innecesarias, llegamos a la puerta de entrada para la prensa. Al bajarnos del autobús, lo primero que hicimos fue ubicar los puestos locales donde podríamos comer a un precio más razonable. Y, de paso, contribuir con la economía local para sentirnos bien pensando que nosotras no formamos parte de esa élite con la que, según nuestros prejuicios, íbamos a convivir las próximas 72 horas.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Paraíso conflictuado

Una vez pasados los controles correspondientes y alojadas en nuestro bonito campo de concentración, nuestro querido Ale nos dio un tour por las instalaciones aprovechando que todavía no estaban abiertas a la muchedumbre. La producción y cada detalle de Bahidorá son acojonantes. Cada rincón  es ideal y perfecto. Parece un mundo de amor y fantasía donde todo es posible.

Sin embargo, si comienzas a fijarte detenidamente en la decoración observas simbología de los pueblos originarios de México -como los ojos de dios propios de la cultura huixarrica que colgaban del escenario Isla B. Y tu cabeza comienza a conflictuarte: ¿el objetivo es visibilizarles o simplemente se trata de apropiación cultural? Por un lado, un primer pensamiento podría ser que es guay que existan espacios que visibilicen el arte de los pueblos de México revalorizando su cultura. Por otro lado, el hecho de que a este tipo de eventos sólo accedan en su gran mayoría una élite privilegiada de México, entre la que se encuentran un alto número de personas extranjeras, que viven, vivimos, muy alejadas nada de la realidad de estos pueblos, te hace ver que hay mucho postureo y poca revalorización.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

El barrio nos respalda

Tras la primera toma de contacto con los rincones de Bahidorá, nos pusimos mood festival y, mezcal en mano,  fuimos a nuestra primera tocada. Fue llegar al escenario, escuchar la música y sentir plena felicidad porque además del bajo nivel de gafapastismo que había hasta el momento y el buen rollo que se respiraba en el ambiente, en las tornamesas estaba pinchando DJ GUAGÜIS y su compañera jarocha con la jarana. Sonaban increíbles. Cuando parecía que no podía haber un inicio de festival mejor, vimos a una persona en el concierto con una camiseta que decía #VIVALADOCTORES. Estábamos en Bahidorá y el barrio nos respaldaba.

Luego de un paseíllo nocturno y de darnos cuenta que estábamos algo contentillas, pero no tanto como para entender que no pintábamos nada en una hoguera rodeada por una multitud de gente disfrazada de “bohemia y hippie”, decidimos salir a cenar al puesto de la señora. Pese a ser evidente que los precios subían por el carnaval, la orden de tacos estaba rica y a buen precio. Llenamos el buche y regresamos al campamento. Había que reponer fuerzas y estar listas para el sábado, día grande del festival que compartiríamos con nuestra cuadrilla de corazones rotos que llegaban de Ciudad de México. Las penas con mezcal, música y buena compañía siempre fueron menos penas.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Esto es un festival…

Descansamos bastante decente para estar de camino a los 40 y haber dormido en el suelo. Después de darnos una ducha y acicalarnos (pues es muy duro estar a la altura en moda que exige Bahidorá), fuimos al río a darnos un chombo entre aguas cristalinas. Con un paisaje idílico, pudimos disfrutar de uno de los mejores parajes descubiertos en México.

Después del baño comenzamos el paseíto mañanero mientras buscábamos la primera cervecita del día. Los espacios vacíos la pasada noche se habían convertido en tiendas de ropa de diseño con un precio acorde a las características y personas del carnaval, talleres de yoga y de reciclaje, entre otros. Sin duda nuestro stand favorito fue “La Cosquillería”. En este espacio de  cosquillas gratuitas se juntaban dos cosas maravillosas: la gratuidad y un hombre guapo haciéndote cosquillas por todo el cuerpo como si te quisiera. Esto es un festival y lo demás tonterías.

Al rato apareció la cuadrilla “corazones rotos” y nos fuimos al primer concierto. La verdad, nunca pensamos que podríamos estar en un festival en bikini encima de una colchoneta mientras tomábamos una michelada y escuchábamos a la increíble Cami Layé Okún. A partir de ahí fue un continuo disfrute de descubrir, escuchar, bailar y sentir nuevos grupos musicales como Sotomayor, Combo Chimbita, La Redada con sus porras a nuestra querida Doctores. El gran descubrimiento, Son Rompepera y la inigualable Erykah Badú.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Un espacio seguro

Dentro de nuestro imaginario terrible, Bahidorá aparecía como un lugar lleno de gente pija borracha hasta morir dando la chapa a las mujeres que se paseaban en bikini. Seguro hubo algún episodio machista en el recinto, pero la sensación personal y general fue de completa seguridad. Veías a mujeres paseándose con ropa, bañador, pantalón corto o mini bikinis con total libertad, algo que se extraña a menudo en este país.

Nos echamos una siesta en medio de la hierba solas (babilla en la comisura incluida), con la más absoluta tranquilidad. Una de las integrantes de la maravillosa cuadrilla de corazones rotos perdió sus pantalones y se paseó en tanga bailando hasta bien entrada la noche sin aguantar ningún comentario inoportuno o acoso de algún tipo. La verdad, fue una sorpresa bien agradable encontrar un espacio seguro y libre en Bahidorá. Ojalá todas las mujeres que acudieron hayan tenido la misma sensación.

Después de todo el día dando lo mejor de nosotras, nos fuimos a dormir y nos encontramos con la sorpresa de que el escenario de música electrónica que duraba hasta las ocho de la mañana estaba al lado de la zona donde dormía prensa y las personas que trabajan en el Carnaval. Así que mientras otras personas tenían ácido corriendo por sus venas, en nuestra casa de campaña la Güera recurrió a los tapones para los oídos y Lore, abusando de las drogas legales, tomó media pastillica para dormir. Así, a loco. En ese momento nos dimos cuenta que hipsters no somos, pero  un poquito lamentables sí.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Buenas ideas, pero…

La  mañana del domingo la pasamos tranquilamente en el río escuchando a Coco María, Analog Africa y la adorable Sister Nancy, mientras recapitulábamos con la cuadrilla las anécdotas y la crónica del día anterior.  A todas nos llamó la atención la limpieza impecable que presentaba todo el recinto, auqnue nos parece excesivo que el Bahidorá se ponga la etiqueta de eco-friendly después de los incontables vasos de plástico consumidos. Usar vasos reutilizables sería mucho más útil que estar dando tallercitos de reciclaje a gente piripi a las 6 de la tarde.

Apuntar además, que una de las cosas que hace que el festival tenga esa denominación es su “certificación de captura de carbono”. Es decir, compensan las emisiones de dióxido de carbono con programas locales de reforestación. La idea puede parecer buena, pero desde nuestro punto de vista no cambia nada en la práctica. Está claro que es un festival de música y su misión no es cambiar el mundo. Pero que no nos vendan el medio ambiente como su estandarte.

Es importante señalar que pese a que la mayoría de las personas que acuden son blancas, si hay más diversidad de la que pensábamos. Eso sí, toda la gente que trabajaba recogiendo la basura, en los comedores o lavando los baños no eran precisamente gente güera. Festival eco-friendly, pero eso sí, cada uno en el papel que la sociedad le impone.

Tristemente, marcando las 16 horas, llegó la hora de despedirnos de las amigas y de Bahidorá. Con 40 grados a la sombra, recogimos nuestra tienda, nuestras valijas y nuestra experiencia vivida y montamos en el camión de prensa para regresar a casa.  

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Un bonito descubrimiento

Al día siguiente despertamos en la Doctores con un buen sabor de boca del Bahidorá. Aunque sin duda superó nuestras expectativas, había aspectos prejuiciosos en los que no íbamos tan desencaminadas.

Como ocurre en México en este tipo de eventos, la diferencia de clases sigue siendo algo que también está latente en Bahidorá. Sólo hay que echar un vistazo y comparar a las personas que lo están disfrutando con las que están trabajando. Además, el precio elevado que supone vivir Bahidorá imposibilita a la mayoría de las personas mexicanas el acceso al disfrute de la cultura y la música. En este sentido, cabe destacar que la inclusión y presencia de la población local es casi inexistente. Respecto al impacto medioambiental, aunque menor que en otros eventos, es latente e inevitable en un festival de estas características y con un despliegue tan alto de medios. 

A pesar de los aspectos mejorables, Bahidorá fue un bonito descubrimiento. Al contrario de la mayoría de festivales, da opciones no sólo de escuchar música y de beber alcohol y tomar sustancias varias (no sólo pastillas para dormir) como si no hubiera mañana, sino que te permite disfrutar de un paisaje increíble y de estar un poco en paz. Porque la verdad, hipsters había, pero el ambiente que se respiraba era bueno, tranquilo y divertido.

Así que no nos queda nada más que decir que ¡híjole con el Bahidorá! A pesar de no ser el paraíso perfecto, ojalá el año que viene podamos regresar.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Andrea Zardoya y Lorena Solagaistua – @SALEMnofm

Fotos de Gustavo Ruiz Lizárraga – @gusruizl


GLOSARIO DE ESPAÑOLIDADES (EN CASO DE SER NECESARIO)

  • Molaba mogollón: gustaba mucho
  • Pija: fresa
  • Gafa-pasta: hipster
  • Acojonantes: muy buenas
  • Guays: chidos
  • Buen rollo: buena onda
  • No pintábamos nada: nuestra presencia no cuadraba en el lugar
  • Cuadrilla: banda
  • Chombo: chapuzón
  • Piripi: medio pedilla

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