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Los momentos más DADOS de Bahidorá 2020

Bahidorá 2020

Otro año de acudir religiosamente al llamado que emana desde el corazón de la selva. Agradecido con las deidades que hicieron posible disfrutar el carnaval junto a mis amadas amigas. Ellas nutrieron con su energía los tres días que pasamos bajo el sol, entre el río y atravesando el sonido. Ahí les van, como siempre, los momentos más DADOS de Bahidorá 2020. Muchas gracias a NoFM, Cami Layé Okún y Mariana Boaventura, por su gentileza que devino en gratas y enriquecedoras experiencias para el corazón.

Seguridad Impecable

Tras el lamentable hecho que aconteció el año pasado, fue notorio el incremento en las medidas de seguridad implementadas para esta edición. Revisiones exhaustivas y profundas, salvavidas capacitados vigilando cada tramo del río, vallado oportuno del mismo a partir del comienzo de la noche y constantes rondines para torcer a la banda que da el toque despreocupadamente (chin), fueron algunas de las medidas que se emplearon para garantizar la seguridad de todos los asistentes a esta fiesta. Nuestro fotógrafo Flux tuvo que pasar tres revisiones para poder llegar al campamento de su amada. Pobre carnal, nomás faltó que le auscultaran el cicirisco.

En las garitas de control se veían toda clase de artillería confiscada: termos llenos de pisto vario, bolsitas ziploc rebosadas de herbolaria maestra, pastillas, píldoras, papeles y toda clase de “juguetes” para recrear la psique. Como sea, algo de todo eso habrá conseguido pasar, pues el viajero prevenido sabe que siempre hay que dejar una ofrenda para la deidad de la fiesta. En nuestro caso, una botella de vodka dio su vida para hacernos valer.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

La jarochilanga más querida de “La Doctores”

Alí Gua Gua (mejor conocida como Dj Guagüis) abría los trabajos en la Isla B, escenario que había sido curado por Onda Mundial para Bahidorá 2020. Mezclando ritmos provenientes de sus diversas identidades, sonaba el “mesa que más aplauda” (Veracruz) mezclada con merengue old school y una potente base house. Un deleite sonoro que nos transportaba directamente a La Cañita, ese bonito lugar que resiste en la colonia Doctores que se ha vuelto referente, templo y bálsamo para la comunidad LGBTTTIQ+ de la CDMX y el mundo. Un crisol de referencias conjugadas en un solo beat, música que habla de nuestro tiempo global, conciencia y resistencia. Respeto para todxs.

La ReDaDa estrenando saxofonista

Fuerte presencia de la colonia Doctores en esta edición y uno de sus conjuntos más internacionales no podía faltar. Mi banda favorita de la CDMX abría el escenario La Estación con su sonido psicodélico que repasa grandes clásicos de la música tropical, y que en los últimos años ha girado activamente por diversos festivales de Europa. Comandados desde el fondo por el maestro Tropicaza (baterista de sinfín de proyectos under, gambucino del vinilo y apasionado investigador musical), recorrieron temas como “África Bump”, “Ávandaro Boogaloo” y “Ábrete Sésamo” (dedicado a la banda que los ha apoyado desde el comienzo en esta aventura) con la presencia de un nuevo integrante en el conjunto, un grandioso saxofonista de 22 años quien dotara de pasajes de fuerte expresionismo free-jazzero a la presentación. Nos voló la cabeza.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

“Menea, menea la petaca pa’ mi”

Sonorama (el escenario principal) despegó con la presentación de Sotomayor. Repleto y con el sol a plomo, el momento más candente del carnaval se vivía entre la concurrencia que disfrutó los grandes éxitos de esta ya consagrada agrupación. Impresionante el despliegue de talento y energía que la banda propinó al público en una hora que no es fácil debido a la intensidad de “Luis Miguel”. La voz de Paulina cimbraba fuerte y te hacía mover la cadera de forma instantánea, casi refleja, tras enunciar “menea, menea la petaca pa’mí”. Una suculenta delicia que se complementaba con los extravagantes vestidos y las imágenes que se proyectaban tanto en el escenario como fuera de él. Sotomayor rifa y controla.

El congrí afro-cósmico de Cami Layé Okún

Desde La Habana llegó la oportuna selección vinílica de esta experimentada Dj quien repite presentación en Bahidorá por segunda ocasión consecutiva. Nosotros, acalorados y buscando sosiego a los impecables rayos del sol, encontramos en las frescas aguas del Asoleadero, el momento y el lugar indicado para revitalizar el espíritu. Bailando entre la corriente del río, sumergiéndonos a través de la narrativa musical que se construía tema tras tema. Joyas y perlas perdidas de la amplia cultura sonora de una isla que es un continente entero en este rubro. Un universo rítmico del que poco se sabe fuera de sus fronteras pero que gracias a la fina mano de Cami, pudimos disfrutar al tiempo que nos refrescamos. Ampliamente recomendado darle una vuelta a sus redes sociales para acercarse al acervo sonoro del mayor experimento social que se haya visto en la historia de la humanidad: el socialismo cubano.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

América Latina reunida en La Estación

Duras decisiones tuvimos que tomar a la hora de organizar nuestra agenda del día. La programación de La Estación este año fue altamente atractiva y nos hizo lamentar no poder partirnos en dos para conseguir asistir todos los shows que ocurrían al tiempo.

Primeramente vibramos con la marimba más punketa de la cumbia mexa. Son Rompepera de los hermanos Gama propulsó de forma magistral el ánimo del respetable. Sus tatuajes y calcetas punketas contrastaban fuertemente con los sonidos chichadélicos de su música, lanzando un contundente mensaje de unidad entre los géneros musicales, hoy todo suma y nada está peleado con nada (quiero creer). El ánimo se encendía tras recorrer grandes clásicos de la música popular del Perú, Colombia y México. Fue notable por qué esta bandotototota la anda rompiendo en el Cono Sur: sinceridad, transparencia y pasión es lo que transmiten al sonar sus percusiones aderezadas con un potente bajo que emanaba desde… ¿una leona jarocha? No lo sé a ciencia cierta, pero el sonido era tan profundo y conciso que hasta mi camarada el Apache O’Raspi fue seducido por la fuerza de este misterioso instrumento.

Llegó el turno de Colombia con la extraordinaria agrupación Combo Chimbita, quien conjuga elementos de la música tradicional de su país con los sonidos emanados de artefactos musicales de tecnología actual. Una mezcla cautivante que cierra redonda con la voz de Carolina Oliveros y que habla por todos los migrantes que luchan por el derecho a una vida digna en todos los rincones del orbe. Agrupación ampliamente recomendada para los amantes del tropicalismo futurista y la psicodelia bailable.

Finalmente el dúo peruano Dengue Dengue Dengue puso la cereza sobre este pastel latino. La tarde comenzaba a caer y otro tipo de criaturas comenzaron a deambular. Se veía el efecto de la sustancia en los cuerpos de los asistentes. Hubo quienes echaron mano de una ayudadita psicodélica para poder seguir avante a través de la amplia y variada programación que estaba por venir.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

La sacerdotiza cósmica que nos proyectó hacia el infinito con la fuerza de su voz

Tras preparar el terreno del Sonorama con ritmos dance (Channel Tres), hip-hop y trap (Goldlink), llegó el momento más esperado de esta edición de Bahidorá. La presentación de Erykah Badu generó tanta expectativa, que se retrasó casi una hora. Nunca supimos por qué. Imaginé a la maestra concentrándose y juntando la fuerza del cosmos en un ritual ancestral. Dieron las diez de la noche y una atmósfera etérea inundó el ambiente.

De entre las penumbras emanó una voz: “Hola, hola, hola, o-laaa”, nos saludó. Y guió por un viaje entre la música negra a través de una suave y constante capa sonora que solamente se rompía cuando un prisma triangular de rayos láser verdes atrapaba a nuestra líder en una especie de falla en la matrix. Pasajes que emocionaban de forma inconsciente, activando las antiguas secuencias incrustadas en nuestro ADN. Ese mismo que compartimos todos y que nos hablan de un ancestro común llamado África.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

En fin, muy chiro el concepto. Una pieza artística 360, redonda, de pé a pa. Una ficción con un argumento congruente que transmite un mensaje fortíssimo, una impresión, varios momentos, sinfín de imágenes. Sin embargo, mucha banda no advirtió el peso de la ARTISTA que tenía frente. Siento yo, ella esperaba una respuesta más contundente y masiva a sus llamados. Ya sabemos que la experiencia estética fruitiva por antonomasia (bájale a tu Avelina Lésper, goei) se consigue cuando se borran los límites entre artista y público. No se logró por completo, pero estuvimos cerquita de despegar a la estratósfera trascendiendo el espíritu humano, proyectándolo hacia el cosmos como una sola fuerza. Qué pacheco me puse ya.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

El show había terminado entre varios llamados a la unión (hubo un momento en donde Erykah tomó una bandera mexicana y la amarró a otra bandera que no pude distinguir bien) y el impacto era general. Parecía que un camión thornton había arrollado nuestra psique. El carnaval se había acabado para mí, ¿qué podía seguir después de todo esto? Nada, el vacío. Sólo el pregón del vendedor de chelas rompía con este momento casi religioso: “cerveza, cerveza” me volvió a la realidad.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Lentamente abandonábamos el escenario hasta que uno de los vendedores me dijo: “¿te puedo pedir las tres de tu cigarro que andabas fumando?”, a lo que respondí: “agüebo, mi carnal”. Le llené la pipita, se la pasé con la trola, el vato la tomó, se agachó frente a su carrito de chelas y, mientras su compita continuaba con el pregón publicitario, se prendió chingón al punto de toser cabrón tras exhalar el tanquesote que acababa de inhalar. Sin duda también ellos lo habían disfrutado y querían comulgar con el resto. El mensaje había sido dado y pues, como dice el Belafonte, “Si no se comparte, no es felicidad”.

Furros, travis y demás criaturas de la noche

La fauna nocturna no faltó este año. Parte fundamental del color de Bahidorá es su público y sus ganas de cotorrear. Este año no fue la excepción. Pude ver a muchos asistentes disfrazados de unicornios, jeques del desierto, peluditos osos, conejos y perritos, la banda nefasta que se sigue poniendo penachos apaches o aztecas y bueno, de repente seres cyborg que te hacen dudar si el que está ya muy pasado eres tú. Cabe mencionar que de todas las veces que he asistido al carnaval, ésta fue la vez que menos gente mal pasada o malacopa vi… y qué bueno. Eso contribuye a una experiencia más grata a nivel general y, obviamente a una sensación de seguridad y plenitud por parte de la asistencia.

Bien ahí banda, no volvamos a repetir los errores del pasado. Recordemos que un consumo responsable es la base para continuar la fiesta en paz. En fin, me fui a intentar dormir tras lamentarme no haber podido asistir el show de los brasileros de Teto Preto, quienes me dijeron, derrocharon energía, fuerza y rabia en el podio. Sin embargo, pude quedarme al set de Branko, dj portugués que cerró con mucho ritmo La Estación. Era hora de dormir.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Coco María & Analog África

Amanecía el fresco domingo y nosotras sin dormir. Destruídas por los beats constantes del escenario El Amate (otrora escenario “Droguitos”) que no pararon hasta las 8:30 de la mañana (con un oportuno y desconcertante “Oye cómo va”), desayunamos y nos dispusimos a intentar recobrarnos en la frescas sombras del Asoleadero. Sonaba el set de Coco María, Dj mexicana que inundó con alegres temas de rock en español (Universal Stereo Golden Music, diría “el Gober”), boogaloo, mambo y atiandas selecciones de samba y MPB, esta área de descanso general. Me dispusé a relajar mis contracturas en las aguas del río y lo conseguí. En verdad es impresionante el levantón que te da refrescarte y dejarte llevar por su corriente.

Llegó el turno de Analog África, quien abría su set con uno de los temas que más me mueven en la vida. La musica en verité, del cantante beninense Gnonnas Pedro, se extendía suave por el Asoleadero como una caricia amorosa sobre los cansados lomos de los fiesteros más comprometidos. Así siguieron varias músicas electro tribales de los diferentes rincones del universo africano. Imprescindible seguir el trabajo recopilatorio de este sello discográfico que cuenta en su haber con varias coletáneas dedicadas a los sonidos futuristas que acontecieron hace décadas en el continente negro. Un básico para todos los coleccionistas de la música en formato vinil.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

“Mc is my ambition”

El reloj marcaba la una de la tarde y era hora de ir asegurando un sitio en la ribera próxima a La Estación. El momento del domingo estaba por ocurrir. Desde Jamaica llegaba la leyenda del dancehall: Ophlin Russel-Myers, mejor conocida como Sister Nancy. Una de las pioneras en ser considerada maestra de ceremonias (MC) en este mundo tan lleno de machos.

El escenario estaba a reventar. No cabía ni un alma en pie cuando ella apareció con su imponente figura a lanzar sus primeras rimas que hablaban de unidad y de la libertad que debemos exigir para fumar marihuana sin ser perseguidos por la policía. El sol se ocultaba entre densas nubes de cannabis. El bajo nos cimbraba fuerte el esqueleto. La voz de la sista estremecía el seso hasta que llegó Bam Bam, el clásico de clásicos que todo mundo esperaba. Con esto acabó su presentación, dejándonos como moraleja, la trillada pero veríssima frase de “lucha por tus sueños que algún día se harán realidad”. Sister Nancy maximum respect.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

Viene-viene hipster

Así acababa el festival para nosotros. El autobús de prensa estaba programado para partir hacia la CDMX a las 16 horas. Obviamente se retrasó. Tras casi cuatro horas y media de camino, llegamos a esta colmena asfáltica casi a las nueve de la noche. Todos magullados, cansados, hambrientos y con los achaques propios de la edad, sobrevivimos a otra emisión del carnaval. Bahidorá 2020 nos deja experiencias que con el tiempo se pulirán como las verdaderas joyas que conforman nuestro tesoro de vida.

Momentos mágicos como cuando a la fierita se le salió una chichi tras quitarse su sudadera, detalle que no advirtió hasta un tiempo después. Como cuando el Gober se encontró una bolsota de mota ahí tirada en medio de la ericés. O como cuando la güera nos consiguió desayuno-comida-cena haciendo uso de su privilegio de mujer europea. O como cuando casi lloro al despedirme de mi pantalón favorito, que tuve que tirar a la basura ya que se había roto bien cabrón del culo y pues ya habíamos recorrido nuestro tiempo juntos. El sombrero de arrocero del Apache. Nuestra dificultad para guardar la tienda de campaña. Los mocos llenos de tierra que nos salían por boca y nariz.

Un sinfín de situaciones fritas y propias de un carnaval que reúne a un chingo de gente, tanto público como organizadores, generando historias compartidas que se entrelazan en el devenir de la vida. Son el color y el espíritu de este maravilloso evento que a mi parecer, es el mejor festival de México actualmente. Conjuga lo mejor de la música tropical y electrónica del orbe, con el impresionante escenario del parque natural de Las Estacas, el cual es ya un regalo por sí mismo.

Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga
Foto: Gustavo Ruiz Lizárraga

En fin, habíamos llegado a nuestro destino después de algunas desconcertantes vueltas que terminaron con una petición un poco inusual del conductor hacia nosotros: “Échame aguas carnal”. A lo que un compita de prensa atendió, bajándose del camión y fungiendo como viene-viene al tiempo que su manita y el tradicional silbidito iban avisándole el camino, a este autobús lleno de historias.

Otro año más de disfrutar y sobrevivir este magno evento. No puedo más que sentir gratitud por lo vivido y esperar con ansias la siguiente edición, la cual seguramente nos traerá más experiencias gratas, desconcertantes, enigmáticas y DADAS.


Alejandro Guerrero – @elAleGuarrero

Fotos de Gustavo Ruiz Lizárraga – @gusruizl