La relación existente entre democracia y drogas se encuentra en campos cercanos. Ya Pericles, considerado adalid de la democracia, planteaba que este sistema político era el más idóneo para involucrar a las mayorías. Posteriormente, Aristóteles y Platón desmintieron este postulado al decir que muchas veces la mayoría representada no forzosamente mostraba la voluntad en general. Ni necesariamente sus decisiones eran las más juiciosas.
Por eso, estos dos pensadores veían a la democracia como una degeneración de la república. Aristóteles decía que no todos los ciudadanos tenían los conocimientos suficientes para tomar decisiones de la esfera pública. A lo largo de todo el siglo XX se han realizados loas, poemas y golpes de Estado en nombre de la misma. Han hecho ver a la democracia como el fin último de un pueblo para alcanzar la felicidad. Todo régimen contrario ha sido tachado de dictatorial y oligárquico.
Drogas y democracia
¿Por qué los defensores acérrimos de la democracia, no son también defensores a ultranza de la democratización de las drogas? Nadie sospecharía que una mala decisión democrática puede arrastrar más problemas para las mayorías que la decisión de un consumidor de opioides. Al hablar de sociedades liberales, posmodernas y por tanto democráticas, se hace hincapié en el voto individualizado. Por tanto, el voto gira más en torno a la defensa de los intereses privados más que del colectivo. Cabe hacer la pregunta: ¿si se penaliza el consumo de drogas, por qué no penalizar un voto mal dado, que a la larga afectará a la mayoría? ¿Se debería en ese caso penalizar un mal voto?
Lo que observamos desde 1971 a la fecha, cuando Richard Nixon dio inicio a lo que llamaron la guerra contra las drogas, es una campaña para la criminalización racial y el poder justificar un enemigo en común: los negros y los latinos. No por nada, desde los tiempos de Nixon hasta nuestro días, se incrementó en un 700% el número de encarcelamientos de afroamericanos por delitos relacionados con los narcóticos. Hay que decir que quienes han sido “los Pericles” de las drogas, es decir, quienes democratizaron el consumo de drogas, dando oportunidad a que tanto ricos y pobres, sajones y minorías latinas y negras pudieran gozar de los derivados de los opiáceos, han sido los carteles mexicanos. Además de esto, a partir del año 2010, las leyes federales estadounidenses dieron un giro. Marcas como Oxycontin, Percocet y Vicodin, fármacos que contenían opioides y han sido muy consumidos por su población, fueron restringidos y su acceso fue mediado por una receta médica. Cuando se habla de democratizar, se plantea la idea de que se vuelva incluyente, para las mayorías. Así, estos fármacos que tenían un valor de 50 dólares, los narcos mexicanos los están vendiendo a tan sólo 10 dólares.
De Nixon a la fecha
La pregunta controversial es si todos tienen la capacidad de discernir entre lo que se están metiendo como de igual forma todo individuo tiene la capacidad de discernir entre un buen candidato o no. Todo el mundo tiene el derecho a votar, ¿pero todos realizan un voto razonado y pensando en los intereses generales? Todos tienen derecho de afiliarse a una droga, como a un partido político. ¿Pero todos son conscientes del daño que les hace?
Lo que hemos visto de Nixon a la fecha, es que la criminalización de las drogas ha fungido no como instrumento para disminuir el consumo, si no para crear taxonomías raciales que permitan criminalizar a los pobres. Derivado de esto se han generado estereotipos raciales. El negro por tanto se relaciona con el inculto, el desadaptado, conflictivo pero sobre todo un criminal por naturaleza. No es raro que el asesinato de un blanco sea razón de conmoción nacional en Estados Unidos, mientras que la muerte de un afroamericano es noticia local de un solo día en los medios de comunicación, pero nada más.
Alvise Calderón Berra – tartufo89@gmail.com