Por Óscar Muciño
@opmucino
Brenda vivía en un departamento al que fui una vez pero que después nunca recordé en qué calles estaba. Para mis 11 años la colonia Fuentes de Aragón era un enorme laberinto. En esa colonia, como ella, vivían muchos de mis compañeros de la Primaria.
La conocía desde tercer grado, cuando nos daba clases la maestra Elvira, una mujer joven y bajita que siempre llevaba un fleco de laca con bastante volumen. De Brenda me gustaba que era lista y ordenada con sus cuadernos, que no escribía con plumas de colores, que tenía una sonrisa amplia que pronunciaba sus cachetes, me agradaba su presencia, la sensación que me provocaba el quedarnos viendo y sonreírnos.
En quinto, cuando la maestra se llamaba Norma, escuché que Brenda confesaba que yo también le gustaba. No se me ocurrió nada que hacer, sólo me sentí contento y nervioso. Y si escuché que yo le gustaba fue porque Andrés me lo dijo, tú le gustas me dijo.
A Andrés lo conocía desde mi primer día en la escuela, cuando entré al salón del kínder y lo vi sonriendo, me senté a su lado y me dijo su nombre. Fue mi primer amigo de la escuela y gracias a él nunca comí solo en el recreo. Una vez corriendo por el patio alguien abrió de repente una ventana y él se estrelló y se le cayeron varios dientes. Después del golpe lo vi levantarse con la boca escurriendo mucha sangre, rápido una maestra se lo llevó.
Por eso cuando me dijo que yo le gustaba a Brenda le creí, pero él no creyó que le hubiera creído y me hizo esconderme para que escuchara mientras él le preguntaba a ella si yo le gustaba Y ella dijo, sí, sí me gusta. Y fue entonces cuando me sentí contento y nervioso, pero lo que debía hacer no lo hice, que era pararme frente a ella y decirle Brenda tú me gustas mucho y sé que yo te gusto porque te escuché decirlo.
Nunca fui un niño de acción y para cuando conocí la casa de Brenda ya era sexto grado, íbamos con la maestra Maru quien nos llevaba a unas canchas fuera de la escuela y una vez nos invitó a su casa por el metro Canal del Norte. Fui a casa de Brenda en uno de sus cumpleaños, seguro cumplía 12 y eran las últimas veces que la veía, porque pasaríamos a Secundaria y ya no seríamos más compañeros. Recuerdo que en esa fiesta la escuché decir que le gustaba Andrés; pero yo no fui a decirle a él lo que había escuchado. Me quedé callado, sintiéndome apenado.

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