Por Vikingo Morales
@vikingomorales
Llegó el fin de semana (14 y 15 de noviembre) y la espera para asistir a uno de los eventos más prometedores que puede ofrecer el Distrito Federal terminó. Arribé al Rancho Didáctico “La poza del indio” alrededor de las 2 de la tarde, el frío estuvo presente en todo mi camino y, la escasa señalización y el maldito GPS impidieron que me presentara en el lugar una hora antes.
Mi primera impresión fue darme cuenta de la desorganización por parte del staff, mi acreditación de prensa no estaba tramitada, me dieron un brazalete de la emisión de hace dos años y ni siquiera revisaron mi mochila. Yo no soy un tipo exigente pero sí me llamó la atención que todo estuviera tan al “ahí se va”.
A lo lejos logré escuchar a ElViaje, y vaya viaje que dieron desde el calor de Mérida pese a encontrarse en una temperatura bastante inhóspita. Yo ya con dos chamarras encima y un brebaje caliente me dispuse a escuchar a estos muchachos que lo dieron todo en el escenario. Me quiero detener un momento aquí para plantear algo que seguramente ya se sabe: la casi nula asistencia de público. A ojo de buen cubero calculo que no habíamos más de 300 personas (en el punto más alto del evento) entre bandas, staff, comerciantes y público.
Las pocas cosas que me podían mantener caliente eran las bandas, el café, el atole o la cerveza. Pasaban las horas y el lugar seguía vacío, la nubes impedían el paso a cualquier indicio de sol, frío, más frío, más frío. En un lugar donde cabrían entre 5 o 6 mil personas en verdad resultaba imposible siquiera pensar en “me acerco al público y ahí me resguardo del aire”. No hubo manera de no terminar con la nariz moqueando y los dedos tiesos.
Lo más importante de todo festival son las bandas y hay que darles el crédito que se merecen. Los Mezcaleros, Tierra Muerta, The Freak Rockers, Rex Attack, Huge The Cara, Venison, Stendal, Audionautas, Velter, Nasty Fingers, Señor Atómico, Carolina Camacho y un largo etcétera de bandas que tuve el gusto de escuchar. Todos ellos dejaron de lado el aforo y dieron todo en el escenario. Es eso de lo que está hecho el rock, de ganas de tocar, de ganas de ser escuchado, de calidez en el escenario, de no tenerle miedo al fracaso.
Fracaso. Es la palabra que gira en mi cabeza, desde niño le he tenido miedo, en la escuela, en la natación, en el basquetbol o en cualquier actividad extracurricular en la que mis padres me hayan inscrito. Ahora que soy adulto me doy cuenta que de niño el fracaso no importa, es ahora que las arrugas empiezan a marcarse y las rodillas ya duelen que el fracaso tiene sentido. Con cuatro años organizando un evento del calibre del Festival Ajusco (que ya es adulto), los organizadores tienen una tarea importante, aceptar el fracaso, imponerse y aprender de él, tal y como lo hicieron los chavitos de Venison que aún con su corta edad y un ingeniero de sonido incompetente, salieron y dieron cátedra de cómo hacer rock a 9 grados centígrados, o el caso de Rex Attack que llegaron desde Guanajuato y mantuvieron bailando a los pocos espectadores que disfrutaban de sus beats de electro-rock teniendo problemas con los monitores y los baffles del lado izquierdo del escenario que cada cierto tiempo se apagaban.
El retraso entre acto y acto dificultó aprenderse nombres de propuestas muy valiosas, llenas de frescura e inteligencia. Pasabamos del rock, al pop, al hardcore, al surf, al flow, al electro y más. El músico que lleva a cabo su profesión con amor, pasión, entrega y sinceridad no debería ser tan poco remunerado, y no hablemos de dinero, hablemos de aplausos, de gritos, de sonrisas, lágrimas, coros. Ah pero eso sí, hay que ahorrar para ver a Muse o Metallica en sus ocho mil presentaciones en el Palacio de los Deportes. Si el público mexicano no acepta pagar por disfrutar bandas nacionales que valen la pena, tampoco deberían pagar por presenciar a Phillip Glass.
El sábado me retiré al rededor de las 11 de la noche, ya no pude más, la temperatura me corrió del lugar. A esa hora el evento llevaba por lo menos dos o tres horas de retraso en los actos que se presentarían a lo largo de la noche. Con pena tuve que perderme a 60 Tigres, banda que sí quería escuchar, ver y fotografiar. El domingo, con las rodillas adoloridas y los pies cansados, me levanté al mediodía y me dirigí al lugar. Sucedió lo mismo, no había gente. Estuve alrededor de 4 horas y no pude más, tuve que decirle adiós a “La poza del indio”. Y no es que menosprecie el trabajo y el esfuerzo de la gente que hizo “posible” el 4° Encuentro Cultural Festival Ajusco, organizadores, staff, prensa, público y los músicos, todos pusieron su grano de arena para construir un evento sin igual a lo largo y ancho del país. Aquí No Hubo Escena formó parte de los aliados al evento y se notó que parte de la selección musical fue hecha por ellos, la calidad de los grupos que se presentaron (los que vi) es inigualable.
Este debería ser un grito de enojo hacia el Vive Latino que no deja de presentar a los mismos de hace 10 años y no le dan cabida a proyectos que sí están proponiendo sonidos nuevos y formas distintas a las que ya nos sabemos de memoria. El público mexicano merece conocer su escena, que está construida por las mismas bandas independientes que ya están cansadas de que siempre tengamos que conformarnos con Café Tacvba, Zoé, Molotov, Lost Acapulco, Fobia y toda esa lista de fósiles que, aunque los disfrutamos en su momento, deben empezar a avanzar hacia nuevos horizontes. Es mentira que no haya bandas en nuestro país que valgan la pena, pero es una realidad que México es bien especial para darle espacio a quien merece tenerlo, el publico mexicano al igual que los gigantes del espectáculo somos los primeros en censurar a bandas nacionales, sigamos conformes con lo que nos ofrece Televisa y su “amplia” carpeta de artistas. Sí, ya sé que existen otras opciones como el NRMAL que hace unas semanas presentó su cartel para el 2016 y no defraudaron, usando este ejemplo, el equipo del Festival Ajusto debe repensar su propuesta, tal vez ya no ser Ajusco ni en el Ajusco, tal vez buscar otros sitios, tal vez dejar ir a cierta gente que sólo entorpece el trabajo.
No es una mentira que OCESA y otras empresas del entretenimiento tienen copada la escena musical en México. Pero hablemos particularmente del caso de este evento, según la publicidad del mismo festival el gobierno de la #CDMX, como a nuestro rosa Jefe de Gobierno le gusta llamar, estaba apoyando el evento. Me extraña que un cartel tan bien curado y un festival con patrocinadores “chonchos” haya tenido tan poco aforo. No le echemos la culpa a OCESA, la responsabilidad cae sobre los hombros de los organizadores y, muy en particular, sobre la apatía que demuestra el público nacional frente a sus nuevas propuestas. Fue un fracaso y hay que aprender a vivir con eso, sólo no hay que permitir que el Festival Ajusco desaparezca.
