La política, ese arte del estilo, alcanza uno de los sus expresiones más lamentables cuando se depositan los discursos en disfraces, vestuarios y botargas. Al presentar su plan de desarrollo humano “Prospera”, el presidente de la República echó mano del viejo gesto del muñeco: el programa será representado por un muñeco de ojos marrones y copete amplio, de sonrisa afable y aspecto bonachón, de nombre “Próspero” (¡Cuánta imaginación! Tanta que botarga ha desaparecido misteriosamente de la red y la prensa). Cualquier referencia con la imagen la imagen presidencial es una ramplona intención.
En el apartado de referente al crecimiento, inversión y desarrollo económico, el lic Peña presume logros conseguidos a río revuelto, resultado más del cambio global que de una estrategia nacional. Como antesala se presumen el éxito del país en la disciplina macroeconómica, y el bajo nivel inflacionario que ha mancado a México en últimos 15 años; victoria pírrica la de mantener la inflación a raya a costo del crecimiento de nuestra economía.
Es cierto que se han impulsado en los últimos dos años programas que deben ser prioritarios en el país como Instituto del Emprendedor y la Inclusión Digital; dos datos refutan a las inversiones estatales: el crédito para los microempresarios apenas llega al 29 por ciento del total de los crédito otorgados en el país (en América Latina, región de la cual México presume ser líder, el índice llega a 49), y 60 millones de mexicanos no tienen acceso a Internet.
Asimismo, anuncia un futuro rico y promisorio: las Reformas aprobadas permitirán el aumento de la recaudación tributaria, que será más justa, dicen; lo cierto es que el salario ha perdido poder de compra y la clase media, la clase tributante o cautiva, es la más afectada por el endurecimiento y el aumento de los impuestos con la última reforma fiscal. La cifra corrobora: 58 por ciento de la población económicamente activa trabaja en la informalidad.
Se cacarean, además, los beneficios que traerán las reformas energética, financiera o de telecomunicaciones, no reconoce el Ejecutivo que si algo ha perdido es credibilidad. Desde el año pasado, las correcciones en el porcentaje de crecimiento anual (siempre hacia abajo), son la constante de un gobierno que ha querido solucionar el estancamiento con gasto público, es decir, con deuda.
La administración está gastando e invirtiendo como hace mucho no se hacía, eso es innegable y reconocible, pero no nos vayamos a dar cuenta que el gasto se hizo en cavar hoyos para después taparlos. No olvidemos que el gasto público, construcción y programas, son una de las mejores maneras de reactivar el mercado interno, pero si se hace sin un sentido claro, puede llevar a un endeudamiento terrible.
El presidente ha presentado a su mascota Próspero, el mejor signo de una presidencia abotargada.
