Por Christopher Nilton Arredondo
@niltopher
Hay que admitirlo: solemos ver a los rockeros bajo un encanto romántico. Les atribuimos inteligencia y sensibilidad superiores a las de los humanos que vemos cotidianamente; esperamos que sean desinteresados de la fama y eruditos sin pretensiones académicas; nos gusta que sus ideas sean vanguardistas sin convertirse en un galimatías. Queremos solos de guitarra que desborden la emoción como lo haría la ópera wagneriana, pero sin el complejo entramado simbólico de ésta. Nos gusta que vuelen alto, pero no más allá de nuestra vista.
La verdad es que muchos de nuestros héroes rockeros no son más que gente normal, a veces casi analfabetos, algo supersticiosos y medio bobalicones. Se casan con ideas cuestionables; sus disertaciones teóricas suelen ser de una simplicidad decepcionante y en numerosas ocasiones sus proezas artísticas caen en lo ridículo.
Algunos casos en los que descansan estas reflexiones son, por ejemplo, la portada del Emotion & Commotion, de Jeff Beck que bien pudo haber salido de la imaginación de un niño de 6 años, o la letra de “Paranoid” de Black Sabbath, una frivolización de una condición psiquiátrica. (Por cierto, tanto la rola de Black Sabbath como el disco de Jeff Beck están bien chingones, ¿no lo creen?).
Recientemente escuché a Phonomantis, “banda de rock alternativo en español originaria del Estado de México”. En el plano sensitivo, su música suena con cierta nostalgia: por los frecuentes riffs de guitarra rasgueada que desembocan en contrapuntos melódicos a la voz principal, sus canciones evocan un estilo noventero, como el de los dos últimos discos de Caifanes, aunque Phonomantis usa arreglos menos “lúgubres”. Además, sus letras exploran varias fijaciones del rock: el uso de léxico vinculado al espacio exterior y la tecnología, el amor/desamor como enfermedad, etc.; recursos fáciles de ubicar en la discografía de artistas consagrados (no acuso a Phonomantis de poca originalidad, sino que trato de enlistar características perceptibles en la primera oída).
Sobre sus letras, me llama la atención su tendencia a cargarlas de una seriedad adecuada a la distorsión y fuerte rítmica de su música; un sonar rudo y hablar en serio, digamos. Palabras con alto grado de fatalidad como alma, muerte, olvido, se repiten en más de una canción. “Conversamos irreal/el lenguaje muere más,/y el alma no es capaz”, o “Crueldad maquinal/instinto de robot/No hay pasión, no hay humanidad/Retorcido orgullo” dicen los mexiquenses en versos ambiguos, aunque no tan lejos del lenguaje referencial.
Una digresión: las líneas ambiguas de las letras de Phonomantis abonan a la nostalgia noventera, cuando la lírica de Saúl Hernández coqueteaba con la función poética de la lengua sin llegar a ser (opinión mía) realmente poesía.
Me llaman la atención sus letras, decía, tras detectar una inadecuación del discurso; el léxico fatal contribuye a la ambigüedad semántica que permite que sus letras se vuelvan experiencias universales (un tema que le diga algo a cualquiera que lo escuche), pero a ratos se dejan ir líneas de sospechosa ingenuidad. Del primer sencillo, “Esquizofrenia”, hallamos: “Esquizofrenia delirio mental/que me hace pensar/que todavía estás”. ¿No les parece fácil asociar esta queja a un rompimiento amoroso?, junto a esta hipótesis, pongo los versos “No entiendo, el desprecio/Que me humilla sin mirarme”. Lección aprendida de Sabbath, “Esquizofrenia” es una superflua analogía entre enfermedad mental y desamor.
Por el lado sentimental también anotamos “Las rosas de enero”, donde el verso “vuelan las espinas en un vórtice fatal” sobresale por su aspecto de naturaleza enfurecida que se combina con un riff de guitarra. Toda esa parafernalia de hard rock para describir cómo al yo lírico le duele que su chica lo haya botado. Ambas canciones son ejemplos de esa simplicidad decepcionante de la que hablaba arriba, cubierta por un léxico de gravedad.
Me quedo con algunas preguntas que podrían enlistarse en un artículo titulado (a lo Jordi Rosado) “¿Quíubole con las letras de rock?”; el tema del amor, que siempre ha sido de los favoritos en la música popular, en el rock parece una apuesta arriesgada conforme el letrista se acerca al patetismo; ¿cabe entonces hoy una letra amorosa en el rock en español más estruendoso, en un tiempo de letras irónicas, burlescas y hasta cínicas? En un tiempo en el que la referencialidad cruda de géneros ascendentes como el hip hop cubre las necesidades expresivas de muchos jóvenes, ¿las letras de tintes poéticos, ambiguos y hasta “místicos” (según Fabricio Islas, de Resonancia Magazine) tienen oportunidad de gustar?
Ahí va Phonomantis: entre su patetismo ingenuo y su ambigüedad semántica. Seguro con la bondad de algunos escuchas que aún depositamos nuestras esperanzas románticas en ese género de géneros, la banda logrará notoriedad tarde o temprano.