por Alan Heiblum
@AlanHeiblum
Pues la verdad ellas solitas se lo buscaron. Estaban ahí a todas horas, de día y de noche y sin un hombre que las cuidara. Pues ¿qué querían?, ¿que no se metieran con ellas?, ¿entonces para qué estaban de provocadoras así enseñado todo, bien de blanco?, la verdad es que esas letras de CU se lo buscaron
Bien pulido y de la mano de un buen monero, o de un troll incisivo, o simplemente salido de la cuenta de un doxólogo apreciado, lo anterior podría haber sido un buen guiño a una comunidad cada vez más frustrada por el aberrante nivel en la reflexión del acontecer nacional. Pero esto es justamente lo que no me interesa. Aquí lo que busco es poner en disputa algo más difícil de nombrar. Se trata de la consolidación de una cultura de intención crítica que, en tanto se adecua a la estructura de opinión que las redes sociales parecieran exigir, no termina de hacer lo que pretende.
Antes de desarrollar el tema me parece que es mejor dar un primer ejemplo.
Caso 1)
Contra aquellos que se indignan por los “actos vandálicos” como las pintas en las letras de C.U. y no por el feminicidio allí perpetuado, leyendas afines a: las pintas se borran, las muertas no regresan.
Si bien críticas, por lo que conceden, por lo que que no dicen, son varios sus problemas. Las leyendas afines a la anterior conceden que sería deseable que las pintas fueran borradas, cuando lo realmente importante es que en tanto constituyen una denuncia significativa, no sea borradas sino atendidas. Por si fuera poco, también se concede que las pintas sean consideradas, sin más, como actos vandálicos y por lo tanto indeseables. Lo cual es falso: las personas que realizaron las pintas muestran antes que nada una indignación y rabia justa, no la actitud salvaje y destructiva que da sentido al término “vándalo” y que sí permite describir a feminicidas y a aquellos que les permiten actuar impunes. Sin importar lo anterior, frases como las pintas se borran, las muertas no regresan, serán compartidas y apreciadas sin mayor detenimiento, solamente porque resultan convenientes al sistema automático de intercambio de opiniones truncas en que estamos convirtiendo las redes sociales.
Opinion
Un caso más difícil de analizar es el siguiente.
Caso 2)
Contra aquellos que no entienden la importancia de denunciar y resaltar la violencia de género dentro de la violencia generalizada, leyendas afines a: no se encontró un cuerpo sin vida; fue asesinada.
El problema de una consigna de ese tipo es que queriendo combatir un yerro conceptual introduce otro. Por una parte, resulta realmente importante saber nombrar. No puede ser minimizado que una sociedad como la nuestra deba aprender a nombrar el feminicidio. El punto es que la estructura de la frase la desvía de la insistencia del saber nombrar, pues la contrapone a la cultura, igualmente importante y correlacionada, de la investigación. Y es que debemos reconocer que, en todo sentido, uno no encuentra un cuerpo asesinado, uno encuentra un cuerpo sin vida. Es la investigación la que determina que, por ejemplo, no fue una muerte de causa natural o accidental, sino un homicidio o un feminicidio. Dadas las circunstancias de encontrar una muerta en nuestro país, la hipótesis inicial de feminicidio no sólo es importante sino esencial para realizar cualquier investigación, y si es revelado como tal, de hipotético a conclusivo el feminicidio debe ser entendido como tal. No debería hacer falta mayores esfuerzos para aceptar que la importancia de saber investigar, con los ojos bien abiertos y sin temor de aceptar las conclusiones a las que ello nos lleve, es crucial. Así no hacia falta contraponer que un feminicidio debe ser nombrado como tal con la importancia de conducir una investigación de cabo a rabo. El problema lo introdujo gratuitamente el corte tipo suplica de viralización de la consigna. Sin dicha urgencia, que además de virtual sólo se atropella a sí misma, se podría haber buscado una manera más atenta de decir todo lo que se siente debiera ser dicho.
Si mis ejemplos no llegaron a ser contundentes y si expuesto de esta manera el problema no luce tan grave, invito a su mejora. Lo importante es que reconozcamos la gravedad que envuelve el hecho de que cada vez más, en lugar de ser el resultado de pausas reflexivas, las leyendas bajo las cuales nos posicionamos son acuñadas por la prisa de responder a las demandas formales de las estructuras mediáticas.
Pero sigamos insistiendo ahora con un caso distinto.
Opinion2
Caso 3)
Para denunciar el bajísimo nivel de diseño que se exhibe en el concurso del logo para el nuevo aeropuerto aparecieron varias publicaciones afines a la siguiente:
Las peores 23 propuestas de aspirantes a logo del Aeropuerto de la CDMX

En dicha publicación se lee “El aeropuerto de la CDMX lanzó una convocatoria a inicio de año donde invitaba a todos los diseñadores, artistas, comúnicologos o cualquier persona mayor de 18 a desarrollar la identidad gráfica del nuevo aeropuerto, con un premio de $75,000 pesos mexicanos. El desarrollo de un proyecto de esa envergadura vale 186,000 millones de pesos, pero estamos en México, entonces todos los sobrinos de los dueños lo pueden hacer. Éste es el resultado:” Y a continuación se exhiben una selección de 23 de las incontables propuestas de bajísimo nivel que se pueden encontrar en el link del concurso.
El punto aquí [no será nunca el acento en “comunicólogos”] es que el marco desde el cual se hace el análisis no permite que se atienda lo relevante. En principio, no tiene nada de malo e incluso sí bastantes ventajas, que en lugar de una comisión, fraguada o no desde el compadrazgo, se trate de un concurso abierto. Repito que esto es sólo en principio porque, lamentablemente, un concurso en nuestro país no garantiza la imparcialidad y competencia de los jueces. Por otra parte, contraponer el precio estimado del trabajo a la recompensa del concurso sí devela que las autoridades estaban pensando más en ahorrarse a un verdadero diseñador que en asegurar la calidad del logo, lo cual es a todas luces muy importante de ser ventilado. Pero lo que estoy intentando señalar es que en la urgencia por hacer notas cual trailers se pierden cuidados obvios como la enumeración y distinción de los puntos a tratar. Lo anterior es bastante claro si se considera que lo único que hicieron las publicaciones afines a la anterior es mofarse de las peores propuestas, lo cual conceptualmente es bastante desatinado. En todo concurso es esperable que entren propuestas de bajísima calidad, por lo que ello no dice nada de ningún evento en particular, sólo vuelve a enunciar un conocido hecho estadístico y que, de alguna manera, no tiene nada de malo. Más que hacer el chiste, lo importante de este caso era subrayar, no tanto que las propuestas malas hayan resultado extremadamente malas, sino que la media de las propuestas raya en lo ridículo y que el porcentaje de propuestas realmente buenas no aparece por ninguna parte. En lugar de encontrar un conjunto de propuestas destacables, lo que se ve son algunas que simplemente no son risibles. Puesto que vivimos en un país donde no falta talento ni número de diseñadores, la alarma y el análisis deberían encaminarse en este último sentido conectado con aquel de la recompensa económica. En última instancia, lo que estoy tratando de señalar es que los puntos significativos de la cuestión se pierden porque lo que predomina son los esquemas que apelan a la lógica bombástica y extensiva de las redes sociales y no a una voluntad de diálogo y entendimiento.
Adelanto una respuesta a la posible objeción de que estoy pidiendo peras al olmo. Creo que bien leído lo anterior pide peras al peral, me explico. Lo anterior también implica la denuncia de que incluso a nivel de puro entretenimiento, cada vez más nos satisfacemos con breves ironías y pequeñas esbozos de risa, en lugar de perseguir lo verdaderamente sardónico y la carcajada que revienta. Es interesante observar la cantidad de líneas que el tema ofrecía y que aunque eran suyas, las dejaron ir. A manera de meros apuntes, considérese opciones como las siguientes:
 

Ahora bien, para regresar al asunto de las consignas entendidas no como líneas resaltadas de un texto que las embebe sino como meras frases sueltas, ¿qué pasa en el caso de consignas bien construidas? Volviendo a la motivación del primer caso demos un nuevo ejemplo.
Caso 4)
Leyendas afines a: al parecer si las mujeres fueran parafernalia institucional, la sociedad sí las defendería. Por supuesto la anterior no es por mucho la mejor manera de enunciarla, existen formulaciones alternativas estructuralmente idénticas que son hermosas y contundentes, y que en nada resultan atacables. Pero aquí la cuestión a desarrollar es otra. El problema es que no obstante satisfactorias –y, en cierto sentido, justamente por satisfactorias–, al traficar consignas, sean buenas o malas, no salimos del reducido papel de comentadores de los hechos ya ocurridos. Lo que estoy tratando de hacer, no es en ningún sentido denostar las consignas que creo fundamentales en muchos sentidos, sino solamente recordar que sin un trabajo de base que las sustente, cualquier consigna es vacía. Las frases diseñadas desde y para el consumo ni siquiera llegan a aforismos, menos a haikus ni tampoco a telegramas. Y tal pareciera que entre más breves más grande resulta el hueco con que carcomen nuestros discursos.
Absurdos, cual Sísifo que no ríe, vamos siempre uno o varios pasos atrás de la agenda que se nos impone. Ocurre un evento, los medios de comunicación lo distorsionan y lo elevan a noticia. Se dice, se opina. Salen presuntos indignados de un lado, salen los presuntos indignados por aquellos presuntos indignados. Pasa el tiempo, la atención disminuye y el centro de nuestros intereses cambian. Un nuevo hecho ocurre, los medios de comunicación lo distorsionan y lo elevan a noticia. Nuevamente se dice, se opina. Salen presuntos indignados de un lado, salen los presuntos indignados por aquellos presuntos indignados. Pasa el tiempo y nuevamente la atención disminuye y el centro de nuestros intereses cambia. Y así, mientras unos tiempos se acomodan a otros tiempos, absurdos cual Sísifo que no ríe, vamos siempre uno o varios pasos atrás de la agenda que se nos impone.
Dentro de esta condena a la brevedad, cada vez más se observa la pretensión de querer realizarse a través de la opinión en las redes sociales. Pero aún cuando invisible, tendríamos que intentar ver lo mucho que se pierde cuando uno sucumbe a la estructura del meme, del “qué estás pensando” de FB,  de “las cinco razones para”, o  de “el top 10 de” o a la estructura de cualquiera de esas formas que quisieran decirlo todo cuando de hecho dicen nada  –o, desde el punto de vista de la enfermedad de la prisa, o de los transtornos narcisistas de la personalidad, o de la discriminación vía la omisión, que diciendo nada lo dicen todo. La forma no es independiente del contenido de nuestras luchas. De nada sirve exaltar la posibilidad de otra vida a través de un formato que asegura la preservación de la que se posiciona como la única forma de vida y que bien puede llamarse la sociedad del espectáculo.

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