Por Paulina Moreno
@wabisabe
Yayoi Kusama es una de las artistas vivas más importantes en Japón, nace en 1929 en Matsumoto en una familia conservadora y de alto poder adquisitivo. A la edad de 10 años comienza a utilizar patrones de círculos (Polka dots) y redes como motivos en sus primeras acuarelas. Tiempo después refiere que estos fueron inspirados en una serie de alucinaciones y pensamientos obsesivos sobre el suicidio que sufrió en la infancia y que ella relaciona que fueron provocadas por el ambiente de violencia que se vivía al interior de su familia, principalmente de abuso físico por parte de su madre .
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En sus veintes, Kusama ya era una artista reconocida en Japón debido a su característico uso de los polka dots y por la velocidad del caudal de su producción (en su primera exhibición individual presentó 250 piezas y en la segunda, apenas unos meses después presentó 280). En 1958 se muda a Nueva York muy en contra de los deseos de su familia y comienza a trabajar en sus pinturas llamadas “Infinite Net”, que consistían en enormes lienzos dónde con extremo cuidado pintaba pequeños bucles en pintura blanca que recuerdan al tipo de composición y la escala de las obras de Pollock, pero sin la turbulencia. Kusama evoca una sensación de calma y delicadeza. La artista describe sus Infinite Nets como si en ellas hubiera una sensación que marea, de un vacío hipnótico mismo que logra transmitir en la tarea repetitiva que realiza a mano sin ayuda de plantillas en lo que ella llama “ el encanto de la repetición y la agregación.“
Kusama permaneció en Nueva York por más de una década. Siguió explorando mediante esculturas, fotografía, video, instalaciones y performance la forma más sencilla de su arte que estaba basado en pequeños bucles, círculos, estampillas, etc., que se repetían “hasta el infinito“. En esta tarea de repetición la artista comenta que ayudaba a “obliterar“ sus ansiedades. Un claro ejemplo de ello son las llamadas “esculturas blandas“, que consistían de objetos como sillas, escaleras, lanchas, etc. en los que ella cosía figuras de tela en forma fálica hasta cubrirlas por completo. Lo anterior era intento de conquistar la ansiedad y desagrado que le provocaba la figura del órgano masculino por un recuerdo infantil en que su madre la envió a espiar al padre mientras mantenía relaciones sexuales extramaritales. Sobre estas esculturas compuestas de pequeños falos, Kusama comenta: “Los hago y los hago y después los sigo haciendo hasta que me sepulto a mí misma en el proceso. Yo llamo a este proceso obliteración“. También durante esta época comenzó a organizar performances de crítica social en temas como la guerra y el matrimonio homosexual en los que los participantes se hacían pintar de polka dots el cuerpo desnudo.
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En la década de los sesentas, los polka dots y la idea de obliteración se extendió del lienzo hacia objetos, después al cuerpo desnudo y finalmente a todo lo demás. Kusama realizaba instalaciones en dónde continuó representando la idea de las redes infinitas en habitaciones que cubría con espejos y pequeñas luces de colores que evocaban a sus características series de puntos que por medio del reflejo se multiplicaban al infinito. También realizó instalaciones al aire libre con grandes esferas de apariencia como de espejo que nombró “Narcissus Garden“. En este periodo tan importante de su producción artística, Kusama tenía un papel fundamental en la escena del arte en Nueva York y gozaba de gran fama debido a la originalidad de su propuesta artística atrayendo muchas comparaciones con la obra de Andy Warhol, con quien ella se comparaba para medir su popularidad en la prensa que en momentos llegó a ser mayor que la de él.
Después de haber conquistado el mundo del arte en Nueva York, en 1973 Kusama regresa a Japón en un estado grave de salud y con pocos recursos económicos, unos años después se interna en un hospital psiquiátrico, que se convertiría en su residencia permanente.
En 1975, en el punto más bajo de su carrera publica un ensayo autobiográfico titulado Odyssey of My Struggling Soul, en el que incluyó vívidas memorias de sus alucinaciones durante la infancia y habló sobre su depresión e intentos de suicidio. En este ensayo además escribe que no se considera a sí misma una artista, sino que ella continúa trabajando en su arte para “corregir la discapacidad que comenzó en su infancia.”
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Kusama es indudablemente una de las más famosas figuras en el arte en Japón debido a la originalidad de sus obras, así como por el aire de misterio que de su persona se desprende, ya que por los últimos 35 años ha permanecido interna bajo su voluntad en un hospital psiquiátrico y sigue produciendo su obra en su estudio que se encuentra muy cercano. Al respecto, la curadora de su actual exhibición retrospectiva en Londres comenta que este ambiente de extremo cuidado y contención es el que brinda el soporte necesario para manejar su frágil persona y le permite seguir creando.
En la obra de Kusama encuentro una relación muy evidente con lo mencionado sobre Freud respecto de la fantasías: “ellas poseen realidad psíquica, por oposición a una realidad material, y poco a poco aprendemos a comprender que en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la decisiva.“. Kusama logra transformar ese mundo fantástico venido de la alucinación y el recuerdo infantil en el motor creador de su producción artística. Su obra representa ese mundo ilusorio que se hace presente para imprimir en su entorno una huella, o mejor dicho una red que amortigua el encuentro con la realidad amenazante. Esta red infinita que le permite de alguna forma controlar de manera obsesiva los recuerdos provenientes del mundo infantil al mismo tiempo, y por medio de la obliteración intenta negar la falta. Si todo está cubierto por ese “encanto de la repetición y la agregación“ no queda ningún vacío en el que se pueda introducir la falta. La locura en este sentido recae en creer que la verdad de su historia pueda ser dominada.
No se puede aquí separar el concepto de realidad psíquica que nos acompaña al adentrarnos en las producciones que se desprenden de la psique de la artista ya que como el poeta que se vale de metáforas para crear, la verdad del sujeto siempre estará en función de la subjetividad.
En este sentido, la obra de Kusama, que pasa del lienzo al cuerpo después al objeto y finalmente a todo el entorno, recuerda a una cadena en la que se repite obsesivamente el mismo significante. En una metonimia en que se remplaza el contenido por el continente y el todo por la parte, donde la ausencia no se hace manifiesta y el deseo no encuentra una articulación. Este caudal inagotable imposibilita la ruptura en el discurso que permitiría escuchar la verdad del sujeto. “Siempre es preciso volver a las mismas cosas hasta que quedan bien gastadas para luego pasar a otra cosa.”
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En la dimensión imaginaria, la repetición de los mismos elementos en su obra también recuerda al concepto de fantasma en Lacan. Como aquella escena primaria, tal vez vista o tal vez enteramente imaginada, que la artista relata como una fantasía no tramitada que tiene que ver con lo traumático y repetitivo, y que se fija en su discurso para aparecer como esa red que todo lo cubre. Esta dimensión fantasmática niega, como el obsesivo, el deseo del otro por medio del dominio y el control.
Como en el reino de Fantasía de La Historia sin Fin, Kusama (al igual que la Niña Emperatriz) enferma de Nada, ese síntoma que retorna del ideal de borrar la falta. Aunque por medio de su obra intente evitar que Fantasía desaparezca y quede por siempre negada, su verdad estará siempre entretejida con el aparente vacío que nunca se convierte en palabra. La palabra que habrá de hacerse escuchar, que rodea el agujero de lo real y permite al sujeto insertarse en el lenguaje y rodear la nada. La misma palabra que cura en el acto de ser hablada, de ser escuchada en un dispositivo analítico, de ser constructora de una nueva realidad y finalmente que da sentido a la propia historia.

La exposición Obsesión infinita concluye este fin de semana en el Museo Rufino Tamayo con el #MaratónTamayo. Los horarios son

Horario regular 

Sábado 17

Taquilla abierta a partir de las 9:00 h     Horario: 10:00 a 19:00 h 

Acceso: $21 pesos. Entrada gratuita para estudiantes, profesores y tercera edad con credencial vigente *para hacerlo válido deberá estar presente el usuario de la credencial al momento de la compra.

 

Domingo 18 

Taquilla abierta a partir de las 9:00 h       Horario: 10:00 a 21:00 h 

Entrada gratuita

 *Venta máxima de boletos por persona: 4

SÓLO PAGO EN EFECTIVO / CUPO LIMITADO

Los boletos de los horarios regulares estarán a la venta únicamente en la taquilla del Museo Tamayo. No habrá venta para días consecutivos, sólo se podrán adquirir para el día en curso. El acceso a la exposición se llevará a cabo en horarios predeterminados (cada media hora) para agilizar la entrada del público y como un sistema para evitar que el público espere en largas filas.

 

Horario nocturno

Horario: desde las 21:00 horas del sábado 17 hasta las 9:00 horas del domingo 18.  

Boletos: A la VENTA ÚNICAMENTE EN LÍNEA a partir del viernes 16 de enero a las 12:00 del día AQUÍ.

CUPO LIMITADO

Es indispensable que el usuario se presente con boleto impreso, una identificación del nombre indicado en su boleto, y presentarse media hora antes de su horario para  poder acceder al museo. 

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