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#NationalGeograffiti 22: Palabras en el umbral de una teoría del cover

Por Christopher Nilton Arredondo @niltopher Siendo una práctica recurrente entre los artistas populares, es sorprendente la falta de una esquematización difundida sobre la tarea de regrabar temas de otros artistas, más allá de la crítica subjetiva de los reseñistas habituales de rock-pop. Convendría tener, para disminuir la cantidad de pleitos de cantina a nivel mundial, […]

Por Christopher Nilton Arredondo
@niltopher
Siendo una práctica recurrente entre los artistas populares, es sorprendente la falta de una esquematización difundida sobre la tarea de regrabar temas de otros artistas, más allá de la crítica subjetiva de los reseñistas habituales de rock-pop. Convendría tener, para disminuir la cantidad de pleitos de cantina a nivel mundial, algunas notas en torno a lo que escuchamos cuando escuchamos covers; cómo apreciarlos y cómo calificarlos, según parámetros flexibles, que nos revelen el reto en cada interpretación más allá de las cuestiones de ejecución.
¿De qué hablamos cuando hablamos de covers? De interpretaciones de artistas a temas de otros artistas, específicamente en el ámbito de la música popular, en el contexto de la cultura de masas y de los formatos de grabación y comercialización de la música, típicos del mundo contemporáneo.
Hay que empezar por ahí, porque si lo dejamos sólo como interpretación de un artista a otro, nos toparíamos con un elemento intrínseco del arte musical: la música no existe sin intérpretes. A diferencia de la Mona Lisa y de Madame Bovary, que ocupan ambas un lugar físico, la música no existe en el espacio; la partitura de “Las Mañanitas”, impresa y reposando sobre una mesa, no es realmente “Las Mañanitas”. La música necesita de un ejecutante que la mayoría de las veces no es el compositor de la pieza. Prácticamente, aprender a tocar un instrumento significa aprender a hacer “covers”.
Por eso dejaremos la definición de cover como reinterpretación en el ámbito de la música popular grabada, en soportes que permiten su reproducción. Ahora otra pregunta, ¿para qué hacer covers? Tuve una “brisa” de ideas, luego de platicar con alguien que expresó su desprecio por esta práctica. Para mi querido interlocutor, los covers son una clara señal de la falta de originalidad, inventiva, creatividad y talento por parte de los intérpretes. En este sentido, difícilmente podría existir una nueva versión que fuera imprescindible frente a la original. Sobra decir que no estoy de acuerdo con estas afirmaciones generales.
Va entonces la ligera lluvia de ideas (no se vayan a mojar, por favor): ya que el siglo XX no tiene problemas con la pervivencia de la obra musical (una interpretación grabada hace 80 años se puede escuchar igual ahora), sabemos que la reinterpretación de temas para su mantenimiento en la memoria no es precisamente la intención del cover. En cambio, me parece que la primera razón de ser del cover es la expresión de la admiración de un artista por otro: en un primer instante, quien graba el tema de alguien más es porque ese tema le gusta.
Covers
Pero esta no es la única razón que opera detrás de la creación de covers. Una vez que el nuevo intérprete graba una canción que el público reconoce, tanto ellos como la industria lo asocian con lo que la canción representa: un género, un estilo, una tradición, etcétera. El artista que hace un cover muchas veces lo hace para enlistarse en una tradición de música popular; lo recibimos como heredero (o aspirante a heredero). El cover es usado como declaración, para reclamar un lugar en el devenir de la música.
Al confiar tanto en el cover para establecer una propuesta estética, la industria musical asigna covers a muchos de sus artistas emergentes, con la intención de posicionarlos en un mercado específico, desde donde generarán ganancias a la brevedad posible. Esto explicaría las nuevas versiones que músicos tempranos hacen tanto a éxitos recientes como a piezas consagradas, incluso arriesgándose a la desaprobación del público, que considera el cover a un tema conocido una afrenta contra ídolos consolidados. Así es como el cover pasa, de una expresión individual del artista, a ser una estrategia de mercado.
No creo que estas razones de ser del cover se presenten de manera aislada: en la mayoría de los covers, seguro se mezclan la admiración por los compositores con el deseo de reconocimiento y la necesidad de poner un “nuevo” éxito en el mercado.
Una pregunta más: ¿para qué escuchar covers? La idea general de la industria musical es la persecución de la novedad y, entendiendo la novedad como “lo más reciente”, la más reciente versión de una canción compuesta hace 50 años es, irónicamente, una canción nueva. Entre otras razones (como la curiosidad, el morbo, la admiración por un intérprete en específico, etc.), la avidez de novedad es quizá la razón capital de por qué hay todavía público para el cover.
Interpretación que lleva una declaración, un deseo de reconocimiento respaldado por una industria dedicada a satisfacer la sed de novedad del público; eso es, hasta donde puedo decir, el ciclo vital del cover. Aquí terminan estos primeros pasos por el “largo y sinuoso camino” de la teoría del cover.

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