“Soy el raper que escucha a Ben Harper”.
Nega de Los Chikos del Maíz en Busco un lugar.
Cuenta la leyenda que mientras Ben Harper crecía entre Pomona y Claremont, California, pensando en ser un skater profesional y no un músico como su madre y sus abuelas, tuvo un accidente en el que se rompió el brazo izquierdo. El médico que lo atendió, amigo de la familia y que sabía del talento del muchacho, le dio a elegir entre la tabla o la guitarra. Más de veinte años después de este mito, que quién sabe si sea verdad, podemos decir que Harper tomó la decisión correcta; al menos para quienes disfrutamos su música. Estoy seguro que para él también fue la correcta, su hiperactividad musical lo deja claro.
La multiculturalidad de Harper, la trae en la sangre. Su abuela paterna es mitad africana, mitad cherokee. Por el lado materno le corre sangre rusa y lituana. La música es parte de su vida desde que nació; sus abuelos maternos a finales de la década de los sesenta crearon el Museo y Centro de la Música Folk, lugar donde él pasaba gran parte de sus días mientras iba creciendo siendo hijo de madre soltera, por lo que la influencia de sus abuelos fue vital para ser quien es ahora, al igual que de su madre, una multi-instrumentista con al que en el 2014 grabó el disco “Childhood Home”, una mezcla de nostalgia folk, sentimientos de jazz, blues y mucho amor, que es parte de lo que había, y hay, en la casa donde creció junto a sus hermanos. Un disco que grabaron en el lugar de sus abuelos lleno de instrumentos y música.
Las influencias de todo lo que Ben Harper fue escuchando mientras crecía, van desde el folk, el blues, el jazz que había en su casa materna y de sus abuelos, hasta el rap, el rock, incluso el noise que fue escuchando en las calles, con los amigos y que está presente en todas las canciones que viene grabando desde 1992 a la fecha. Esto se suma a la diversidad de letras que va componiendo donde puede hablar del derecho lúdico a fumar mariguana, de dios, de la destrucción ambiental por parte de las corporaciones. Puede pasar de la introspección amorosa, como es “Diamonds on Inside”, a canciones de protesta al estilo de “Excuse me Mr”, o darnos un reggae esperanzador en canciones como “With my Own Two Hands” o “Wating for An Angel”.
Ben Harper, desde “Pleasure and Pain” (1992) a la fecha, es un claro ejemplo de esa multiculturalidad musical que poco a poco se va perdiendo o aligerándose para las ventas masivas – Rosalía es el mejor ejemplo de esto -. Pero la multiculturalidad en Harper va más allá. A la par de sus discos como solita, sigue grabando con su banda los Innocents Criminals, otras veces lo hace con los Relentless7 o con los Blind Boys of Alabama, regresando a genios como Charlie Musselwhite con el que ya grabó dos geniales discos, o esa locura que llevo a cabo junto a Harrison y Arthur llamado Fistful of Mercy, con cientos de colaboraciones en todo el mundo, donde personalmente destaco su guitarra en la canción “Fango” del disco Safari del rapero italiano Jovanotti.
A más de 20 años, casi 25, de que este – aún – skater comenzó a hacer música, Harper sigue siendo parte del soundtrack diario de nuestros pensares y sentires. Canciones del 2017 como “Pink Ballon” siguen siendo tan actuales y tan atemporales como cualquier otra de sus canciones. Te hacen sentir joven y viejo a la vez, pero eso sí, nunca te harán sentir que la resistencia ante el sistema no vale la pena.
Crecer en un ambiente diverso, multicultural, puede ser el inicio de un largo viaje en contra de todas las normas racistas, homófobas, misóginas, que este sistema intenta mantener como una realidad inamovible. Pero más allá de eso, convertir esa multiculturalidad en voz, en la forma de hacer sentir a quien te escucha, es estar en el camino correcto.
Jorge Tadeo – @primaindie