MonkeyBee Festival 2019 El Mono-Abeja de Garage que irrumpió en la CDMX
Cada vez que se anuncia un nuevo festival de música, como buen melómano y habitual asistente a conciertos, es inevitable para mí recibir la noticia con perspicacia y ciertas dudas. El lugar, los precios y [especialmente] el cartel son los primeros elementos que dan luz sobre lo que uno puede esperar del evento. Incluso pueden determinar por completo si éste te interesa o de plano lo descartas de una.
En el caso del MonkeyBee Festival, cuya primera edición se llevó a cabo el pasado 9 de noviembre, definitivamente generó muy buenas expectativas desde que fue anunciado, y sin lugar a dudas se colocó en el radar de las y los melómanos de esta ciudad. Con un cartel orientado hacia un sonido Garage, en un registro que osciló entre el Punk y la Psicodelia, con bandas tanto emergentes como consolidadas de la escena nacional e internacional, este festival logró satisfacer los oídos ávidos de guitarrazos, batacazos y distorsiones de quienes asistimos a la SALA Puebla.
Salvo por un ligero retraso en la entrada de quienes estábamos en la lista de invitados y prensa, el evento transcurrió de manera tranquila, en tiempo y forma, haciendo gala de una organización impecable, digna de respeto y agradecimiento.
Si llegabas temprano, al ingresar al lugar, en el lobby donde estaban instalados los espacios de venta de merch de las bandas y el festival, el staff del MonkeyBee Festival te recibía con unos deliciosos pulques y mezcales de cortesía. Había bastante para todoxs los que estábamos en ese momento, de modo que constantemente te invitaban a echarte otro sin juzgarte por repetir. “Tómate otro carnal, para eso está”, me decían muy amablemente los chicos encargados de dotar a la banda de las primeras cargas etílicas.
Un escenario para disfrutar
Al subir a la zona del concierto descubrí para bien que era un espacio pequeño pero agradable. Nunca había ido a la SALA Puebla, así que disfruté mucho conocerla en el marco del MonkeyBee Festival, pues tenía el tamaño ideal para darle cierto toque de intimidad a las presentaciones, además de poder ver y escuchar perfectamente desde cualquier punto en el que te situaras, incluso con la posibilidad de acercarte al borde del escenario para disfrutar de las bandas desde primerísima fila.
En lo que respecta a la música, la verdadera protagonista de esa tarde-noche, todo bien, no hay ninguna queja. Después de aquel ligero retraso a la hora de la entrada, entre pausas para salir a fumar a la terraza de SALA, e incluso una excursión a la calle para un bajón y una cheve banquetera [para cuidar un poco la de por sí desnutrida cartera], éstas son mis impresiones de lo que vi y escuché.
Mucho guitarrazo
The Froys, uniformados con playeras ultra psicodélicas y shorts/pantalones blancos, con un chingo de energía lo dejaron todo en el escenario. A pesar de que, por la hora, el quórum todavía no llegaba a su punto óptimo. Después de su presentación se les podía ver entrando al slam cada vez que se presentaba la ocasión.
Los Carrion Kids [quienes por cierto estrenaron disco hace muy poco] hicieron gala de un sonido punk crudo, visceral y al grano. Muy a la usanza de ese punk clásico de los años setenta, sin que ello signifique una imitación, pues en su música conviven en armonía lo clásico con lo fresco y novedoso.
MONSTERWATCH fue en definitiva mi acto favorito de la noche. La banda originaria de Seattle, EU, tiene hasta ahora una carrera corta, pero prometedora. Su sonido es pesado, agresivo y rasposo, con un registro muy de garage con elementos psicodélicos oscuros que lo acercan al horror punk. Algo así como una mezcla entre los Cramps y los Horrors, pero con un poco más de octanaje. En el escenario son brutales: mucha energía, mucho poder, muchos guitarrazos y, sobre todo, una buena relación con el público, al grado de que el guitarrista/vocalista bajó del escenario para echar el slam con los asistentes mientras seguía tocando.
Aplausos y vitoreos
San Pedro El Cortez, esos grandes maestros de la fritez y el valeverguismo, hicieron lo que mejor saben: rockear. Como se ha vuelto ya característico en las presentaciones de los oriundos de Tijuana, su participación en el MonkeyBee Festival estuvo plagada de irreverentes sorpresas y tránsicos paisajes sonoros de un garage psicodélico con actitud punk. Por ahí un burro de utilería se hizo acreedor a algunos aplausos y vitoreos por parte del público.
Levitation Room es una banda que yo no conocía previamente, así que me dio gusto descubrirla en vivo. Su sonido muestra un octanaje más bajo que el de la mayoría de bandas que conformaron el cartel. No hubo guitarrazos ni alaridos, sin embargo la psicodelia de su propuesta resaltó al punto de hacernos levitar en una atmósfera que recordaba al rock psicodélico californiano de la década de 1960.
Toguether PANGEA fue el acto menos disfruté, pero no por que fueran malos, sino única y exclusivamente por una cuestión de gustos personales. Su propuesta sonora es algo así como un garage punk alternativón, por lo que me sonaron un poco más fresas que el resto. Sin embargo, lo que yo piense poco importa, porque claramente era uno de los actos más esperados de la noche. A lo largo de su presentación el público asistente coreó sus canciones y el slam no se detuvo.
LEE TAMBIÉN: Hipnosis 2019. El arte de no tomar riesgos
Texturas hipnóticas
Los Subsonics, banda clásica dentro del universo del Garage, se presentaron por primera vez en México. Originaria de Atlanta, EU, con ese sonido que recuerda a los primeros discos de Velvet Underground, hicieron vibrar el lugar al ritmo de guitarrazos poco distorsionados pero muy elocuentes.
The Asteroid No. 4, el primer proyecto de Ryan Van Kriedt (también miembro de The Brian Jonestown Massacre y Dead Skeletons), fue quizá la propuesta más psicodélica de todo el cartel. Con un despliegue de texturas hipnóticas y fritonas, su música generó una atmósfera idónea para viajar sin la necesidad de moverte de donde estabas.
The Cynics fue la banda más veterana y clásica del cartel. Con poco más de treinta años de carrera, indudablemente les correspondía el privilegio de cerrar la primera edición del MonkeyBee, demostrando por qué son un ícono del garage rock.
Todo es perfectible
En su primera edición el MonkeyBee Festival fue un éxito. Cumplieron con las expectativas y nos brindaron una tarde de excelente música en vivo en medio de una atmósfera amigable y buena onda. La verdad es que daba gusto estar ahí [no faltaron lxs fritxs que perdieron algo, pero que esa misma buena vibra del festival facilitó que hubiera anuncios parroquiales para que aquellxs despistadxs recuperaran sus pertenencias].
Como todo festival que inicia, siempre habrá cosas que mejorar. Todo es perfectible. Y no lo digo por algo en específico, o porque algo haya ido mal. Simplemente lo digo porque, cuando se empieza tan bien, las expectativas para la siguiente edición son más altas, y en definitiva el público va a esperar que cada nueva edición sea mejor que la anterior.
Alan Prats – @al_prats