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Película de terror rosa: políticas sobre los cuerpos gestantes

En el 2011, cuando yo apenas tenía 10 años, compré una película en el tianguis con la intención de pasar un fin de semana cualquiera en el rincón más cómodo del sillón. Pero para mi sorpresa, Marte necesita mamás resultó ser un espectáculo espeluznante. Fue la película encargada de desbloquear el miedo de que mi mamá fuera raptada por los aliens. O peor aún, que los aliens me robaran a mí cuando yo fuese madre y usaran mi conciencia en una de sus suplentes maternas robotizadas. En mi mente sonaba más lógico; seguramente para cuando yo fuese adulta los aliens tendrían más ganas de invadir planetas y robar conciencias femeninas. 

Pero ya pasaron doce años, y aunque los extraterrestres no se han atrevido a tanto, los humanos no están tan lejos de cumplir mis más escabrosas pesadillas. Hace unas semanas, me topé con una dura discusión respecto a la donación gestacional de cuerpo entero. Un tema que causó en mí un terror semejante al de mi infancia. 

De mujeres a incubadoras humanas

La polémica comenzó luego de que un texto publicado por el Colegio Médico Colombiano pusiera sobre la mesa la posibilidad de legislar a favor de la donación de cuerpos gestantes. Esto con la intención de rentar sus vientres luego de sufrir muerte cerebral. Todo justificado con la intención de gestar bebés para las parejas que desearan tener una familia y no pudieran tenerla por alguna razón. O como alternativa para aquellas mujeres que quieren ser madres sin experimentar las implicaciones del embarazo. 

Como si el tema en sí mismo no fuera lo suficientemente incómodo e inquietante, el tono del discurso y sus huecos dejaban al descubierto una postura misógina. Entre otras cosas, el artículo apelaba a favor del utilitarismo del cuerpo, en especial del femenino, y se preguntaba si realmente valía la pena “desperdiciar” los cuerpos con posibilidad de gestar solo por estar en esta condición. El cuerpo médico hablaba desde una posición esencialista que pretendía decir que el cuerpo tenía valor por su capacidad gestante, y que por eso no puede simplemente meterse al ataúd.

Antiguas discusiones

Las redes estallaron de inmediato, y colectivos feministas se encargaron de dejar en claro su contraposición. Tales fueron las implicaciones de la opinión popular que el Colegio de Médicos tuvo que retirar el artículo de internet, y muy seguramente de las propuestas legislativas. Sin embargo, a pesar de que el ruido se haya apagado momentáneamente, no es la primera ni la última vez que se ha planteado la posibilidad de emplear los cuerpos gestantes de esta manera, tanto en Colombia como en el resto del mundo. Inclusive, dentro de la comunidad médica de todo el mundo hay una marcada brecha entre los profesionales que se dicen dispuestos a practicarla y los que no. 

En el 2000, Rosalie Ber fue de las primeras médicas en proponer la donación gestacional de cuerpo entero como una solución a los problemas éticos de la subrogación gestacional. Es decir, con la donación de cuerpo entero se pretende llegar a una alternativa a la renta de vientres supuestamente menos dañina para las personas donantes y los beneficiarios. Pero ¿cuáles son estas implicaciones?, y sobre todo ¿verdaderamente se pueden resolver mediante esta propuesta? 

La subrogación gestacional es una práctica en cierto grado aceptada en tanto que no nos es extraño escuchar sobre ella. Y aún así la discusión al respecto sigue sintiéndose extraña, como si algo en todo eso simplemente no pudiera estar bien. No está de más hacer esclarecer el origen de esas sensaciones. 

La fachada

La renta de vientres o, mejor dicho, subrogación gestacional, es la práctica mediante la cual una pareja deseosa de tener un hijo o hija propia, pero que se ven imposibilitados de hacerlo –normalmente por complicaciones médicas– pueden solicitar el préstamo del vientre de una persona dispuesta a gestar al bebé. Pero, aunque la práctica se nos ha vendido como un acto voluntarioso y caritativo, en realidad esconde detrás todo un negocio en el que los involucrados tienen que enfrentarse a las letras chiquitas del contrato. 

En primer lugar, debe ser mencionado que existen dos tipos de subrogación reconocidos legalmente: la subrogación gestacional, en la que existe una paga de por medio, y la subrogación altruista, en la que no hay nada de por medio aparte de la voluntad. Una vez aclarado este punto, hay que tener en mente que la subrogación altruista es mucho menos común que la pagada. 

La subrogación altruista normalmente es practicada por personas en las mismas condiciones socioeconómicas, y que además se conocen y tienen algún vínculo afectivo, ya sea de amistad o familiar. Pero en el caso de la subrogación gestacional esto no pasa. Donantes y futuros padres se conocen mediados por la clínica, y comúnmente rompen contacto una vez nacido el bebé. 

¿Altruismo para quién?

Otra de las cosas que vela la industria médica es que la mayoría de las donantes de subrogación pagada se ven atravesadas por una necesidad económica fuerte. Mientras que la pareja solicitante tiene el poder adquisitivo suficiente para cubrir todos los gastos del proceso (que no son nada baratos), la prestadora de su cuerpo ve en esta actividad una alternativa para su subsistencia. En este aspecto, la donante no presta su cuerpo con la mera intención de “hacer feliz a una pareja”, como el marketing nos quiere hacer creer. 

Es por esto que la subrogación gestacional se coloca en medio de un debate sobre qué tan cierto es el sentido “voluntario” de la actividad por parte de la donante. El dilema está en que, por un lado, puede significar la objetualización deshumanizada del cuerpo gestante, mientras que, por el otro, se defiende que puede verse como el ejercicio de libre elección sobre sus propios cuerpos.

Las conclusiones de la discusión han sido tan escalofriantes que incluso se ha planteado a la subrogación gestacional en el mismo plano que la prostitución y la trata de personas. Se vuelve necesario señalar que lo que converge en estas mujeres es una suma de desigualdades sociales y económicas más profundas que el deseo de ayudar. En el momento en que la relación de la persona gestante y de la pareja solicitante no puede ser horizontal por su diferencia de intereses y oportunidades, deja de ser altruista

Implicaciones a considerar

Sin importar si hay dinero de por medio o no, lo que se disfraza como un acto bondadoso no se detiene con la decisión de donar o no tu vientre –o cuerpo completo– para gestar una vida. Como cualquier embarazo, la subrogación gestacional tiene implicaciones físicas y emocionales durante y después del embarazo que van más allá de la decisión inicial. 

A decir verdad, muchos de los contratos para llevar a cabo el proceso contienen un sinfín de huecos legales que imposibilitan atender sus variantes de manera justa y digna. Y peor aún, la desinformación que hay respecto al tema provoca que tanto donantes como contratantes sean incapaces de prever lo que están a punto de enfrentar.

Un buen ejemplo de esto es lo que sucede cuando en la implantación se logra más de un producto. En la mayoría de los casos, los futuros padres solo tienen en mente un solo bebé en sus vidas, por lo que un segundo bebé pone en problemas el proceso. Dependiendo del país –y de la clínica– es la manera en la que se procede. Pero la constante es la pregunta sobre qué hacer con el segundo cigoto.

En muchos casos, la persona donante es quien decide si continuar o no con el embarazo, pero eso también la compromete a quedarse con alguno de los bebés en caso de que los padres no quieran hacerse cargo de ambos. En casos menos afortunados, la ley le da la decisión final a los contratantes, quienes pueden elegir continuar o no con el embarazo, así como el destino de ambos bebés. 

Dentro del problema también se encuentran los embarazos de riesgo, o en los que se detecta alguna enfermedad o discapacidad en el bebé. Aunque, desde una perspectiva feminista, la decisión debería de ser de la gestante, muchas veces se resuelve en función de si la subrogación es altruista o no. Es decir, en tanto que los padres le estén pagando a la donante, asumen el derecho a decidir sobre su cuerpo y los bebés gestados. 

Decisiones sobre los infantes

Hablando de bebés, tampoco podemos pasar por alto lo que se discute al respecto de los derechos del infante. Poco énfasis se pone en el hecho de que el resultado de la subrogación al final será siempre una persona. Es diferente discutir sobre continuar o no con un embarazo cuando está a tiempo de ser interrumpido, a tener que decidir sobre la vida de uno o más bebés que no cumplen con las expectativas de los adultos que decidieron traerlos al mundo. 

Ha habido casos, por ejemplo, en los que los padres se divorcian en medio del embarazo, lo que complica aún más decidir sobre la guarda y custodia del infante. Para su resolución se toman en cuenta cosas absurdas, como si ambos padres proporcionaron material genético para la concepción y, en caso de que alguno no lo haya hecho, puede simplemente deslindarse de la responsabilidad parental. Como si toda su participación legal en la subrogación y su expreso deseo de ser padre o madre ya no contase, y que para bien o para mal también condicionarán la vida del infante. 

El deseo vs el derecho a la familia

De igual manera, la subrogación gestacional se ha justificado como una opción para que los padres ejerzan su derecho a la familia. Para esto se ha comparado a la práctica con el de la adopción. ¿Pero realmente se asemejan ambos casos? Personalmente creo que no. 

Mientras que en el ejercicio de la adopción la prioridad es el bienestar del infante, en la subrogación gestacional prevalece el deseo –mas no el derecho– a ser padres. El niño huérfano, sin importar las circunstancias, vive y, por ser persona, adquiere el derecho a tener una familia y a recibir cuidado. En el camino, todos se benefician. 

Sin embargo, en el caso de la subrogación gestacional, ¿quién decide quién tiene el derecho a ser padres? ¿Se necesita tener hijos propios para decir que se tiene una familia?  ¿Vale la pena explotar un cuerpo ajeno para satisfacer ese derecho?

Además, mientras que el proceso de adopción es regulado por políticas que vigilan el proceso en pro del bienestar del infante, en la subrogación (o incluso en la inseminación artificial) esto no es así. Es suficiente con que la pareja tenga el deseo y el dinero suficiente para pagar el proceso, pero ¿basta el poder adquisitivo para decirse aptos en la crianza de una persona? 

No es de extrañar que la contrapostura a la subrogación hable del uso del infante como una mercancía y no como una persona. Ni siquiera es secreto que existen clínicas con todo un catálogo de donantes, tanto de espermas como de óvulos, que les permitan “diseñar” a sus hijos o hijas como mejor les parezca. Inclusive el término “hijo propio” recalca al niño como propiedad en lugar de como persona. 

Implicaciones después del parto

Como punto final, y ya para concluir con esta extensa lista (y aún así inacabada) de la cantidad de aristas e inconsistencias que rodean la subrogación gestacional, hablemos de lo que pasa luego del parto. Situación que además recalca el posicionamiento del deseo de los padres por encima del de la persona gestante y hasta del propio hijo. 

La hora del parto representa una carga emocional gigante para los involucrados. Quien crea que gestar un bebé por 9 meses en su vientre a conciencia sin que eso marque de alguna manera la psique de la persona gestante, está equivocado. Es humano y por demás normal que el cuerpo gestante experimente toda una serie de sucesos significativos propios del embarazo.

A pesar de que existen casos en los que se le permite convivir a la gestante (reconocida legalmente como madre biológica) con el bebé, en su mayoría no es así. Esto está condicionado –como era de esperarse– por la presencia o ausencia de paga a la donante. Está casi por demás decir que el desgaste emocional y las secuelas que esto implica quedan fuera del contrato.

La donante no lleva un seguimiento psicológico luego del parto –al menos no por parte de la clínica–, a pesar de que se ha demostrado que luego de este, muchas de las donantes presentan cuadros depresivos y tendencias suicidas

Por otro lado, aunque los estudios al respecto son menores, también se habla de las implicaciones psicológicas que tiene la subrogación gestacional para el bebé. Desde cuestionamientos importantes en la construcción de su identidad –para quienes tienen conocimiento del proceso del que son producto–, hasta tendencias depresivas y suicidas enraizadas con la separación de la que, aún en el vientre, creyeron su madre. 

A estos casos deben de sumarse los de las gestantes que tuvieron que criar un hijo que en principio no sería para ellas, ya sea por las inconsistencias del embarazo que pudieron darse o la ruptura de un matrimonio, como ya hemos mencionado. 

No solo somos cuerpos

Ahora, volviendo a la discusión que originalmente me trajo aquí, ¿la donación gestacional de cuerpo entero es capaz de atender todas las aristas y problemas que conlleva la subrogación gestacional? En este punto del texto, la respuesta ya parece evidente. 

Si la discusión solamente se tratase del cuerpo, de nuestra capacidad de decidir sobre nuestras mismas, y que la donación gestacional por muerte cerebral fuera simplemente un acto de altruismo, quizá sí. Pero somos más que solo cuerpos, y la donación gestacional implica mucho más que una decisión inicial, del mismo modo en que un embarazo excede la inseminación. 

Inclusive si la discusión se frenara en la simple decisión sobre nuestros cuerpos, tampoco podemos omitir el hecho de que se trata de una propuesta atravesada por el dinero, y por lo tanto por un montón de desigualdades que continúan imposibilitando decisiones libres sobre nuestros cuerpos. 

Condiciones médicas específicas

Es verdad que, como recalcan los médicos que están a favor de la práctica, la diferencia entre muerte cerebral y estado vegetativo permanente es importante. La primera se refiere a un estado definitivo del que es imposible recuperarse, además de que se pierde por completo la conciencia, mientras que en la segunda la conciencia se mantiene y es posible que el paciente despierte. La donación gestacional de cuerpo entero pretende hacerse únicamente en muerte cerebral. 

Médicos, como Rosalie Ber, acusan a los opositores de la propuesta de cursis, pues, como ellos lo ven, el único impedimento para poner en práctica la donación gestacional de cuerpo entero es la incapacidad de ver el cuerpo como solo eso. Para ellos se trata de una muerta en vida de la que aún se puede sacar un provecho previamente consentido. 

Pero estar en muerte cerebral no es impedimento para que la serie de problemas circunstanciales dados en la subrogación gestacional no se den en la donación de cuerpo entero. Y si la persona donante ahora no tiene la capacidad de decidir sobre su cuerpo durante los 9 meses de embarazo, o sobre un bebé diferente al esperado por los padres ¿quién lo hará?

¿Cursilerías o mera humanidad?

Táchese de cursi, si así lo creen necesario, a quien es incapaz de desvincular el cuerpo de la persona, de su humanidad y la dignidad intrínseca a ella. Pero así como creo necesario dejar de tratar de los nacimientos como simples procedimientos quirúrgicos, también es urgente dejar de ver el cuerpo con capacidad gestante como una máquina de hornear personas. 

Me es escalofriante que temas como este tengan que ser discutidos con tal fervor porque sólo son señal de una cosa: existe la cantidad de defensores suficiente para que la discusión sea relevante. Parece ser que se nos olvida que no porque la ciencia sea capaz de hacer algo, deberíamos de hacerlo. Pero, sobre todo, pasamos por alto que nos hace falta mucho camino en la lucha por nuestros derechos como para atrevernos a decir que tenemos las condiciones necesarias para decidir sobre nuestros cuerpos libre y dignamente. Me hace pensar que si el género de películas de terror rosa no existe es porque vivimos en una. 


Jovana Hernández – @plumas.de.ganso