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Exterminate all the brutes (2021)

Serie Exterminate All The Brutes

Ensayo fílmico es el género. Un collage de material de archivo, documentos históricos, películas caseras, dibujo y ficción, finamente montado y narrado, la técnica. Raoul Peck (1956, Haití) el autor de Exterminate all the brutes, un documento profundo, informado y valiente que pide ser visto y vuelto a ver, no sin pausas y repeticiones. Una de sus tesis centrales es que nos hemos servido de los alemanes como chivos expiatorios de la idea del exterminio, cuando en realidad la idea de exterminio no es sino un legado común europeo.

Es mucho lo que hay por decir y espero sea mucho lo que digamos. Aquí me limitaré a un breve comentario a propósito del siguiente pasaje que estructura la parte dos de cuatro: “Contrariamente a lo que se afirma del nacimiento de EE. UU. y su dominación del continente, no fueron armas o técnicas superiores, ni un mayor número de colonos ni la enfermedad. Es decir, no se explica con “armas gérmenes y acero”. El factor decisivo de este dominio fue la voluntad de eliminar civilizaciones enteras para poseer su tierra. El caso de Andrew Jackson, séptimo presidente de EE. UU.,es una historia muy reveladora…”

Armas, gérmenes y acero

Exterminate all the brutes pareciera una descreditación del libro Armas, Gérmenes y Acero, de Jared Diamond. Y lo es, pero no por las razones que pudieran pensarse, la falencia que Peck detecta es sutil. Este libro está estructurado como respuesta a una gran pregunta: ¿por qué las cosas se dieron como se dieron, por qué Europa no fue la descubierta, la conquistada, la herida, saqueada y repoblada por el resto del mundo? “Hasta que no dispongamos de alguna explicación convincente, pormenorizada y aceptada de la pauta amplia de la historia –escribió Diamond en el prólogo– la mayoría de la gente continuará sospechando que la explicación biológica racista es, al fin al cabo, correcta. Éste me parece el argumento más fuerte para escribir este libro.”

Entonces el bio-geógrafo, para simplificar su currículum, escribió su famoso libro publicado en 1997, merecidamente premiado y ampliamente leído. Un resumen por el mismo autor es el siguiente: “La historia siguió trayectorias distintas para diferentes pueblos debido a las diferencias existentes en los entornos de los pueblos, no debido a diferencias biológicas entre los propios pueblos.” Entonces no fue la biología lo que explica la asimetría y, en última instancia, contestar que fueron las armas, gérmenes y acero, tampoco responde verdaderamente la pregunta, solo la desplaza. Si uno se limita a señalar las causas inmediatas la pregunta vuelve a nacer.

Como bien adelanta Diamond “¿por qué fueron los europeos y no los africanos, o los indígenas americanos, quienes terminaron poseyendo armas de fuego, los gérmenes más terribles y el acero?” Por ello, el libro trabajosamente intenta mostrar que detrás de la escritura, la metalurgia, la doma del caballo, la estructuración de sociedades complejas con resistencia a enfermedades y ese gran etcétera que conforma el herramental del imperialismo moderno, yace largas constelaciones de factores ambientales.

La historia ambiental

Más allá de este libro, la historia ambiental ha mostrado que la historia sin ecología contiene una laguna como para ahogarse. Sin embargo, hay otra cuestión igualmente importante pero interna que no enuncia: la voluntad de exterminio. Esto es lo que Peck no quiere dejar de nombrar y con todas sus letras: “El factor decisivo de este dominio fue la voluntad de eliminar civilizaciones enteras para poseer su tierra.”

Una cosa es la muerte, la guerra y el horror, ubicuos en la humanidad, otra es el genocidio. Esta es la piedra de toque. Vemos entonces que el puro hecho de estructurar la pregunta histórica en términos de una pretendida simetría entraña ya una abstracción que relativiza y disminuye el problema. Exterminate all the brutes tiene un genesis y recipiente específicos, su universalización no solo es falsa, resulta apologética.

Como enclave cultural, el exterminio nació en un momento preciso del pasado y desde entonces se ha encargado de reescribirlo cuando no silenciarlo:

En 1478, el papa aprobó la fundación de la Inquisición, que investigaría lo “limpio” de la sangre de moros y judíos conversos. La sangre “limpia” era cristiana y europea. La sangre “impura” era salvaje, no cristiana. Este es el origen de la ideología de la supremacía blanca. Por primera vez en el mundo, el concepto de raza basado en la “sangre” se hizo ley. La supremacía blanca posibilitó que los europeos creyesen aceptable, esclavizar o exterminar a otros pueblos. Eso provocó la deportación en masa de los judíos de España en 1492 y de los musulmanes en las décadas siguientes. Sucedió con la deportación forzosa de más de diez millones de africanos de la cuna de la humanidad. Sucedió a los pueblos nativos en lo que se llamaría Estados Unidos de América. Y se repitió en el siglo XX. El camino a Auschwitz se abrió en los inicios de la cristiandad. Y también lleva directamente al corazón de América.

El llamado, nuevamente en palabras de Peck, es a favorecer lo colectivo frente a lo individual, a cuidar el ‘nosotros’ antes de satisfacer el ‘yo’, a siempre situarnos dentro del mundo, no por encima.


Alan Heiblum – @AlanHeiblum


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