Hipnosis 2019. El arte de no tomar riesgos

Recuerdo hace un año, mientras me encontraba en NoFM, que seleccionaba las pocas prendas que tenía a la mano para aislarme lo más posible de las dificultades del clima en aquel fin de semana. Se celebraba la segunda edición Hipnosis, un festival que surgió de las oscuridades del medio musical para proponer un nuevo concepto para el entretenimiento en la megalópolis.
Una sudadera, una chamarra medio chafa, un par de playeras sucias, unas botas de piel y unos jeans viejos y rotos. Ese año opté por enfrentarme así a la humedad y el frío de Huixquilucan, una decisión llena de riesgos que cobraron su factura. Este año fue diferente. Me preparé de la mejor manera posible para simplemente refugiarme en el completo hedonismo que Hipnosis podía ofrecer.
Nos informaron que nuestro transporte saldría a las 11 de la mañana de Parque España. Tras algunos desórdenes y esperar a compañeros de medios salimos hacia la “prepotente existencia moral” que es el Estado de México.
El camino fue corto, pero el recorrido no. Habíamos decidido sentarnos al final del camión y ya casi llegando a Huixquilucan unas colectivas ganas de orinar invadieron a los pocos compañeros de medios que habíamos abordado. Entre risas, sudor y pláticas banales, logramos sortear nuestros esfínteres y llegamos a ese llano bello y pantanoso dónde se postró el escenario del festival.
Llegar a Hipnosis 2019
Escuchamos desde lejos a The Darts que parecían una banda formada por híbridos entre Morticia y Joan Jett. Mucha distorsión, mucha oscuridad, pero al final una banda más de rock, nada nuevo, nada especial. A continuación decidimos explorar el lugar y ubicar dónde comeríamos, donde nos podríamos sentar y dónde podríamos simplemente aislarnos de la lluvia.
Empezó a sonar Tajak. La piel se me erizó, no porque yo considere que era el acto que más esperaba, pero sus atmósferas y tamborazos sonaban entre las gotas de la lluvia suave que caía sin molestar. Me di cuenta de lo necesaria que es una banda cómo ellos en una escena nacional llena de otros géneros y grupos no tan “volados” o tan “ruidosos”.
Me acerqué a la zona de comida y decidí probar lo más fácil y práctico: una especie de emparedado con carne y queso (en el país vecino del norte y particularmente en Filadelfia le llaman el Philly Cheesesteak). Un platillo que aportaría las calorías necesarias para aguantar unas buenas horas parado en el frío y el lodo.
El arrullo esperado
Sonó en el escenario el dueto chileno The Holydrug Couple. Sin parpadear me remontaronn al último material de Tame Impala. Pop ácido sin mucha trascendencia, una pequeña decepción para las expectativas que había construído durante los últimos meses. Hasta cierto punto me aburrieron y ojalá el vocalista dejara de tomar riesgos al cantar y usara su voz sin efectos. Minutos después me reuní con gente conocida y fraterna. En este momento los riesgos no previstos comienzaron a hacer estragos sobre los asistentes poco preparados, pero afortunadamente para ellos, la organización de Hipnosis 2019 preparó dos carpas de tamaño considerable donde toda esa gente pudo guarecerse.
Cerca de nosotros vimos a un jovenzuelo muy imprudente que tomó el riesgo absurdo de estar descalzo y con una chamarra tan delgada cómo una hoja de papel cebolla. “Este vato se va a arrepentir al rato que oscurezca”, pensé y luego Crumb rompió con mi negatividad con su muy particular blues psicodélico y la bellísima voz de Lila Ramani que me arrulló para llegar a la sintonía que estaba buscando desde mi llegada.



Un trato sellado con cariño
Una hora de estarme meciendo con las melodías de la agrupación gabacha me dejó completamente desarmado frente a lo que se vendría después. Kikagaku Moyo me desequilibró por completo y noté inmediatamente que éstos orientales ensayan obsesivamente su repertorio. Su perfecta, estricta y muy japonesa ejecución los delató por completo. Afortunadamente las sustancias ya empezaban a alterar mi conciencia y logré subirme al tren del sol naciente capitaneado por los hermanos Kurosawa.







La lluvia se hizo presente, no sé si por segunda, tercera o cuarta ocasión. Lo que sí fue claro es que había empezado a llover más fuerte que antes y la carpa ubicada del lado derecho del escenario fue el lugar perfecto para no correr riesgos el resto de la noche. Mientras Uncle Acid and The Deadbeats martillaban mis oídos y los de mis camaradas, me quedé observando a las muy curiosas parejas que, al no correr riesgos, tomaron la decisión de “disfrazarse” y llevar el mismo atuendo. Una suerte de simbiosis, un trato sellado con cariño en el lodo de las Caballerizas. La verdad es que varios de esos atuendos me provocaban envidia por el carácter hidrofóbico de ellos.





De nuevo regresamos a la tranquilidad y al viaje forever con Mild High Club. La verdad me enfriaron mucho y me orillaron a caminar por un café caliente. Con la lluvia cayendo llegué al final de la fila y una vez más me encontré con el amigo que hice hace un año en la fila del café: mi querido Yiru.


El delirio
Ya con la síntesis lograda por Hofmann corriendo por mis venas, a toda intensidad llegó el delirio nocturno con Les Claypool y Sean Lennon que rompió el hielo fraguado por Alexander Brettin y su banda con un cover de “Astronomy Domine” de Pink Floyd. ¿Qué más quiere un “rockerillo” cómo yo que escuchar a Claypool Lennon Delirium echándose unos covers bien densos de sus bandas favoritas? ¡”The Court of The Crimson King” y cerrando con “Tomorrow Never Knows“! Sin duda lo mejor de todo el festival fue ver a estos dos señores dándose agasajo onanístico con líneas de bajo funkeras y estruendosas y solos de guitarra super desgarradores. Podría apostar que este proyecto entre el hijo del Beatle y el hijo de alguien fue un juego de azar, un reto que al inicio parecía riesgoso, pero no hubo mejor paraguas que ellos para disfrutar en el Hipnosis.



Difícilmente Stereolab iba a lograr mover tanto en mi cómo lo hicieron Lennon y compañía. La agrupación francesa es un hito del rock europeo sin duda, pero no es un acto para disfrutarse en el frío del bosque. De alguna manera logré conectar con ellos imaginándome en una sala de concierto pequeña e íntima donde los cinco galos y yo podíamos sentirnos como en casa. Nada de visuales, pocas luces y una copa de ginebra. Una noche sin riesgos es la que se merecen.





Y de postre Fu Manchu…
Qué pinches duro tocan esos viejos! Me emocioné como puberto en segundo de secundaria. Trataba de menear la poca cabellera que me queda al ritmo de una de las bandas de la santísima trinidad del Stoner Californiano. Un regalo perfecto para la decepción que nos informó la organización del Hipnosis 2019 unos días antes: Electric Wizard cancelaba todas sus presentaciones en México. Sinceramente la banda inglesa de doom metal me gusta mucho, pero prefiero la furia y los gringos que son los maestros de Fu Manchu. No toman riesgos y tocan lo que saben tocar, no intentan ningún tipo de acrobacia, todo lo hacen estrictamente bajo las reglas que ellos establecieron desde hace dos décadas.


Al final el no tomar riesgos nos regresa a casa con euforia pero tranquilidad, con pies fríos pero no mojados, con cansancio pero no hartazgo. El no tomar riesgos nos dejó disfrutar del festival más específico y especial del país. Hipnosis 2019 deberá ser recordado jamás por su lodo, su lluvia o sus baños asquerosos. No, jamás nos olvidaremos de Hipnosis 2019 porque, aunque organizar un evento de esas dimensiones es una moneda al aire, jamás se corrieron riesgos. Ese es el sello de esta edición. Gracias por todo a los organizadores. Sobre todo a Moi que, al final de la noche, logró sacarnos de ahí para que llegáramos sanos y salvos de regreso al Parque España.
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Vikingo Morales – @vikingomorales
Fotos de Maiki Loredo – @MaikiLoredo